El primer paso para sanar (versión Lingjiao).

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Transcurridos un par de meses desde la muerte de Madam Jin, podría decirse que la vida de Jin Guangyao había alcanzado un nivel mayor de estabilidad. Sin padre que lo martirizara, sin hermano que lo opacara, sin madrastra que lo torturara, sin impedimentos en el manejo de su secta, su familia y su vida... Jin Guangyao no podía pedir absolutamente nada más. Incluso si Nie Mingjue era ahora un objetivo inalcanzable, o si la prostituta Sisi se había dado a la fuga —su amabilidad tenía un punto límite: su desaparición sin duda implicaría asesinarla tan pronto como Xue Yang o él mismo dieran con su paradero—, o si Mo Xuanyu continuaba estorbando su paz de tanto en tanto, lo cierto era que no podía quejarse demasiado. ¿Sería que por fin su vida se hallaba realizada? ¿Que por fin podría despedirse de las desgracias? ¿De los infortunios? ¿De las acusaciones y tormentos? Incluso si la gente continuaba hablando a sus espaldas, ¿podría por fin llamarse conforme con su posición?

Tal vez, en realidad, estaba demasiado cómodo con sus glorias acumuladas, y por esa misma razón es que terminó bajando la guardia en el peor momento.

Jin Guangyao era un hombre, como mínimo, cauteloso. Todos y cada uno de sus movimientos habían transcurrido desde las sombras, en silencio, juntando las migajas para así deslindarse de cada acusación que pudiese recaer sobre sus hombros. Nunca, hasta el momento, flaqueó a la hora de empuñar su espada, manipular a una persona, o entramar los hilos de la venganza. Podría decirse que su sangre fría era una de las tantas consecuencias de lo duro de su vida, pero qué bien que aquellos mismos contratiempos que durante tantos años lo empaparon en desesperación, ahora le servían para deslizarse sigiloso hacia la cima. Quién diría que el hijo de una prostituta llegaría así de lejos, ¿no?

Pero si él era tan cuidadoso, tan meticuloso con sus planes secretos, entonces no comprendía cómo es que se le había pasado el pequeño detalle referente a Mo Xuanyu y su estúpida locura innata, esa que tan molesta y asquerosa le resultaba de lidiar.

Mo Xuanyu era un pobre diablo, víctima de Jin Guangshan tal y como lo era él. Su presencia no le habría molestado en lo absoluto de no ser porque Madam Jin estaba tan empecinada en mostrar un obsceno favoritismo por Xuanyu, al punto en el cual le permitía incluso infiltrarse a la habitación que compartía con Qin Su con tal de conseguir para ella el más minúsculo fragmento de información. Claro que hasta el momento nunca lo hubo conseguido, porque Jin Guangyao no era lo suficientemente estúpido como para dejar sus planes allí desperdigados, a los ojos de su esposa ni nadie que pudiese entrar a sus aposentos ya fuera por error o por trabajo. Para secretos tales es que tenía su bóveda secreta.

En esa misma bóveda solían transcurrir sus reuniones con Xue Yang, esas donde estimulaban sus conocimientos de las artes demoníacas, en las que se nutrían con todo ese conocimiento tan poderoso que Wei Wuxian dejó a su paso luego de su muerte, todo ese poder que Jin Guanghan en algún momento codició, mas nunca logró poseer.

Quién diría que, en su calidad de demente, en su calidad de desviado, Mo Xuanyu se habría aferrado a esa única llave que todavía poseía de cuando su mamá Jin todavía lo respaldaba, y que gracias a ese conveniente regalo de su parte fue capaz de escabullirse en la habitación de Jin Guangyao justo en el peor de los momentos.

En realidad, este pequeño pecado suyo llevaba semanas siento perpetuado. Porque Madam Jin le había prometido que tarde o temprano lograría concretar el afecto que sentía por su a-Yao, y que incluso si ella no estaba allí para ayudarlo de alguna forma podría conseguir adueñarse de ese amor tan puro que sentía. Era por eso que durante algunas noches sin luna, Mo Xuanyu se escabullía en la habitación de su hermano y buscaba receloso los vestigios de una señal, una huella que le permitiera conocer los gustos de Guangyao, sus ambiciones, sus deseos, sus aspiraciones. Sólo si conseguía esos detalles tan íntimos sobre él es que podría comenzar a gustarle, ya no como su hermano menor, sino como el hombre que lo quería con todo su corazón.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora