Nie Huaisang (tercera parte).

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Jiang Cheng abandonó el Embarcadero de Loto esa misma tarde, y luego de dos días de ausencia Lingjiao comenzó su absolutamente improvisado, estúpidamente rebuscado, absurdamente lleno de fallas, y probablemente de fácil desenmascaramiento plan para viajar hasta Qinghe Nie. 

La cuestión era la siguiente: Nie Huaisang hubo visitado Yunmeng con el único objetivo de aprender y practicar esgrima básica —más de veinte años ya tenía Nie Huaisang y seguía siendo igual de inútil que ella— con el oh tan maravilloso Ming Jia, ese que fue elogiado por el mismísimo Lianfang-zun durante el ahora lejano primer cumpleaños de Jin Ling. Por razones que se escaparon del entendimiento de Nie Mingjue, no obstante, su hermano terminó no solo regresando a su hogar antes de lo estipulado, sino también albergando la misma (nula) cantidad de conocimientos y habilidades con las cuales fue enviado lejos. Esto sólo podía significar dos cosas: o Ming Ziteng era una farsa (respuesta correcta), o Nie Huaisang era obtuso como un roble y estúpido como una cabra (respuesta seleccionada por Chifeng-zun). 

Ahora bien, que Nie Mingjue dudara de la capacidad cerebral de su propio hermano no significaba que no hubiese vetado de por vida a Lingjiao como maestra, así que bajo ningún concepto el hombre aceptaría tenerla en el Reino Impuro con la excusa de continuar con las atropelladas clases que dejaron inconclusas. Bajo ningún concepto la dejaría quedarse en su propio hogar, bajo su mismo techo, charlando y jugando con Huaisang como si fuesen dos niños pequeños, cuando lo único que el pobre hombre quería era que su hermanito continuara el legado de su maldita secta como se supone que era debido. En pocas palabras, Lingjiao no tenía forma humana de entrar en esa dichosa secta por su cuenta, al menos no si no contaba con la recomendación de alguien que fuese lo suficientemente poderoso como para que su opinión en la materia tuviese alguna clase de peso.

Pero pensemos un poco, entonces: ¿conoce Lingjiao a alguien de poder? ¿Alguien cuya opinión sí tenga peso o influencia sobre las opiniones de otros líderes de secta? Su nombre empezaba con J y terminaba con -iang Cheng, o como prefería llamarlo en este mismo momento, el mismísimo líder de secta de Yunmeng Jiang, Jiang Wanyin. 

El segundo —y quizá más relevante— de sus inconvenientes era no solo que el susodicho no la secundaría en sus planes malvados ni aunque  lo emborrachara hasta el coma etílico, sino que de paso ya llevaba dos días adentrado en un sinuoso, tortuoso, y para su suerte también largo camino hasta el Receso de las Nubes. ¡Oh, qué tragedia! ¡Qué iba a hacer ella ahora sin Jiang Cheng para apañarla! ¡Qué  sería de su pobre alma sin Jiang Cheng molestándola cada medio maldito segundo acerca de cuanto tema intrascendente se le ocurriera! 

…Quizá podría, tal vez, escabullirse a su habitación de la cual por supuesto tenía una llave, revolver entre todas las pertenencias que tan pulcramente ordenadas tenía sobre su escritorio, tomar un par de pergaminos de esa pila tan exclusiva que solamente utilizaba en asuntos importantes entre sectas, empapar de tinta el sello personal con el que firmaba todos y cada uno de los documentos oficiales, emular esa tan perfecta caligrafía que lo distinguía como discípulo destacado de Yunmeng Jiang, y escribirse a ella misma una para nada sospechosa carta de recomendación dirigida a Nie Mingjue de Qinghe. Expresando lo mucho que confiaba en que su amadísimo Ming Ziteng podría serle de suma utilidad durante los siguientes días, claro. Eso sin duda era extremadamente congruente (no) con el carácter de Jiang Cheng.

Cuando el estúpido de Mingjue tuviera ese pedazo de papel entre sus monstruosas manos, viera la pulcredad en las túnicas de Yunmeng Jiang que Lingjiao vestía, y su propio hermano Huaisang confirmara tan enérgicamente lo mucho que confiaba en el buen juicio del estimado Jiang-zongzhu, ¡por supuesto que no le quedaría más remedio que permitirle la entrada a su secta! Por lo menos durante una semana. Eso era todo lo que necesitaba, una semana para hablar tranquila con Huaisang, contarle todo lo que tuviera que contarle, planear cómo arruinarían los planes de Jin Guangyao, ponerse manos a la obra, y regresar tranquila al Embarcadero de Loto antes de que Jiang Cheng diera por finalizado el simposio en Gusu. ¿A que no era el mejor plan del mundo? Y todo se le había ocurrido esa misma madrugada mientras daba vueltas y vueltas y vueltas alrededor de su habitación, siendo acompañada tan solo por la soledad de la noche. Los mejores planes llegaban en los momentos más inesperados, después de todo.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora