La cacería nocturna de Jin Ling (segunda parte).

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—¿Trajiste tus flechas?—Jiang Cheng abrió su bocota tan pronto como vio a Jin Ling arribar en las puertas del Embarcadero de Loto, con Lingjiao siguiéndolo al menos cinco pasos por detrás—. ¿Qué hay de tu espada? ¿La puliste? No te olvides que llevas el legado de tu padre con ella. ¿Tienes las antorchas? ¿Y las bengalas? Si algo pasa, tienes que llamar refuerzos con ellas. ¿Hada trae su collar? Quiero creer que recuerdas cómo llamarla, ¿cierto? Es tu perro espiritual, después de todo.—sumido en su intensidad, Jiang Cheng ni siquiera parecía parar para respirar entre oraciones—. Espero que hayas meditado, porque necesitarás canalizar toda tu energía sin equivocarte, ¿recuerdas nuestra última lección? A-Ling, ¡mírame cuando te hablo! Si me vuelves a faltar el respeto voy a darte una paliza q-

Lingjiao se acercó a él y tomó su hombro, presionándolo con suficiente fuerza como para hacerlo callar. Si bien Wanyin reaccionó mirándola de reojo, aún así pareció comprender el mensaje.

—Jin Ling—suspiró Jiang Cheng, recobrando la cordura—. Hoy es un día muy importante, espero que seas consciente de ello. Da lo mejor de ti, tu secta te está observando.

Tirando de su túnica, Lingjiao acercó a Wanyin hacia ella y susurró algo en su oído. El rostro del hombre pasó por varias tonalidades de blanco y rojo antes de regresar a su pigmentación usual, juntando a su vez los labios con indecisión. Ming Jia estaba pidiendo algo... muy difícil. Pero valía la pena intentarlo, ¿no? Él nunca era así de sincero, así de directo con lo que pensaba y sentía, y bien sabía cuánto lo hubo perjudicado actuar así en el pasado. Jin Ling era el hijo de su hermana y Jin Zixuan, su único sobrino de sangre, el único niño al cual crió desde que era tan sólo un bebé, al que alimentó, arropó, educó, atendió, y seguiría atendiendo durante muchos años más. Ese mismo niño estaba a punto de atender a su primera cacería nocturna, poner en juego sus primeros años de entrenamiento coordinado entre Yunmeng Jiang y Lanling Jin..., por supuesto que estaría nervioso, tal y como Ming Jia acababa de sugerir. Él también lo estaría, pues sabía a la perfección lo que se sentía tener un mundo de expectativas y prejuicios presionando sus pulmones.

Cuando era tan sólo un niño, Wanyin había tenido que soportar todas esas recriminaciones completamente solo, pues ninguno de sus padres se molestó realmente en fomentar en él ni siquiera el más ínfimo ápice de confianza. ¿Por qué Jin Ling tenía que padecer lo mismo? Incluso si estaba seguro que su madre debió haberlo mimado la última vez que fue a visitarla, él también era una figura importante en su vida, ¿cierto? Claro que no se animaba a adjudicarse el rol de padre pues eso sería insultar la memoria de Jin Zixuan, pero obraba de figura importante al fin. ¿Quizá el niño padecía su aparente indiferencia? ¿Quizá su forma de demostrar amor y preocupación era demasiado agresiva para alguien así de pequeño?

—No importa qué ocurra hoy...—Lingjiao volvió a tomar el hombro de Jiang Cheng—, sé que lo harás bien, y estoy orgulloso de ello.

Jiang Cheng demostraba afecto a través de métodos poco ortodoxos, como lo era esa predisposición suya a gritar, a retar, o a llevar a Jin Ling al límite. El hombre supervisaba todos y cada uno de sus entrenamientos, procuraba conseguir solamente lo mejor para él, brindarle hasta la más ínfima de sus necesidades. Aún así, un lenguaje afectivo semejante sólo podía ser entendido a la perfección por otro adulto como en el caso de Lingjiao, quien demasiado acostumbrada estaba ya a leer sus acciones entre líneas.

Y siendo sinceros, estaba bien. No se podía pretender que todos amaran de la misma forma, que sintieran de la misma forma, y que expresaran ese cariño de la misma forma. Pero Jin Ling, en su calidad de infante, en su calidad de cuasi-huérfano, en su labor de dividir su vida entre Yunmeng y su madre enferma, y Lanling y su tío permisivo, no contaba con la suficiente madurez para comprender algo así de intrincado como lo era el amor mismo. Por eso aquellas palabras que sonaron tan antinaturales saliendo de los labios de Jiang Cheng terminaron por sonrojarlo, incluso si al comienzo su rostro se torció en una mueca un poco avergonzada. Porque su tío no solía hablarle así —y de hecho, ni siquiera estaba seguro de si le gustó que se expresara con tanto afecto—, y el simple hecho de estar vivo para escucharlo enunciar frase semejante era sin duda un acontecimiento de uno en un millón. ¡¡¡De verdad que su jiujiu era el mejor tío del mundo!!!

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora