Un merecido nuevo comienzo.

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La siguiente seguidilla de eventos resultó tragicómica.

Primeramente, Lingjiao tuvo razón al declarar que a Nie Mingjue no podría importarle menos qué ocurriera con ella. Esa indiferencia tenía sentido de ser, claro, porque incluso si Mingjue y ella hubieron compartido incontables tardes a lo largo de esos tediosos cuatro años, en ningún momento tuvieron la oportunidad de estrechar el superficial lazo que los unía. Lingjiao era una suerte de "dama de compañía" para su hermano Huaisang, tal y como una sirvienta sería la fiel lazarilla de la hija de un emperador. Claro que ni la mujer actuaba como lacayo ni Huaisang era en realidad una princesa, pero amistad así de extraña sólo podía ser comparada con un vínculo semejante.

Quizá por esta predisposición de Nie Mingjue a ver a Lingjiao como nada más que un accesorio de su hermano menor, el hombre nunca logró despertar un interés real en ella. Sí, tocaba el guqin para él cuando se sentía nervioso, también tomaba el té en su compañía y lo seguía a la gran mayoría de las reuniones entre sectas, pero aún así los temas de conversación nunca se dignaron a fluir. Además, Lingjiao nunca hubo abandonado cierto grado de nerviosismo latente durante cada uno de sus intercambios verbales, desencadenando en una indisposición mutua por dialogar como dos seres humanos normales.

Si a esto se le agregaba que Lingjiao no hacía más que traerle dolores de cabeza (como ocurrió en todas y cada una de las ocasiones en las que la susodicha se peleó con Jiang Wanyin en medio de su maldito pabellón principal), tan pronto como la noticia de Yunmeng Jiang reclamándola para ellos llegó a sus oídos, Nie Mingjue no pudo más que encogerse de hombros. Corrían los rumores de que la mujer en sí era muy apta para el trabajo administrativo, cierto, pero en los cuatro años que la tuvo de huésped en su secta ni una sola vez la vio siquiera alzar un pincel para trabajar. ¿Jiang Wayin se la quería llevar incluso si él no le hallaba ninguna clase de utilidad? Pues adelante, ¿a él qué le importaba? Ya tenía suficiente cuidando de Huaisang.

Pero hablando de Huaisang, fue él quien le adjudicó la porción trágica a la fusión tragicómica, porque mientras que su hermano mayor denotaba indiferencia pura, él estaba a punto de considerar cortarse un brazo para acallar el dolor de su pobre y destartalado corazón.

Cuatro años era un montón de tiempo. ¿Por dónde debía empezar? Wang Lingjiao siempre fue una de sus amigas más íntimas, desde el mismísimo primer momento en el que la conoció es que él supo que los esperaba una amistad sincera e inquebrantable. Ahora bien, una cosa era verse de tanto en tanto durante simposios o fiestas nupciales ajenas, y otra muy distinta era pasar las veinticuatro horas del día con Lingjiao a su disposición para absolutamente todo.

Porque ellos pintaban juntos, tocaban música juntos, escribían juntos, viajaban a la ciudad juntos, estudiaban juntos, tomaban el té juntos, y un larguísimo etcétera de actividades recreativas abiertas a la imaginación del lector. Nie Mingjue tenía razón al decir que Lingjiao era un accesorio, pero lo que él no contemplaba era que esta cualidad resultaba, en realidad, mutua.

Teniendo en cuenta que los dos eran así de inseparables..., ¿ahora qué? ¿Qué debía hacer? Si Lingjiao se iba y retomaba esa vida aburridísima junto a Jiang Cheng en el Muelle de Loto..., ¿¿qué sería de él?? ¿¿Cómo sobreviviría?? Además, ¡todavía no habían finalizado todo el asunto referido a Jin Guangyao! ¿Cómo planificarían el resto de sus conspiraciones si no vivían dentro de las mismas cuatro paredes?

—A-Sang, ¡está bien! Sigo viva, ¿sabes?—la tarde en la cual Lingjiao se despidió definitivamente de su segundo hogar, Nie Huaisang se había mantenido llorando cual magdalena por al menos hora y media—. Nos veremos antes de lo que puedas imaginar.

Y no mentía. Sería una total ingenuidad pensar que el Sistema los dejaría en paz solamente porque ahora estarían a unos buenos cientos de kilómetros de distancia.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora