Mo Xuanyu.

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Capítulo 109.

Mo Xuanyu no tenía mucho de lo que quejarse una vez abducido y tirado en esa cabaña junto a esa mujer que en nada se parecía a Madam Jin. Él entendía a la perfección que sus captores no obraban con malicia, pues en ningún momento hubieron intentado herirlo o manipularlo tal y como solía ocurrir en la Torre de Carpa. Aún así, y por mucho que resultara ameno el respirar el mismo aire que la tal Sisi y los dos encapuchados que auspiciaban de benefactores, lo cierto fue que Mo Xuanyu nunca fue feliz.

Toda esa gente que lo ayudaba, alimentaba y permitía retozar bajo el sol difería de él en un único pero sumamente importante aspecto: Jin Guangyao. Aquellos que lo despojaron de su hogar en Lanling Jin parecían obsesionados en su labor de mantenerlo alejado de su hermano, incluso llegando a afirmar que toda su gentileza, toda su simpatía, no nacía en realidad del profundo amor que se tenían, sino que simplemente había permanecido años intentando manipularlo y sacárselo de encima.

Pero lo que nadie allí sabía era que Madam Jin le había prometido que tarde o temprano él y Jin Guangyao estarían juntos de la manera que él más quisiese, y que si no perseveraba en su labor de seguirlo entonces nunca cumpliría su objetivo. Es más, fue de la mano de esa mujer que él aceptó su deseo por estar con su medio hermano, y Madam Jin nunca se equivocaba, ¿no? Ella le permitió ver su amor, y ella lo orilló a obrar por un bien mayor. Si Madam Jin mandaba, él cumplía; si Madam Jin hablaba, él escuchaba. Todo aquello que le hubo propiciado tenía razón de ser, desde sus golpes hasta sus insultos y sus reprimendas, porque cada uno venía ligado a lo mucho que deseaba ayudarlo a conquistar a Jin Guangyao, cosa que nunca ocurriría si él no se comportaba como el hijo obediente que la señora requería. Cuanta más información le brindara acerca de Jin Guangyao, más cerca estaría de obtener su bendición a la hora de por fin desposarlo, así que ¿por qué negarse?

Por esa misma razón no entendía qué era lo que tenía toda esa gente en contra de Jin Guangyao. Sí, era cierto que Madam Jin había muerto, era cierto que su hermano solía tratarlo quizá con un poco de desprecio, ¿pero no era esa una reacción completamente normal? Tenía que acostumbrarse a su carácter algo extravagante, sólo por esa razón era que todavía se negaba a tratarlo como a otro de sus pares. ¿Y qué si lo escuchó hablar sobre el amuleto de tigre estigio? Más que tratarse de un error, su pequeño acto de espionaje resultó una de sus ventajas más grandes a la hora de cumplir con su misión. ¿Cómo no serlo? Ahora, por lo menos, sabía hacia dónde debía dirigirse, sabía hacia qué debía apuntar:

Mo Xuanyu debía hallar al Patriarca de Yiling, porque solamente el creador legítimo del amuleto de tigre estigio sería capaz de brindarle a Jin Guangyao las herramientas necesarias para adueñarse de todo ese poder tan seductor. Y si Jin Guangyao se percataba de que había sido él quien dio con el paradero del dichoso Wei Wuxian, si se percataba de que durante toda esa inmensa cantidad de años lo único que deseó para él era éxito y por supuesto su amor, entonces sólo así su hermano terminaría por aceptar sus sentimientos y unirse a él tal y como Madam Jin hubo prometido. Ni la muerte de Madam Jin ni su propio esfuerzo serían en vano tan pronto como él pudiese dar con el creador de tan poderoso y codiciado artefacto.

Ahora bien, era una lástima que sus benefactores no estuvieran de acuerdo con él. Al contrario, durante los años que permaneció junto a ellos, ambas personas se vieron reacias a sus intentos por dar con el paradero del Patriarca de Yiling, alegando que ya no tenía nada de qué temer ni de qué preocuparse como si él fuera alguna clase de víctima y no un héroe para su medio hermano. Esa gente trataba a Jin Guangyao como un villano malvado y manipulador cuando, en realidad, sólo era un hombre incomprendido tal y como él.

Aún así, y con el paso del tiempo, Mo Xuanyu fue olvidando. Quizá se debía a la tranquilidad de esa residencia alejada, a su libertad por ir y venir dentro de los límites estipulados por la propiedad, o a tal vez a todo ese ocio que llenaba su corazón de una tranquilidad nunca antes vivida. No importaba cuál fuera la razón, lo único que importaba era que al fin después de tantas idas y venidas, Mo Xuanyu podía llamarse sano.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora