El desarrollo de relación se está yendo por las nubes.

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Lo más difícil del paso del tiempo no era que a veces transcurría lento y otras estúpidamente rápido, sino que no importaba cuánto intentara, existían situaciones que se escapaban de sus manos. Es decir, sí podía esperar a hallar en la entropía del universo los vestigios de ciertas situaciones —como las cartas de Huaisang que le indicaban lo cerca que estaban de la posible muerte de Mingjue—, pero existían otras que no importaba cuánto esperara, la respuesta no llegaba a ella. Y nunca lo haría, en realidad, porque mientras ella se encontraba encapsulada viviendo en Yunmeng, los objetos de sus inquietudes estaban desperdigados a lo largo y ancho de la región.

Hacía muchísimo tiempo que no oía nada sobre Lan Wangji, por ejemplo. ¿Se habría recuperado ya de sus heridas? Ya habían pasado más de dos años, ¿no? ¿Y qué había con Lan Sizhui? ¿Cómo se estaría adaptando a su nueva vida en Gusu?

No sólo ellos le preocupaban; si bien solía intercambiar cartas con Wen Qing y Mianmian, lo cierto era que tampoco había estado muy al tanto de su posición actual, siendo que, desde la primera y hasta el momento última vez que los visitaron, Lingjiao no fue capaz de encontrar ni un solo hueco para darse una vuelta por allí. Y no iba a mentir, a esta altura ya se estaba impacientando. Demasiado estatus quo, demasiado silencio, demasiada cotidianidad. Tenía que poner manos a la obra en algo o terminaría cayendo en la locura.

Pero hey, su vida no era tan mala como la hacía sonar. No, incluso si los nervios y la aplastante sensación de que todo podía irse a la mierda en cualquier momento eran para ella un día a día, la verdad era que Lingjiao se la pasaba bastante bien. Estaba cómoda, podría decirse. Tenía a Jiang Cheng dando vueltas alrededor suyo con ese ceño fruncido que parecía pintado a su rostro, a Jin Ling correteando de un lado a otro y sacándole canas verdes tanto a su tío como a ella, tenía a Jiang Yanli viva, en reclusión pero viva al fin, sirviéndole de compañía esporádica. Podría decirse que, de estar vivo Wei Ying, su vida sería...perfecta. Por primera vez en toda su maldita existencia, Lingjiao estaba considerando dejar de lado su plan inicial de exiliarse en las montañas como Mianmian. No, tal vez su lugar en el mundo sí era Yunmeng. Tal vez su lugar en el mundo era Jiang Cheng y todo lo que lo rodeara. Estaba segura de que su yo de diecisiete años no dudaría en darle una bofetada ante lo que acababa de pensar.

Y es que sí resultaba bastante curioso, ¿cierto? Cómo se habían desenvuelto los hechos. El primer impulso de Lingjiao tan pronto despertó en su nuevo cuerpo fue salvar a Wei Wuxian y luego huir lejos de la trama para siempre, viviendo como una cultivadora errante y cosechando papas hasta el hartazgo. Pero cuán caprichosa era la vida como para ahora estar establecida en el Embarcadero de Loto no sólo como una de sus cultivadoras, sino también como una de las influencias más cercanas a su líder. Ella, que no tenía ni la más mínima idea de cultivación más allá de lo que leyó, ella que tardó más de cinco años en aprender a empuñar un arco y una flecha, que tuvo que obligarse a estudiar toneladas y toneladas de etiqueta con el único fin de no meter la pata. Qué cosa más extraña, ¿no? Seguía con vida.

Y qué vida tenía.

Pensar en todo lo recorrido la llevaba irremediablemente a visualizar a Jiang Cheng. Porque ese desgraciado sí que había adoptado un rol tan protagónico en su existencia que a ella ya comenzaba a abrumarle. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿En qué momento? ¿Con qué justificación? Lingjiao se consideraba una persona bastante enfocada en lo suyo, así que no lograba comprender cuándo fue que su enfoque se distorsionó tanto.

Aunque bien, por mucho que su cerebro se esmerara por idealizar a Jiang Wanyin, lo cierto era que los dos, por momentos, se sentían bastante tensos. Sobre todo porque los miedos intrínsecos a todo el drama de Wei Wuxian continuaban a flor de piel. Jiang Cheng seguía callándose sus inseguridades, seguía negándose a hablar de Wei Wuxian más allá de un par de palabras sueltas de tanto en tanto, seguía bastante reticente a la idea de ir a visitar a los Wen muy a pesar de haber avanzado al dejar de esbozar muecas de asco cuando habla de ellos. Jiang Cheng avanzaba lento como tortuga, podría decirse, e incluso Lingjiao a veces sentía que a Jin Ling le crecía el cerebro con mucha más velocidad que a su tío de veinticinco años. Dios, ya tenían alrededor de veinticinco años. Faltaban diez más para el regreso de Wei Ying, ¿no? Qué difícil era vivir sin calendario gregoriano.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora