El recreo ha terminado.

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—¿Cómo te trataba?

Cinco días después de haberle entregado sus ofrendas a Wei Wuxian, Lingjiao y Jiang Cheng se encontraban regresando de la ciudad cuando él decidió romper de esa forma el silencio. Estaban solos, caminando por el muelle luego de haber desembarcado y dejado a sus discípulos amarrando el bote. Tal y como ocurrió alguna vez en el pasado, cada vez que ellos se encontraban juntos la mayor parte de cultivadores de Yunmeng Jiang huían despavoridos en dirección contraria, casi como si interrumpirlos en su encuentro —que en realidad el noventa y nueve por ciento de las veces sólo estaban hablando de trabajo— fuese un pecado mortal. Lingjiao ignoraba si fue Jiang Cheng quien dio la orden de no molestarlos o si simplemente existía en la secta alguna suerte de acuerdo tácito, pero siendo honestos no le molestaba en demasía. Sí se sentía un poco incómodo cuando los miraban y se disculpaban por su intromisión antes de darse media vuelta e irse, pero ¿para qué quejarse? Suficiente tenía con Jiang Cheng como para además tener que soportar una tercera opinión externa.

—¿Cómo me trataba quién?—Lingjiao detuvo su paso y le regaló su expresión más genuina de desconcierto. En el bote se la habían pasado hablando de cacerías nocturnas, así que no entendía bien con qué se relacionaba esa pregunta tan extraña.

Jiang Cheng apartó la mirada y la fijó en uno de los tantos plantíos de loto, casi como si le avergonzara dirigirse directamente hacia Lingjiao. Cuanto más extraño actuaba más curiosidad le provocaba, pues debía sin duda tratarse de un tema escandaloso si ameritaba una reacción así de tímida.

—Ese imbécil, Wen Chao. Cómo te trataba cuando estabas con él.—las palabras salieron de su boca con un poco de hosquedad, roncas en su entonación e inseguras en su concepción. Cuánto le había costado a Jiang Cheng siquiera pronunciar en voz alta el nombre de Wen Chao, eso sin duda podría ser incluso temática de tesis.

Desde que tuvieron esa charla reveladora en el Salón Ancestral, Jiang Cheng comenzó a comportarse un poco más..., curioso, si podía decirse así, acerca de Lingjiao y lo que ella escondía u omitía. Si bien no entendía qué demonios le había ocurrido como para comenzar a interesarse por asuntos que nunca antes en su desgraciada vida llamaron su atención, no iba a mentir que se sentía bastante cálida su predisposición a conocerla. Y es que por muchos años que hubiesen pasado juntos, por muchas charlas interminables que hubiesen compartido desde su primer acercamiento amistoso, Lingjiao siempre guardó para ella todo lo que consideró impropio de ser enunciado. No tanto a lo referido a la transmigración en sí —pues resultaba obvia su incapacidad por confesarlo—, sino a lo vivido antes de arribar en Yunmeng, o lo acontecido cuando conoció a Wei Ying en Ciudad Sin Noche. Cada una de sus opiniones más personales, sus pensamientos subversivos —en contraposición a la norma en la que se hallaba inmersa—, sus miedos más profundos, habían sido ocultos en pos de garantizarse la supervivencia. Él no preguntaba, ella no hablaba, y punto. Tenían infinidad de tópicos de los cuales conversar sin necesidad de ahondar en sus asuntos controversiales.

Pero en algún momento —o al menos esto es lo que ella imaginaba— Jiang Cheng terminó por cansarse del anonimato que la envolvía, y desde que se dio cuenta de cuán secretiva resultaba su naturaleza fue que decidió, poco a poco, ir desglosando todos y cada uno de esos detalles hasta el momento ocultos. Lingjiao no se oponía a estos repentinos interrogatorios suyos, abierta a mostrarse tal cual era a modo de recompensa personal luego de tantos años reprimiéndose a ella y a sus verdaderos sentimientos. Si las palabras de Wanyin eran reales y de verdad no le importaba si ella era Wang Lingjiao, entonces suponía que no tenía sentido continuar con la guardia alta alrededor de él. Al final del día, no tenía realmente nada que temer, ¿no? Él era su novio, incluso si ese término sonaba quizá un poco moderno para serle asignado. ¿Su pareja? Como fuera, la cuestión recaía en que podía confiar en él si se atrevía a considerarlo de esa forma.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora