De cómo todo se puede ir a la mierda de un momento a otro.

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Qué difícil era llenar el vacío que Nie Huaisang dejó al partir. Durante un mes de su vida —que a estas alturas haber permanecido por treinta días en un mismo lugar le resultaba una grandísima hazaña— lo tuvo a su lado de la noche a la mañana, y tal y como decía la gente, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Ahora que su mejor amigo no estaba, incluso si aún tenía a Wei Ying, Yanli y al resto a su lado, Lingjiao sentía que un pequeño pedazo de su alma se le había escapado. ¡Ay, Huaisang! ¡Cuán poco tiempo le bastó para quererlo tanto!

Pero aunque no quisiera, la vida seguía. Y de qué forma lo hacía. El castigo que le fue asignado gracias al famoso incidente pornográfico no le fue levantado sino hasta casi siete días pasada la partida de Huaisang, tiempo suficiente para que sus brazos se acostumbraran al peso de las espadas y sus piernas a ser arrastradas de un lado a otro. Buen ejercicio, si lo pensaba. Bastante útil teniendo en cuenta que no se ejercitaba desde hacía dios sabe cuánto tiempo.

En total, si sus cálculos no le fallaban —después de todo, las advertencias del sistema no eran tan claras como al comienzo, y en algún momento pasaron de faltar sesenta días exactos a un simple aproximado de "muy pronto"—, la trágica fecha ya debía estar respirándoles sobre la nuca, y nada ni nadie le aseguraba que no pudiese llegar a ocurrir en cualquier instante. Ese mismo día incluso.

Pero nada pasaba, nadie venía. Acorde la pelota de nervios que tenía almacenada en su estómago crecía y crecía, las posibilidades de que el golpe sea realmente llevado a cabo se le presentaban cada vez más lejanas. Nadie tenía noticias de Wen Chao, ni de Wen Ruohan, ni del clan Wen en general. Estaban tranquilos, demasiado tranquilos. Tan tranquilos que incluso viendo con sus propios ojos cómo su vida continuaba sin mayores cambios, aquella bola de ansiedad se negaba a abandonarla, carcomiéndole minuto a minuto su pobre y agotada mente. Si nada ocurría entonces se trataba de una buena noticia, ¿cierto? Quizá el Sistema se había cansado de que Lingjiao hiciera caso omiso a cada una de sus advertencias y, al final, optó por abandonar la batalla y dejarla cambiar cuanta cosa se le ocurriera, ¿no? Aunque, ¿era eso siquiera posible? Nunca antes escuchó o leyó acerca de un sistema que se rindiera con su usuario, o al menos no con tanta facilidad. La incertidumbre la estaba matando.

De todas formas hacía lo mejor posible para pretender que nada la preocupaba, manteniendo las apariencias en cada una de sus interacciones con otros seres humanos. Si el resto se tragaba su actuación o no, pues allá ellos, pero a Lingjiao ya se le estaban agotando las ideas. Si nada pasaba y su amenaza se desvanecía cual vapor de agua, entonces podía comenzar a pensar en cómo pasaría el resto de sus días en Yunmeng. Su único conflicto radicaba en que, pensar de esa forma —lo que ella se atrevería incluso a llamar positividad ingenua y carente de cualquier fundamento— implicaría bajar la guardia, y siendo hontos, luego de semanas y semanas siendo constantemente perturbada por aquella estúpida música de Windows XP y sus advertencias, ¿cómo podría permitirse el despreocuparse? Claro que no tenía nada para hacer, nada para cambiar, mas, ¿qué haría si el ataque la sorprendía mientras dormía? O peor, ¿mientras se bañaba? ¿Cómo le avisaría al resto? Si ella no lo hacía, ¿quién lo haría? Nadie además de ella misma sabía a qué se enfrentaban... Ah, ¿acaso no se lo hubo contado un par de semanas atrás a Jiang Cheng?

Jiang Cheng. Habiéndose visto reducidos los círculos sociales de Lingjiao gracias a la desgarradora, insoportable, deshumanizante partida de Nie Huaisang, a Lingjiao se le redujeron las opciones a dos grandes grupos: a) Afianzaba su relación con aquellas personas a las cuales ya conocía, véase el caso de Wei Ying —quien había cedido su papel protagónico para que ella pudiese pasar la mayor cantidad de tiempo posible con su Sang Sang—, Jiang Yanli, algún que otro de sus shidis que no la trataba como a una estúpida, y por supuesto que Jiang Cheng, o b) hacer nuevos amigos. inmiscuirse en las vidas de cualquier otra persona a la que no se le pudiera adjudicar un papel al menos secundario dentro de la trama original.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora