El lado oscuro de Jiang Cheng.

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Incluso luego de regresar al Embarcadero de Loto, Jiang Cheng no pudo dejar de pensar.

Nunca antes se encontró a sí mismo envuelto en una situación donde pudiera percibir con qué ojos lo veían los demás, o bueno, tal vez sí lo había escuchado antes, pero siempre se esforzó por hacer oídos sordos. Pero cuando era el mismísimo Ming Jia quien confesaba no confiar en él... suponía que su opinión sí le importaba más que el resto. Por eso cuando reapareció en la cabaña aquella vez, el hombre no supo muy bien qué hacer, cómo romper el hielo. La vergüenza que sintió al mirar a los ojos a Ming Jia fue tal que optó por huir de él, alejarse todo lo que pudiera del latente sentimiento de desesperación que le generaba hablarle. Porque la verdad era dolorosa, sobre todo cuando venía de los labios de alguien a quien estimaba tanto.

Aún así, Jiang Cheng no podía terminar de dilucidar qué es lo que tenía que hacer, qué tenía que dejar de hacer, para convertirse en esa primera opción de Ming Jia que tanto parecía obsesionarle querer ser. Era complicado, extraño, difícil, aceptar que no importó el ayudar a los remanentes Wen, no importó haber optado por salvar a Wei Wuxian, Ming Jia de todas formas pensó en otro a la hora de confiarle algo tan importante —o al menos él asumía que sería importante— para él como lo era la custodia del ex protegido de Wuxian. Y ni siquiera se trataba de celos, no, porque Jiang Cheng sabía que Ming Jia eligió a Hanguang-jun no porque lo quisiera más que a él, sino porque nunca siquiera se le pasó por la mente ofrecerle esconder al niño. Ming Jia sabía desde el comienzo que no podía confiar en él para algo así.

Sin embargo, tragarse su orgullo, tragarse todo lo que alguna vez tuvo sentido dentro de su mente, era igual de difícil. No podía simplemente hacer caso omiso a su propio juicio y ayudar a los remanentes como si nada hubiese ocurrido, como si cada segundo entre ellos no implicara una tortura psicológica. Y al mismo tiempo, tampoco podía mirarlos con asco e ignorar lo que ellos significaban para los demás. Esa dichosa gente representó una familia para Wei Wuxian y ahora representaba también un soporte emocional para Ming Jia, por muy descabellado que le pareciera. Si todos aquellos a los que amaba parecían tan empecinados por proteger a esa gente, entonces, ¿quizá el problema era suyo? ¿Quizá el equivocado era él? ¿Por qué no podía verlos con los mismos ojos con los que Wei Wuxian y Ming Jia lo hacían?

La próxima vez que los visitara lo averiguaría. En el entretanto, se decidió a hallar una estrategia viable para reflexionar.

Podría decirse que la visita al escondite Wen sí fue fructífera. Jiang Cheng sí necesitaba un par de empujones para entrar en razón, y con ello no se refería a cachetadas o puñetazos sino a golpes de realidad. El único que podía quitarse el velo de encima de los ojos era él mismo, después de todo. ¿Quién querría permanecer al lado de un hombre cruel que ni siquiera sentía empatía por un niño pequeño? ¿Él, que se desvivía por cuidar a Jin Ling? ¿Qué tenían Jin Ling y Wen Yuan de distinto? Que uno es un Wen, y el otro no. El otro era hijo de su hermana, y nunca abandonaría a su familia legítima. Ahora bien, ¿cómo traspasar esa preocupación a aquellos que no se relacionaban con él a través de la sangre?

Entonces Jiang Cheng recordó cuánto le importaba Ming Jia. En teoría Ming Jia era un Wen, no de linaje, claro, pero sí provenía de un clan subsidiado por ellos. Por lo tanto, si él si era capaz de sentir cariño por un Wen, eso significaba que su visión de la realidad no estaba del todo distorsionada, que él no era del todo despiadado.

Lo último que faltaba era, por consecuente, descubrir qué es lo que tenía Ming Jia de especial como para que su amor por él sobrepasara el hecho intrínseco de su escandalosa identidad.

Quizá si le demostraba que sí tenía corazón, que sí era capaz de sentir empatía, entonces sería el mismísimo Ming Jia quien se atreviera a explicarle por qué mierda lo quería tanto, y cómo podía trasladar ese aprecio a los remanentes Wen.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora