El tener el sueño ligero podía ser una maldición o una bendición, dependiendo del contexto. En este caso, cuando Wang Lingjiao volvió en sí de un sobresalto al escuchar el canto de un gallo en la distancia, lo único que pudo hacer fue agradecerle a los cielos el ser capaz de despertarse con tan poco. A su lado, Nie Huaisang y Wei Ying dormían como unos malditos desgraciados, babeando y roncando como si su vida dependiera de ello.
Se levantó de un salto y arregló su cabello y ropa frente a uno de los varios espejos que adornaban las paredes de la habitación. No se veía para nada mal, teniendo en cuenta la cantidad de vino que tomó la noche anterior y las repercusiones que éste solía tener sobre su piel. No sabía si la resistencia al alcohol la había acompañado desde el más allá, o si se trataba de una característica propia de la piel que ahora habitaba; en todo caso, no podía quejarse. Lo último que quería era que Jiang Cheng se diera cuenta qué había hecho la noche anterior, ¡quién sabía qué clase de regaño le esperaría de ser así!
Y es que el asunto que debía atender esa mañana era su cita —la sola palabra le generaba escalofríos, deseaba nunca volver a usarla con él— de entrenamiento con Jiang Cheng.
El menor de la familia Jiang era un hombre peculiar, como mínimo. Si le pidiera a cualquier persona que lo describieran en pocas palabras, dirían que tenía un carácter complejo, temperamental, retraído. No se equivocaban. La personalidad de Jiang Cheng había sido moldeada de la peor manera, y es que ¿qué clase de persona podría soportar la presión por parte de un núcleo familiar que escasas habilidades parentales reflejaba? Claro, no iba a ponerse a justificar cada una de las estupideces que hubo cometido en el canon solo porque el pobrecito tenía problemas familiares, pero de alguna u otra forma el conocer el contexto detrás de su forma de ser la ayudaba a soportarlo. Porque sí, por mucho que Lingjiao lo negara, últimamente vivía detrás de él. Nada podía hacer para evitarlo, teniendo en cuenta que, si todo salía bien, lo seguiría viendo a diario por un muy, muy largo tiempo. Después de todo, ella no se iría de Yunmeng Jiang a menos que la sacaran de allí tiesa y dentro de una bolsa.
Tan pronto como terminó de lavarse la cara y las manos, Lingjiao salió corriendo a toda velocidad, rezando internamente por no haber hecho esperar a Jiang Cheng. Dios, qué ocurriría con ella en el caso de que éste creyera que lo había dejado plantado, eso deseaba averiguarlo en lo absoluto. ¿Cuándo llegaría el maldito momento en el que pudiese bajar la guardia alrededor de él? ¿Era eso siquiera posible? Aunque el ser precavida no sonaba para nada descabellado cuando se trataba de interactuar con Jiang Cheng, después de todo, ¿cuántas veces la insultó o incluso amenazó en el pasado? ¿La última no había sido exactamente el día anterior? ¡Por el amor al cielo, Lingjiao, sí que eres masoquista!
Cuando llegó a la armería, él ya estaba allí parado, con una mano en su espalda y la otra sosteniendo un arco. Sandu colgaba de su cintura como un recordatorio silencioso del pequeño interrogatorio al cual la había sometido un buen puñado de horas atrás. No provoques a Jiang Cheng, Lingjiao. Te arrepentirás si lo haces, Lingjiao.
Al verla acercarse, la saludó con un leve gesto con la cabeza. Parecía nervioso. Con suma cautela, ella le ofreció una reverencia y le deseó un buen día, gesto que no le fue devuelto. Suponía que ya suficientemente extraño y fuera de personaje era el que le hubiera propuesto de forma voluntaria el encontrarse a solas. Si ella se consideraba a sí misma como una persona introvertida, ¿qué le quedaba a Jiang Cheng? Él era el rey de los asociales.
Sin decir mucho más, Jiang Cheng le tendió un arco, flechas, y una espada de entrenamiento. Qué iban a hacer, dónde, y por cuánto tiempo, eso aún era un misterio.
Casi como si le hubiera leído la mente, Jiang Cheng comentó:
—Iremos a cazar, espero que estés preparado.
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Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.
FanfictionA la hora de elegir un personaje en el cual transmigrar, los Sistemas suelen priorizar dos aspectos: irrelevancia y maldad. Para hallar una víctima de transmigración, en cambio, el requisito excluyente es padecer una muerte ridícula. Wang Lingjiao n...