Jiang Cheng tenía un mal presentimiento. Lo había estado teniendo por días, de hecho. La acumulación de problemas seguía haciendo estragos en su pobrísima sanidad mental, y lamentablemente el tener a Nie Huaisang dando vueltas no hacía sino empeorar las cosas.
A decir verdad, Huaisang no era tan molesto por sí solo. Más allá de amar holgazanear y evadir responsabilidades, lo cierto era que ni era ruidoso ni insoportable. Su existencia se asemejaba a la de una planta, inclusive: con solo darle una cama en la que dormir y un par de instrumentos musicales para jugar, ya lo domabas sin mayores dificultades. No obstante, una vez que lo combinabas con Ming Jia las cosas cambiaban un poco.
Se necesitaba bastante fuerza de voluntad para doblegar a alguien como Ming Jia, quien solía acatar a las reglas y seguir sus órdenes a rajatabla muy a pesar de cualquier discusión o choque de ideales pudiesen surgir de tanto en tanto. Y aún así Huaisang lograba ese fastidioso cometido, e incitaba a su mejor empleado a escabullirse en horas de trabajo o ignorar sus entrenamientos para reír como unos idiotas. ¿De qué tanto hablaban para reír así? Ming Jia nunca se reía con la misma pasión cuando estaba con él. ¿Por qué? ¿Qué tenía Nie Huaisang de gracioso? ¿Él no era gracioso? ¿No le divertía pasar tiempo juntos? (Nivel de necedad: treinta por ciento).
De verdad adoro su compañía , había comentado Ming Jia la noche de su cumpleaños. A él nunca le dijo algo así, nunca le expresó cuánto le gustaba compartir tiempo de calidad juntos. ¿No debería eso significar que, al contrario, le disgustaba...? (Nivel de necedad: cincuenta por ciento).
Jiang Cheng fruncía el ceño cada vez que su mente se escapaba para este tipo de tangentes que nada tenían que ver con sus obligaciones. Ming Jia prometió siempre estar ahí para ayudarlo, siempre estar ahí para apoyarlo, ¿no? ¿Entonces por qué dudaba tanto?
Porque tal vez lo diga por obligación. Exacto, ese podría ser el caso. Que el hombre hubiera decidido permanecer a su lado podría tratarse de un mero compromiso laboral. Y de hecho eso tenía sentido, porque fueron contadas con los dedos de su mano las veces en las cuales Ming Jia se atrevió a llamarlo por el nombre. Eso significaba que lo respetaba como su líder y nada más, ¿o se equivocaba? (Nivel de necedad: setenta por ciento, ¿quién da más?)
Pero si de verdad a Ming Jia no le importaba para nada su relación, entonces, ¿por qué organizó esa estúpida fiesta de cumpleaños? ¿Por qué le regaló ese colgante? Y de paso, él fue lo suficientemente estúpido para colgarlo en la vaina de Sandu tan pronto como tuvo la oportunidad, como si de verdad le hubiese conmovido la amabilidad de Ming Jia. Se está burlando de ti, Wanyin, pensó entonces. Sí, eso sí que tenía sentido. Ese regalo era una burla, como también lo fue la celebración sorpresa y los besos que compartieron antes del asedio. Aquella vez fue Ming Jia el que le puso un alto a la situación, lo que denotaba que, efectivamente, no quería continuar haciéndolo. Lo que solo podía significar que se estaba tomándole el pelo. (Nivel de necedad: ochenta por ciento)
¿¿Por qué cayó en una trampa tan ruin como esa?? Él no era así, él era mucho más inteligente y capaz... Pero Ming Jia tenía ese nosequé tan excepcional, tan insólito, que el no rendirse frente a sus encantos continuaba resultándole imposible hasta el día de la fecha. Después de todo, Ming Jia tenía la capacidad de tranquilizarlo cuando nadie más podía, y en el correr de toda su vida la única otra persona que contaba con la misma habilidad era su hermana Yanli. El problema era que a Yanli la amaba por lo que era, su hermana, y a Ming Jia... No sabía qué nombre ponerle a su afecto.
Lo único de lo que sí estaba seguro era que Ming Jia estaba jugando con él, había estado jugando con él por un tiempo demasiado prolongado como para seguir ignorándolo, y Nie Huaisang llegó tan solo para confirmar sus sospechas. Al diablo con todas esas veces en las que Ming Jia dijo no sentir nada por Huaisang, ese hombre estaba mintiendo y punto. Y él ya no quería dejarse engañar ni una sola vez más, no estaba de humor para ello. De hecho, no estaba de humor para absolutamente nada, y no creía estarlo en un largo, largo tiempo. Que lo dejen todos solos con su maldito sufrimiento, no le hablen, no le toquen, no respiren cerca de él. Jiang Cheng estaba harto. (Nivel de necedad: noventa por ciento)
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Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.
FanfictionA la hora de elegir un personaje en el cual transmigrar, los Sistemas suelen priorizar dos aspectos: irrelevancia y maldad. Para hallar una víctima de transmigración, en cambio, el requisito excluyente es padecer una muerte ridícula. Wang Lingjiao n...