Lingjiao se despertó en medio de la noche debido a una serie de ruidos extraños. No se trataban de los truenos que rugían sobre el muelle, sino del incesante golpeteo, rápido y efusivo, de un par de pies caminando —aparentemente— de un lado a otro justo por detrás de la puerta de su habitación. Teniendo en cuenta lo agudizado de sus sentidos debido a la cultivación, la mujer se levantó en un apuro y se dispuso a vendar su pecho cuanto antes, temerosa de que alguno de sus shidis entrase al cuarto y la viera tan solo vistiendo las túnicas que de ninguna manera escondían la verdadera forma de su cuerpo. Después de tantos años viviendo en Yunmeng, ya se había acostumbrado a transformarse en Ming Jia de forma exprés, por lo que bastante ágil se consideraba a la hora de prepararse para visitas inesperadas.
El ruido de la tormenta se mezclaba con el neurótico retumbar de los pasos, y por un momento Lingjiao incluso dudó de estar escuchando bien. Teniendo en cuenta lo complejos que habían sido sus últimos días, temía estar enloqueciendo lo suficiente como para mezclar tormenta con mal augurio, y ruidos cotidianos con amenazas invisibles.
Pero lo que Lingjiao sentía y escuchaba no eran inventos de una imaginación exacerbada, sino que del otro lado de su puerta se hallaba Jiang Cheng. Ese extraño ruido que la había despertado en medio de la madrugada sí se trataba de sus pisadas, pues el hombre recorría ansioso el mismo círculo una y otra y otra vez, indeciso de si debía despertar a Ming Jia o no.
Porque Jiang Cheng había llegado a una conclusión gracias a su errática visita a Yiling, y por supuesto que el primero —y único— en enterarse debía ser Ming Jia. Solo él lo entendería, solo él no lo juzgaría, y solo él se abocaría a ayudarlo a cumplir su cometido no importaba qué. Ming Jia era lo único que le quedaba, después de todo, e incluso si la mentira acerca de Jin Guangshan prevalecía, Jiang Cheng estaba dispuesto a perseverar. Porque así era él, perder no era una opción en lo absoluto. Y perder a Ming Jia, mucho menos.
Quizá su estado de desasosiego era demasiado potente, puesto que se paró en seco cuando vio que la puerta de la habitación se deslizó frente a sus ojos antes de ser siquiera capaz de interactuar con ella. Frente a él, Ming Jia se erguía solo vestido con sus túnicas interiores, con el cabello ordenado en una media cola que le daba cierto aire elegante a su ya delicada figura. De no ser por la rectitud de su pecho y la aspereza de sus manos, incluso hubiese podido jurar que parecía una mujer. Pero él ya conocía bien a Ming Jia, así que aquel pensamiento ni siquiera venía al caso.
—¿Líder Jiang? ¿Qué hace aquí?—Lingjiao escudriñó a Jiang Cheng con la mirada. Estaba empapado de pies a cabeza, ¿acaso había salido sin sombrilla? ¿Y adónde se había escabullido? Desde la mañana que no lo veía—. Está mojado, por favor entre y permítame ayudarlo a secarse.
Pero Jiang Cheng no se movió de su lugar, determinado a expresar primero lo que tanto le costó resolver.
—Ming Jia—llamó. Lingjiao frunció el ceño en respuesta, visiblemente confundida por la resolución con la cual había pronunciado su nombre—. Salvarás a Wei Wuxian conmigo. A él y a sus... protegidos.
La segunda parte de su oración costó más que la primera, ya que el rechazo que sentía hacia los Wen era irreversible. Pero si iba a brindarle un voto de confianza a Wei Wuxian por primera vez en su vida, entonces debía aguantar la repulsión y aceptar que, sin ellos, su hermano no lo seguiría.
Lingjiao casi se cae hacia atrás debido a la sorpresa, descolocada hasta la médula por lo que acababa de escuchar. ¿Ella haría qué? ¿Lo ayudaría a hacer qué? No solo Jiang Cheng acababa de admitir que sí salvaría a Wei Wuxian, sino que su confesión había llegado a sus oídos en formato de órden y no de consulta. Eso significaba que él estaba decidido a cometer este curioso delito que podría arruinar su reputación, incluso si ésto significaba eso mismo, perder su buen nombre. ¿Cuánto tiempo le llevó llegar a esa tan deseada conclusión? ¿Meses? ¿Podría decirse que casi dos años? Era el periodo de tiempo estipulado por su Sistema, después de todo.
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Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.
FanfictionA la hora de elegir un personaje en el cual transmigrar, los Sistemas suelen priorizar dos aspectos: irrelevancia y maldad. Para hallar una víctima de transmigración, en cambio, el requisito excluyente es padecer una muerte ridícula. Wang Lingjiao n...