Solamente un altibajo.

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Maldita sea con Ming Jia, ¿qué bicho le había picado? ¿Con qué derecho se enfadaba con él por algo así de estúpido? ¡Él tendría que pedirle perdón por haberlo manipulado física y emocionalmente durante tanto tiempo! Fue Ming Jia quien lo tocó, fue Ming Jia quien lo besó, fue Ming Jia quien le faltó el respeto en incontables ocasiones; y si de alguien era la culpa de que alguno de los tantos cultivadores de Yunmeng Jiang espiara cualquiera de sus encuentros, entonces ese alguien era sin duda Ming Jia.

...¿O se equivocaba?

Y es que, desde el mismísimo instante en el cual Ming Jia desapareció por entre los humedales, Jiang Cheng sintió el arrepentimiento cayendo por sus hombros como baldazo de agua fría. Tal vez no debió decir eso, ¿cierto? No debió haberlo tratado así. Porque si se detenía a pensarlo mejor, Ming Jia sí tenía razón en algo: no era su culpa. De la misma forma que a él le gustaba que su discípulo acatara sus órdenes sin oposiciones, su madre portaba el mismo orgullo y por lo tanto exigiría de la misma forma que Ming Jia cumplirse con su misión a rajatabla. Por eso es que había caminado hasta allí en pos de darle la noticia, y por eso confesó no poder hacer nada para evitarlo.

Pero con un demonio, ¿quién se pensaba que era como para tratarlo así y luego marcharse sin siquiera brindar explicaciones? Porque heriste sus sentimientos, se respondió a sí mismo. Había ofendido a Ming Jia al decirle que lo suyo era un error, ¿o no?

Esto era algo que le hería el orgullo siquiera maquinar, pero Ming Jia también tenía razón al reclamar que él se había dejado llevar de la misma manera. Sin duda esa atracción tan latente entre ambos era mutua, consolidada inclusive al punto en el cual Jiang Cheng no podía pasarla por alto. Y la razón por la cual no evitaba que Ming Jia lo besara o abrazara era ese estado tan similar al enamoramiento que no hacía más que aquejarlo.

Pero aún así, Jiang Cheng no tenía ni idea de cómo enmendar la situación. Qué complicadas eran las relaciones interpersonales, qué molesto resultaba tener que cuidarse al pensar y hablar pues podías terminar rompiendo el corazón de aquel que considerabas cercano. ¿Por qué tenía que existir la falta de comunicación? ¿Por qué tenía que existir el considerar las necesidades ajenas? A Jiang Cheng le hubiera encantado nacer siendo una estúpida planta. Al menos ellas no se peleaban con sus parejas porque, a fin de cuentas, no tenían pareja. Y él tampoco, no sabía por qué acababa de utilizar ese término.

Suspirando con resignación, Jiang Cheng decidió que pondría por primera vez la otra mejilla e intentaría dialogar con su madre tal y como Ming Jia sugirió.

No logró nada.

Después del tortuoso intercambio, el plan de buscar arreglar un matrimonio para él no fue cancelado, ni la participación de Ming Jia evitada. Por mucho que Jiang Cheng hubiese querido imponerse, lo cierto era que los ojos de su madre eran demasiado imperativos, demasiado amenazantes, y de verdad no importaba cuánto deseara librarse de la opresión que su madre representaba, su deseo por ser percibido como un buen hijo era dentro de él demasiado latente. ¿Algún día lograría deshacerse de esa cruz que cargaba? ¿Algún día se sentiría lo suficientemente pleno y seguro de sí mismo para decir ya no más ante las ridículas expectativas de su madre? Jiang Cheng estaba seguro que, de estar Ming Jia parado a su lado, lo primero que le diría sería que debía priorizarse a sí mismo, que debía abandonar ese miedo tan arraigado que le tenía a su propia madre.

Pero Ming Jia se había marchado enfadado del muelle, y ahora al no haber vencido la pequeña riña maternal, Wanyin tenía todavía menos idea de cómo podría disculparse. Disculparse sin disculparse, si entendían a qué se refería. La palabra perdón permanecía como tabú dentro de su diccionario personal.

Durante el resto de la tarde y primeras horas de la noche, Jiang Cheng continuó trabajando en silencio, amargado en su interior por toda esa desesperación que le generaba estar en malos términos con su amigo. A quien, por cierto, no veía desde la mañana. ¿En qué estaría trabajando? No había revisado su agenda.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora