En algún momento la autora va a tener que explicar la trama (aquí no pasa).

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Ir a visitar a los Wen era sin duda una experiencia, como mínimo, peculiar. Increíble cómo dos simples y acotadas visitas lo habían arrastrado a experimentar emociones que parecían lejanas, impropias. Él no tenía tiempo para continuar gestando todo ese entrevero de miedos y contradicciones, pero allí estaba.

El primer encuentro no resultó ameno en lo absoluto —abatimiento podría haber sido el sentimiento dominante, siendo que el autopercibirse como un ser vil terminó por destrozar su ya de por sí pobre autoestima—, pero eso no significó que no hubiesen servido para reflexionar. Porque su segunda visita confirmó algo que tenía miedo de admitir: que los remanentes Wen no eran gente mala, no eran gente ruin, no eran antagonistas de novela cuya existencia servía como motor de desgracias. No, al contrario..., eran gente normal, mundana, tal y como cualquiera de los pobladores que residían en su querido Yunmeng. De hecho, podría incluso decirse que eran mejores que los pobladores de su región, pues a diferencia de ellos, los Wen parecían no conocer los prejuicios.

En ningún momento el grupo de remanentes alzó comentario malicioso acerca de él, de su nombre, posición o personalidad. Los puntos débiles que podrían haber aprovechado para criticarlo eran varios, como el hecho de que durante tantos años les tuvo asco, o cómo en la ocasión anterior se negó a dirigirles la palabra. Aún así, tan pronto como Jiang Cheng llegó al escondite lo único que llovió sobre él fueron saludos y agradecimientos. Agradecimientos por no traicionarlos, por dejarlos perpetuar su vida de exilio, por ayudarlos a no desfallecer por las adversidades. Si bien lo cierto era que el verdadero merecedor de esos cumplidos era Ming Jia, Jiang Cheng no pudo sino...dudar. Dudar de si todo ese rencor que guardaba en su corazón tenía razón de ser o si simplemente había malgastado su tiempo en odio.

¿Por qué no lo resentían? Él mató a Wei Wuxian. ¿Por qué no lo odiaban? Por su culpa —y la de Lanling Jin— vivieron meses en una montaña podrida llena de cadáveres. ¿Qué tenían ellos que los hacía tan diferentes? De estar en sus zapatos, él nunca hubiese tenido piedad. Pero esos malditos desgraciados no querían de él más que apoyo sincero, y la realización de que los había estado juzgando erróneamente no lograba sino revolverle el estómago.

Lo mismo ocurría con esos dos hermanos, Wen Ning y Wen Qing. Ellos sabían mucho mejor que los demás cuán odioso llegó a comportarse con Wei Wuxian y ellos mismos durante los dos años previos al asedio. Ellos sabían lo mucho que llegó a odiar a Wei Wuxian, siendo que fueron testigos y víctimas de primera línea cuando Jiang Cheng llegó a los tumultos funerarios junto a Jin Guangshan. Y si bien en algún momento llegaron a mantener una guardia bastante alta alrededor de él —sobre todo Wen Qing, quien siempre parecía esconder cierta desconfianza en el rincón de sus ojos—, lo cierto era que ambos lo trataban con la misma naturalidad, la misma simpleza que a Ming Jia.

Para colmo, tanto los ancianos como el dúo de hermanos inundaban a cada rato sus oídos con anécdotas sobre Wei Wuxian, sobre todos aquellos cumplidos que decía sobre él y su secta, sobre cómo su hermano era un hombre inteligente, capaz y resiliente cuya mano firme hacía maravillas a la hora de sobrellevar las adversidades. Si Wei Wuxian lo estimaba tanto, decían, entonces no cabían dudas de que Jiang Cheng era de verdad ese hombre tan imponente del cual había hablado. Y si Jiang Cheng fue hermano de Wei Wuxian durante tantos años, entonces también lo sería de ellos. Esa era su manera de honrar el buen nombre de Wei Wuxian, fuera donde fuera que estuviese su alma.

—Él pensaba así de mí a pesar de todo lo que le hice...—la realidad le había abofeteado en la cara con tanta fuerza, que la noche previa a partir Jiang Cheng no sabía cómo debía realmente sentirse.

—Por supuesto que sí. Wei Ying nunca quiso el mal para ti—había respondido Ming Jia. Era una lástima que en realidad todavía desconocía el verdadero peso de sus palabras, siendo que todavía creía que Wei Wuxian era el verdadero asesino de Guangshan—. Podría haber deseado vengarse de Lanling Jin por descuidar a la señorita Yanli, o por esclavizar a los remanentes Wen, pero, ¿de ti?

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora