EXTRA 1: El fanfic del fanfic.

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A veces, resultaba complejo el percatarse de cuán lejos había llegado.

Podría decirse, en realidad, que ese tópico no era en lo absoluto uno de los preferidos de Lingjiao, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de energía mental que implicaba el mirar hacia el pasado. Porque desde que murió y transmigró —eventos que, a esta altura, resultaban ya un tanto ajenos—, un sinfín de situaciones transcurrieron frente a ella, de las cuales la mayoría había terminado por marcar un hito importante hasta desencadenar en el día a día que ahora atravesaba. ¿Quién decidía su destino, de todas formas? ¿Había sido forjado por el Sistema? ¿Forjado por ella misma? ¿Forjado por la suerte? Ese tipo de disyuntivas no hacían más que traerle dolores de cabeza, y por esa misma razón Lingjiao trataba de evitarlos.

Aún así, y por mucho que gustara de dejar de preocuparse por absolutamente todo, cada vez que se hallaba a sí misma tranquila en su habitación, meditando en los templos de Yunmeng, o simplemente escribiendo en su escritorio, ese extraño sentimiento de nostalgia y nerviosismo terminaban por invadirla. Todo había terminado, ¿cierto? Ya no existía nada más para narrar. Wei Ying llevaba semanas disfrutando de su flamante vida de recién casado, Jin Ling estaba comenzando a encaminar su futuro como el prematuro líder de Lanling Jin, Jiang Yanli le puso fin a sus trece años de reclusión, los hermanos Nie tomaban bajo su ala la responsabilidad del cultivador en jefe... Si todo había llegado ya a su fin, ¿por qué seguía ella allí? ¡Es decir! Su vida no era una telenovela, no era ella nada más que un personaje que cesaba su existencia tan pronto el telón se cerraba. Para nada; Lingjiao respiraba, hablaba, caminaba y sentía, estaba viva, y por ende creer que había "llegado al final" solamente porque el Sistema se había despedido carecía por completo de sentido... ¿o no?

Quizá su constante nerviosismo se debía a lo delicada de la situación en Yunmeng, incluso si Jiang Cheng ya tenía bajo control el común denominador de conflictos. Tal y como él hubo predicho, el anuncio de su compromiso y próxima boda —la cual, por cierto, se llevaría a cabo a comienzos del siguiente ciclo lunar— terminó por acallar varios de los rumores que manchaban la imagen de su secta, pues, ¿quién tenía tiempo para hablar de fantasmas del pasado cuando Yunmeng Jiang se hallaba en plena celebración? Claro, aquellos que continuaban despreciando a Lingjiao nunca cambiarían de opinión, aquellos que detestaban visceralmente a Wei Wuxian nunca perdonarían su vínculo, aquellos que confiaban ciegamente en Jin Guangyao nunca olvidaría su asesinato..., mas para su suerte, si debían balancear, la confirmación de su compromiso tuvo mucho más peso. Quizá este matrimonio traiga por fin la paz al golpeado Yunmeng Jiang, decían. Después de todo, y mucho más teniendo en cuenta la mala fama de Jiang Cheng, que hubiese conseguido esposa resultaba sin duda una impensada maravilla. Tal vez el hombre no era tan malo como la gente quería hacerlo ver, ¿no? Durante tantos años criticaron su inexperiencia, su soledad y su mal genio, ¿era esta la hora de revertir los roles?

Ahora bien, por muy reconfortante que resultara el haber logrado utilizar correctamente su felicidad como arma política, esta suerte de crisis existencial por la cual Lingjiao pasaba venía también de la mano de la cantidad inhumana de trabajo que su boda había acarreado.

Jiang Cheng estaba ocupado. Es decir, él siempre lo estaba, siempre tenía una reunión a la cual asistir, una pila de papeles que firmar, una cacería nocturna que planear. Pero ahora que debía sumar a su lista de tareas el ayudar a Jin Ling y, de paso, planificar su propia boda sin ayuda de ninguna otra secta y sin presencia de la —inexistente— familia de la novia... bastaba con decir que hubo tenido que renunciar a su misógina idea de prohibirle a Lingjiao trabajar por el resto de su embarazo.

Es más, durante la mañana en la cual ese extraño y molesto sentimiento de nostalgia se encontraba haciendo estragos en la psique de Lingjiao, Jiang Cheng ni siquiera estaba en el Muelle de Loto. Diez largos días llevaba embarcado en una misión protocolar en una de las tantas sectas menores que ahora luchaban por un mayor reconocimiento, y siendo honestos no existía manera humana para saber cuánto tardaría en regresar. Qué irónico, ¿no? Ahora que todo había terminado, ahora que su única preocupación y objetivo de vida era el sobrevivir y tener la familia que tanto deseaba formar..., ni siquiera era capaz de ver a diario al hombre con quien quería armarla. De verdad no podía esperar a casarse de una maldita vez, terminar con esa ridícula pila de quehaceres, y tener al menos la potestad de compartir habitación con él. Si no podía verlo durante sus jornadas laborales, al menos lo haría por las noches. Pero, por el momento, no contaba aún con ese privilegio.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora