All Too Well (Ten Minute Version) (Taylor's Version).

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Cuando Jiang Cheng regresó a la seguridad de su hogar, Madam Yu fue la primera persona que lo recibió. La mujer ya estaba al tanto de lo ocurrido, generando que su rostro escondiera los vestigios de la satisfaccion que sentía. Incluso si su semblante continuaba tan tenso como de costumbre, Jiang Cheng sabía lo que estaba pensando, y el simple hecho de saberlo le estaba dando asco.

—Fue lo mejor que podías hacer.—cuando Madam Yu rompió el silencio, un escalofrío recorrió la columna de Jiang Cheng.

—Cállate—gruñó. Esta era la segunda vez en la noche que se permitía mandarla a callar, harto ya de tener que soportarla cuando su cabeza se encontraba ya demasiado atormentada como para aguantar más provocaciones.

—Wanyin—suspiró Yu Ziyuan—. Algún día entenderás que esta era la única salida. Es parte de crecer.

Jiang Cheng sintió una ráfaga de rabia subiendo por su esófago, mas por el bien de su —golpeada— relación con su madre, decidió acallar el impulso. No podía pelear con ella también, porque no podría sobrellevar todavía más decepciones en el correr de una misma noche.

—Soy un adulto, madre.—para articular esas palabras, Wanyin tuvo que hacer uso de todo el autocontrol que quedaba en él.

—Pues casi nunca actúas como uno.

No podía, de verdad que no podía soportarlo. Jiang Cheng se volteó hacia su madre, con los ojos inyectados en sangre, con las lágrimas acumuladas ardiendo en sus lagrimales. ¿Algo más? ¿Tenía algo más para decir? ¿Algo más para criticar? ¿No tenía suficiente con haberlo hostigado por más de diez minutos consecutivos? ¿Acaso ni siquiera tenía consideración por el deplorable estado emocional que lo envolvía? ¡Él! ¡Él, no actuar como un adulto! ¡Cuando había tenido que llevar a Yunmeng Jiang a cuestas desde que era un maldito adolescente! ¿Qué mierda le pasaba por la mente? ¿Por qué no podía simplemente aceptarlo?

Madam Yu reiteró un suspiro y tomó a Jiang Cheng entre sus brazos, acurrucándolo en un abrazo. Si bien su primer impulso fue apartarla —su madre nunca expresaba afecto, y por lo general las pocas veces en las que sí lo había hecho resultaron ser predecesoras de desgracias—, al final no pudo sino ceder y aceptar su gesto. Que su madre se sintiera lo suficientemente humilde para intentar —de alguna retorcida manera— consolarlo, era ya decir mucho.

Lingjiao no tenía a nadie que la abrace.

Tampoco lo tendría por un tiempo, no, porque se acababa de marchar del Embarcadero de Loto tan sólo con el contenido de sus bolsillos —el cual, con mucha suerte, arañaba un tercio del sueldo que solía percibir por cada trabajo— y el peso de su propia conciencia. En Yunmeng Jiang quedaron sus pertenencias, sus mudas de ropa, sus adornos, su caballo, su vida.

No era justo. No era justo que todo lo que había cosechado durante tantos años se viera reducido a un mero recuerdo en cuestión de minutos. Pero por mucho que le doliera, por mucho que le pesara, no daría marcha atrás. No podía permanecer con Jiang Cheng, porque con demasiada facilidad le demostró que toda esa ridícula cantidad de esperanza que había depositado en él no era sino un absurdo. Jiang Cheng no la apreció nunca, porque de haberlo hecho no tendría la cara suficiente para haberle gritado esas cosas tan hirientes a la cara. ¿Por qué confió en él? ¿Por qué pensó que tendría en cuenta su amor a la hora de reaccionar? No, permanecer allí sólo lograría hacerla sentir peor. Madam Yu la juzgaría, sus shidis desconfiarían, y Jiang Cheng..., no estaba segura qué es lo que pensaría Jiang Cheng cuando su cabeza se encontrara lo suficientemente fría, pero tampoco quería saberlo. De ahora en adelante, ellos dos no tendrían nada que ver el uno con el otro. Hasta allí había llegado su contemplación.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora