Cuando octubre y sus primeras nevadas invernales llegaron, Lingjiao llevaba alrededor de dos meses viviendo en territorio de Qinghe Nie.
El día posterior a su llegada fue el más caótico de todos, no sólo porque las heridas de su corazón continuaban igual de frescas que en el transcurso de la madrugada anterior, sino porque además debía aparentar serenidad en pos de conseguir el consentimiento de Nie Mingjue.
Y es que, por muchas vueltas que le diera, Lingjiao no hallaba una excusa lo suficientemente creíble para justificar el porqué detrás de fingir ser otra persona, siendo que nadie que no fuera Nie Huaisang tendría el mismo nivel de tolerancia en cuanto a su verdadera verdadera identidad respectaba. Lo más prudente sería sin duda permanecer bajo el nombre Ming Jia, pues uno nunca sabía qué clase de rencores pasados podrían tenerle a una mujer que, supuestamente, fue tan cercana al heredero legítimo de la extinta Qishan Wen. Incluso si la guerra llevaba años enterrada, lo último que quería era arriesgarse a verse sometida a todavía más suplicios.
Ahora bien, que Ming Jia haya escondido su verdadero género..., no sonaba del todo congruente. Es decir, ¿por qué habría de hacerlo? Grandes cultivadoras existían desde hacía años, por lo que nadie se habría atrevido a cuestionar sus habilidades en caso de ser puestas en tela de juicio. Y en realidad Ming Jia no era un gran cultivador, pues su prestigio había llegado mayormente por sus buenas decisiones a la hora de ayudar a Jiang Wanyin en su tarea de administrar Yunmeng Jiang.
¡Pero bueno! Digamos que a Nie Huaisang no parecía importarle el crear una historia rebuscada que justificara su cambio repentino de pronombres, resultando en él simplemente yendo con su hermano y le diciendo Ming Ziteng, ese mismo que me ha ayudado a aprender la canción de la claridad para ti, necesita ahora refugio por algunas dificultades familiares. Ah, y por cierto, ¡todo este tiempo fue una mujer! Da-ge, ¡déjame cuidar de ella como si fuera mi hermana menor!
Una vez más, la imbecilidad impensable para alguien como Chifeng-zun terminó por resultarles de lo más conveniente. Lingjiao ignoraba si Mingjue había visto en ella la posibilidad de que su hermano menor contrajera matrimonio, ni estaba segura de si a alguien como él le importaría un acuerdo así —siendo que Mingjue ni siquiera había conseguido una esposa para él mismo—, o si en realidad la hubo aceptado a modo de gratitud por resultarle útil a Huaisang durante aquellas cuatro semanas en las que "entrenaron" diariamente. Fuera la razón que fuera, Lingjiao acababa de ganarse un lugarcito en el Reino Impuro, adueñándose de la habitación que le hubieron cedido cuando permaneció con ellos unos años atrás.
Y hablando de años atrás..., ¿no se suponía que el Sistema los obligaría a subsanar la trama tres veces al año? Pues ya había transcurrido al menos uno desde que abandonó Qinghe, y ni una sola vez se apareció ante ellos para perturbarles la paz. ¿Sospechoso? ¿O acaso estaba esperando el desarrollo de algún acontecimiento importante?
No importaba, ya habría tiempo de preocuparse por ello. Más que nada porque Lingjiao no podía pensar en algo así cuando estaba tan ocupada sufriendo porque acababa de abandonar el Embarcadero de Loto para siempre.
Nie Huaisang hizo todo lo que estuvo a su alcance para ayudarla. Cuando Lingjiao se adentró en su habitación por primera vez, sobre la cama se hallaba un sobrio vestido colores tierra, muy similar a las túnicas que el propio Huaisang solía vestir prácticamente a diario. Junto a éste descansaba un abanico pintado a mano —muy segura estaba de que se trataba de uno de los varios que ellos mismos decoraron la última vez que estuvieron juntos—, una horquilla, y un par de collares. Todos y cada uno de los implementos regalados denotaban a leguas haber sido escogidos por Huaisang en persona, pues combinaban a la perfección con la personalidad quisquillosa y artística que tanto lo caracterizaba. Al verlos, Lingjiao no pudo evitar sonreír con timidez, emocionada por lo íntimo del regalo, aterrada por estar diciéndole adiós a la etapa más extensa, sentimental y al mismo tiempo tortuosa de toda su maldita vida.
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Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.
FanfictionA la hora de elegir un personaje en el cual transmigrar, los Sistemas suelen priorizar dos aspectos: irrelevancia y maldad. Para hallar una víctima de transmigración, en cambio, el requisito excluyente es padecer una muerte ridícula. Wang Lingjiao n...