La cueva™.

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Wen Chao despertó de mal humor. Quizá por la resaca, quizá por parecer haber olvidado lo que tentativamente fue la mejor noche de su vida, quizá porque el peso de no defraudar a su padre era demasiado grande. Lo único que logró apaciguar su odioso temperamento fue la coqueta risa de Lingjiao, quien, para su suerte, pasó toda la mañana recordándole cuán vigorosa y estimulante fue su pequeña cita de juegos de la noche anterior. 

El único que no parecía tragarse ninguna de sus palabrerías era Wen Zhuliu, quien de vez en cuando movía receloso la llave que colgaba de su cuello. Este pequeño gesto, a Lingjiao le helaba la sangre. ¿Sería que tal vez alguien hubo dado aviso ya de que la amante de Wen Chao se estuvo paseando  sin previo aviso por las mazmorras de la ciudad sin noche? ¿Sería tal vez que la hubo descubierto trepando por la ventana de su habitación? ¿O que sospechaba de ella desde hacía tiempo ya? No sabía, y tampoco quería darle demasiadas vueltas al asunto. Incluso si estaba al tanto de su traición, y mientras no se decidiera a matarla allí mismo, entonces nada podría hacer para cambiar el curso de la historia. En el peor de los escenarios, ella misma tomaría prestada alguna de las espadas que todavía descansaban en su manga y la usaría para asesinarlo a él y a Wen Chao..., si es que juntaba el valor para hacerlo, claro. 

De todas formas, el resto del día transcurrió como de costumbre. Durante la mañana, se labraba la tierra. Durante el mediodía, se cosechaban los frutos. Por la tarde, se trasladaba la materia prima, el agua, y se limpiaban los establos. Durante las primeras horas de la noche, se llevaban a cabo las cacerías nocturnas. 

Esa noche fue especial. Por lo general, las cacerías nocturnas se realizaban de a grupos de número limitado, mientras el resto se quedaba a estudiar las reglas de la secta Wen. Esta vez, no solo todos los cultivadores presentes fueron llamados a la acción, sino que además un considerable número de miembros del clan Wen se unieron a Wen Chao y a Wang Lingjiao, ésta última participando bajo la excusa de que sonaba divertido ver cómo alimentarían a la bestia con niños mimados. 

Una vez reunidos, el viaje por el bosque comenzó. El paisaje nocturno se abría paso frente a los ojos de una demasiado emocionada Lingjiao, quien no veía la hora de por fin dejar de fingir ser alguien que no era. Avanzaba a unos pocos centímetros de Wen Chao, a veces tomándolo del brazo, a veces solo sosteniendo una antorcha para él. De vez en cuando se volteaba a revisar la ubicación de Wei Ying. No solo porque necesitaba estar al tanto de sus movimientos, sino porque, además, no quería perderse de sus interacciones con Lan Zhan. ¡Como el incidente de Mian Mian y la bolsa de hierbas! 

Sin embargo, fue la contundente voz de Wen Zhuliu la que la sacó de su estado de ensoñamiento. Habían llegado. Frente a ellos, la boca de una gran cueva subterránea se asomaba entre las sombras que el follaje dibujaba bajo la cálida luz de las antorchas. Nadie se atrevía a dar el primer paso. 

—¡Vamos, todos adentro!—clamó Wen Chao, obligando al resto a adentrarse antes que él. Uno a uno, los jóvenes parecían ser tragados por la oscuridad. Nada ni nadie sabía con exactitud cuán profundo era el hueco que allí descansaba. 

Tan pronto como escucharon el primer estruendo y la primera voz afirmando que habían aterrizado con vida, Wen Chao le dio la mano y descendió junto a ella, seguidos por Wen Zhuliu.  

Un fuerte olor a humedad invadió sus sentidos. El incesante sonido de agua goteando en algún rincón de la cueva era lo único que irrumpía el silencio casi espectral que reinaba aquel lúgubre pasadizo subterráneo. De pronto, una a una fueron encendidas nuevamente las antorchas que la larga caída, el viento y la humedad hubieron apagado. Ante la intermitente luz, decenas de rostros pálidos como la nieve escudriñaban sus alrededores; algunos aterrados, otros nerviosos. Todo en aquel lugar gritaba peligro inminente. 

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora