Una última parada en Lanling Jin.

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La amplia caravana de cultivadores de Yunmeng Jiang llegó a la torre de Carpa después de un interminable viaje en barco y a caballo. Con los rumores sobre el inminente ataque a Qishan Wen esparciéndose cual plaga por cada rincón del país, los primeros focos de revueltas se habían dado por iniciados para cuando Yunmeng Jiang inició su travesía hacia Lanling. Con qué rapidez se encendía la llama de la guerra y con qué salvajismo los hombres se entregaban al conflicto. Lo que les depararía de ahora en adelante sonaba incluso más tétrico que la muerte.

Jiang Yanli y Wang Lingjiao permanecieron juntas la mayor parte del viaje, ayudando a Jiang Cheng en cuanto pudieron. Estar en la retaguardia a Lingjiao le brindaba cierto grado de seguridad, enfrascada en sus labores culinarias o sanadoras junto a Yanli, quien era sabia mas no orgullosa y por ende no le importaba detenerse a explicar cómo realizar alguna que otra maniobra. En tan solo un par de días, junto a ella aprendió más sobre hierbas y cultivación que en medio año estudiando en Yunmeng.

Lanling Jin se encontraba protegido tras capas y capas de barreras espirituales, sumados también a redes de contención y cantidades incluso ridículas de cultivadores que se hallaban estratégicamente ubicados en los alrededores de la torre de Carpa. A Jiang Cheng le resultaba asqueroso cuán ostentoso y egoísta podía llegar a ser Jin Guangshan y su gente en un momento tan crucial como el que estaban atravesando, preocupándose más por sus dichosas torres de control que por planificar correctamente su primer golpe. No le sorprendía viniendo de un hombre cuya sed de poder resultaba mucho mayor que su sentido del deber, de todas formas. Como actuaba el líder, actuaba su secta.

Lingjiao fue llamada a la contienda de la familia Jiang justo antes de anunciarse ante el clan Jin. Allí dentro, uno de los sirvientes de la familia se acercó a ella y le extendió un arco y una aljaba con flechas, además de la espada de entrenamiento que durante tantos meses había intentado despertar sin resultado favorable alguno. Si bien Lingjiao contaba con un núcleo dorado, su dueña original nunca fue poseedora de un talento ni una educación exorbitantes, pues hasta el día de la fecha ninguna espada espiritual logró congeniar con sus poderes, lo que volvía a Lingjiao tan útil como un poste. No obstante a su constante entrenamiento con el arco, lo cierto era que todavía se le dificultaba un poco apuntar, y eso era algo que no podía cambiar sin importar cuántas veces Jiang Cheng le gritase en el oído cuál era la forma correcta de manejar un arco y sus flechas. Culpa de su completa inexperiencia con cualquier tipo de arte tradicional, suponía, pues ella venía de un mundo donde esa clase de actividades eran inasequibles para cualquier ser humano normal. Aún así, frente a una entrada oficial en medio de una misión oficial para la realización de un plan militar oficial, todo aquel cultivador debía por lo menos vestir sus propias armas espirituales. Caso contrario, lo único que lograría sería levantar malos comentarios acerca de ellos o la secta a la cual pertenecían.

No importaba, incluso si no podía usar una espada como se debía, o disparar flechas con la misma precisión con la que Wei Ying o Jiang Cheng lo hacían, Lingjiao igual se esforzaba en mantenerse al margen, tranquila e inalterable. Ella no quería destacar, no quería darse a conocer, así que, ¿para qué quejarse? Mientras pudiera mantenerse cerca de aquellos que más quería, el resto era ignorable. Aunque esta vez existía un detalle que no podía pasar por alto, y ese era el cómo reaccionaría, adónde iría, qué haría, si Jin Zixuan, Jin Zixun o algún otro cultivador cercano a ellos la reconocían. Ming Jia era el sirviente maleducado que hubo ofendido al joven amo Jin, e incluso si en Yunmeng aquél incidente hubo sido reconocido como positivo, en Lanling Jin las cosas eran muy diferentes. Allí, una mirada bastaría para que la profecía del espíritu se cumpliera, no en manos de Yiling Laozu, sino de Jin Zixuan.

Por las dudas , comentaba Lingjiao para sus adentros, mantendría su cabeza baja y no se alejaría ni un solo centímetro de Jiang Cheng . Sí, eso sonaba como un plan excelente. Qué inteligente eres, Wang Lingjiao.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora