La cacería nocturna de Jin Ling (tercera parte).

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No tenía sentido. Nada de lo que les estaba ocurriendo tenía sentido, porque siendo honestos a Lingjiao no le entraba en la cabeza cuál podría ser la utilidad real de mantenerlos dando vueltas por el maldito bosque durante horas y horas sin: a) enviarles alguna clase de señal macabra, o b) matarlos de una vez por todas. Si de verdad se trataba del plan maestro de un atacante humano y no sobrenatural, entonces ¿qué tanto se estaba tardando en dar su golpe principal? No tenía ese arco y flechas colgados de los hombros por diversión, para nada. ¿Por qué no los atacaba así podía llenarle el trasero de flechas?

Pero sin duda había algo que Lingjiao todavía no tenía del todo presente, y ese algo era no llamar mentalmente a las desgracias, porque lo único que lograba era terminar por atraerlas. Eso, y también tenía que dejar de traer a colación el nombre de Xie Lian cada vez que deseaba mencionar un dios. ¿Cuándo iba a aprender que lo único que obtenía con eso era empaparse en todavía más infortunios?

Y es que tan pronto como Jiang Cheng encendió un talismán para aumentar su campo visual, los dos terminaron por percatarse de una sombra escabullendo su figura por entre la maleza.

—Lo sabía—suspiró Jiang Cheng, desenvainando una vez más a Sandu—. ¿Quién demonios crees que eres? Sal de tu escondite, te he estado vigilando desde hace rato. Ven aquí y lucha contra mí como un hombre de verdad, maldita alimaña.

Lingjiao no tenía idea de que alguien los estaba siguiendo, o de hacía cuánto que Jiang Cheng estaba al tanto de ello, pero de todas formas tomó ahora sí su arco y preparó en él su primera flecha. Ya estaba lista para ser utilizada tan pronto como esta peculiar aparición se materializara frente a sus ojos.

De hecho, eso no tardó en suceder. Tal y como si de un rayo se tratara, el filo de una espada aterrizó justo en medio de ellos, provocando que ambos tuvieran que separarse en direcciones opuestas. Aquel que los atacaba era, ahora sí no quedaba lugar a dudas, un hombre común y corriente, con el cuerpo y el rostro cubiertos por una fina tela negra que, en la inmensidad de la noche, se camuflaba casi a la total perfección.

Como si se tratara de alguna clase de ninja de película marcial clase B, el atacante comenzó a propiciar golpe tras golpe contra Jiang Cheng, siendo bloqueado en todos y cada uno de sus intentos por desarmarlo. Mientras Lingjiao acomodaba su cuerpo en pos de disparar, sus ojos intentaban dar con la técnica de ataque que el hombre utilizaba, buscando de esa forma reducir mentalmente la lista de posibles sospechosos. No era la técnica ofensiva de Yunmeng Jiang, ni tampoco se veía como si proviniera de Lanling Jin..., pero no podía estar segura. Tanto él como Jiang Cheng cambiaban de posición con demasiada rapidez, imposibilitando así a que Lingjiao pudiese focalizar lo suficiente para distinguir los patrones de ofensiva.

Su primera flecha salió disparada a modo de advertencia, rozando con su filo la tela que cubría uno de los brazos del misterioso cultivador.

—Yo también estoy aquí, ¿o es que no me has visto?

Lingjiao disparó una segunda flecha, esta vez aterrizando en el tronco de un árbol a tan sólo un par de milímetros de su víctima. Los cinco segundos de gracia en los cuales su atacante vaciló fueron suficientes para que Jiang Cheng reiterara su ataque, abalanzándose así contra el cuerpo contrario e intentando noquearlo cuanto antes.

Sin embargo, aquello que pareció en un principio tan fácil gracias a la colaboración de Jiang Cheng y Lingjiao, se vio casi automáticamente frustrado cuando una melodía desafinada y penetrante invadió los oídos de ambos, logrando que Wanyin soltara su espada en pos de cubrir sus adoloridos oídos.

El cultivador frente a ellos acababa de sacar una diminuta flauta de entre sus ropas, entonando en él lo que parecía ser una canción represora de energía espiritual. Lingjiao ya estaba familiarizada con este tipo de trucos sucios, pues los mismos habían sido utilizados también en la novela original. Sin embargo, nunca en su vida creyó enfrentarse a ello antes de llegado el momento, por lo que aún no tenía idea de cómo contrarrestar los efectos de semejante jugada.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora