Madam Yu la casamentera (primera parte).

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Lo primero que Jiang Cheng vio al abrir los ojos fue la curiosa mirada de Ming Jia clavada sobre él.

¿Qué carajos? ¿Por qué mierda lo estaba observando dormir? ¿¿Qué clase de comportamiento desviado era ese?? Por el amor a la capital celestial, no debió haberle abierto las puertas de su habitación, no debió haberlo incitado a dormir con él. ¿En qué mierda estabas pensando, Jiang Wanyin? Ese tipo de impulsos así de escandalosos deberían estar explícitamente prohibidos.

Aunque sí que se había sentido bien el tener a Ming Jia abrazado a él la noche entera, acurrucado contra su pecho como si lo necesitara para descansar. ¿Por qué los sentimientos tenían que ser así de complejos? Hubiese preferido permanecer como una maldita planta durante toda su vida. Al menos así se ahorraría los conflictos morales.

Resultaba contradictorio que le importara tanto qué opinaran de él y qué pudieran decir de él en caso de hallarlo en cualquier situación comprometedora con Ming Jia, mientras que al mismo tiempo ocupaba cada fracción de su tiempo libre en estimular este lazo tan extraño, tan inoportuno que compartían desde hacía demasiado. Pero podría decirse que era inevitable a esta altura continuar negando lo innegable, siendo que por mucho que le hirviera la sangre, sus sentimientos —qué horror utilizar la palabra sentimientos así de abiertamente— se hallaban bastante consolidados.

Ming Jia apareció en su vida representando todo lo que quería destruir. Durante su adolescencia nunca logró comprender qué es lo que Wei Wuxian veía en él como para introducirlo a Yunmeng Jiang y compartir tiempo con él tan a la ligera, siendo que Ming Jia había confesado frente a su propio padre ser parte de Qishan Wen; el mismo Qishan Wen que los torturó por meses y los obligó a pelear contra una tortuga gigante con el único fin de dejarlos morir, el mismo Qishan Wen que asesinó a Jiang Fengmian a sangre fría. Sí, sí era cierto que Ming Jia advirtió en su momento acerca de la batalla, sí era cierto que incluso desde esa época lo había acompañado, apoyado y ayudado incluso cuando él se mostraba tan reticente a cualquier clase de interacción..., ¿pero realmente había sido lo correcto?

Pero una vez más: encariñarse con Ming Jia le había resultado inevitable. Qué perseverante fue y qué caradura al mismo tiempo, como para pasar por alto todas y cada una de las señales de alerta que Jiang Cheng le había dado. La caradurez con la cual siguió adelante en su malvado plan por hacerse su amigo... ¿Quién hubiese imaginado que conseguiría algo más que eso?

Al pensar en ello, por un salvaje instante el corazón de Jiang Cheng dio un vuelco.

Y es que tenía miedo de muchas cosas al mismo tiempo, algunas superficiales y otras... no tanto. Porque el haberse apegado así a Ming Jia no sólo significaba que era capaz de albergar esa clase de sentimientos hacia alguien, sino que ese alguien podía llegar en forma de otro hombre. No importaba que fueran ciertos los comentarios referentes al rostro de Ming Jia siendo confundido con el de una doncella si se lo miraba fijo, o de que su contextura física era deplorable incluso si entrenaba la misma cantidad de horas que sus pares. Pero eso no lo hacía menos hombre, ¿cierto?

Ahora bien, y dejando de lado toda la cuestión referida a su desprecio por los manga cortada como Huaisang o Wuxian, a Jiang Cheng también le preocupaba la intimidad . No hacía falta repetir que toda su vida había amado incondicionalmente a varias personas y que todas y cada una de ellas lo habían abandonado de alguna forma u otra. Estaba acostumbrado a ello, e incluso creía sobreentendido que no debía intentar, no debía dejarse llevar, porque tarde o temprano cualquier clase de amabilidad que Ming Jia le regalara terminaría regresando a él en forma de tragedia. ¿Para qué molestarse, entonces? ¿Por qué seguir insistiendo en esa pseudo-relación que estaba destinada al fracaso desde el mismísimo instante en el que se besaron por primera vez? Ming Jia era una persona excepcional, un hombre que demostró fidelidad y tenacidad sin siquiera permitirse flaquear, un hombre que lo trataba con delicadeza, con amor, con consideración. ¿Alguien como él realmente merecía estar atado a una existencia tan caótica como la suya? ¿A alguien así de inestable? ¿A alguien a quien el destino abofeteaba en la cara todos los malditos días de su vida?

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora