Qué complejos son los sentimientos.

453 70 17
                                    

Al día siguiente, ni Lingjiao ni Jiang Cheng tenían una solución racional para el asesinato de Jin Guangshan. Es decir, por supuesto que no la tendrían. Las únicas misivas y audiencias que Jiang Cheng recibía eran para planear cuanto antes un asedio a Wei Wuxian y terminar con él de una vez por todas, y ninguna para dialogar sobre lo sucedido. Pretender otra salida era lisa y llanamente estúpido.

Lingjiao pasó una buena cantidad de horas yendo y viniendo de un lado a otro mientras esperaba ser contactada por el Sistema. En algún momento ese maldito desgraciado tendría que materializarse una vez más, en algún momento tendría que dignarse a comentar acerca de toda la asquerosa mierda que la estaba obligado a vivir. ¿Por qué le pidió salvar a Wen Ning? ¿Para luego redoblar la apuesta y quitarle a Wei Wuxian? ¿Para hacer su vida un millón de veces más miserable de lo que sería si hubiese optado por lavarse las manos? ¡Al diablo con todo! Si la mantenía viva solo para torturarla así, ¿por qué no simplemente la mataba y la devolvía a su mundo?

Tres días más pasaron, y hasta el momento Lingjiao ninguna novedad obtuvo referente a Wei Ying o al Sistema. A esta altura no podía estar segura ni de qué le depararía el mañana, siendo que la tensión era tan potente que no creía que quedasen más que un puñado de días antes del tan temido asedio a los tumultos funerarios. ¿Nunca ocurriría la masacre de la Ciudad sin Noche? ¿Yanli no tendría que morir? Se preguntaba. Pero sin el apoyo de su maravilloso Sistema, su vida no sería sino incertidumbre tras incertidumbre tras incertidumbre. ¿No podía tener un descanso?

Para calmar su mente, Lingjiao se abocó a cuidar de Jiang Cheng. La culpa que le generaba el simple hecho de existir había desembocado en ella obsesionándose en ayudarlo, pues al menos así sentía que su vida tenía alguna clase de sentido más allá de ser una maldita desgracia. Si Jiang Cheng estaba sufriendo, eso era parcialmente por su culpa, y si tenía que verlo llorar o frustrarse una vez más sería ella la que terminaría por perder la cabeza. Quizá lo quería más de lo que imaginaba.

Jiang Cheng también se tragaba sus propias inseguridades. Sería redundante ahondar en cuán miserable se sentía por arruinar la vida de Wuxian, así que vale la pena ahondar en otra de las tangentes que lo molestaban: Ming Jia.

Ming Jia no se separó de su lado desde el mismísimo momento en el cual lo vio llegar por el muelle un par de días atrás. A esta altura, Jiang Cheng no comprendía qué era lo que lo estaba impulsando a serle tan leal al punto del hartazgo, pero honestamente, y teniendo en cuenta lo delicado de su estado mental, para nada le molestaba su insistencia. Le halagaba, inclusive. Porque Jiang Cheng continuaba ligeramente encantado por Ming Jia, y que éste lo consintiera de tal forma no hacía sino despertar cierta chispa de esperanza en su corazón. Porque en los últimos días ese sentimiento que creyó enterrado terminó por resurgir de entre las cenizas, y desde aquella noche en la cual tan descaradamente Ming Jia había intentado desvestirlo, Jiang Cheng se sentía..., algo extraño. Algo que nunca se creyó capaz de sentir.

Igual no quería prestarle demasiada atención. No solo porque imaginar ese tipo de situaciones estaba completamente fuera de lugar, sino porque además, no las mercería. A lo único que él tenía derecho era su maldita muerte, la que debió haber aceptado cuando mató a Jin Guangshan. No cabían dudas, Wei Wuxian sí traía desgracia.

Sin embargo, calladito y tragándose la culpa, Jiang Cheng hacía oídos sordos a su conciencia. Cuanto más pensaba más le conflictuaba actuar y sentir, por lo que, ¿para qué seguir martirizándose? En algún punto tendría que aceptar que esa era su maldita vida y que nada podría hacer para cambiarla. Yunmeng Jiang saldría de ésta bajo su mando una vez más, tal y como salió después de la muerte de Fengmian y después de la campaña para derribar al sol. Su dolor personal en nada debería interferir con su único motivo de vivir: el trabajo.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora