LXI

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Ninguno de los dos había despertado de buena manera, pero Harry lo llevaba peor. Se había despertado con fiebre, el cuerpo pesándole como si tuviera un yunque sobre los hombros, y un dolor punzante en la espalda que le hacía desear no moverse. Como si eso no fuera suficiente, su teléfono comenzó a sonar insistentemente a las siete de la mañana, interrumpiendo el poco descanso que había logrado. El sonido perforó el silencio de la habitación, sumándose al malestar que ya sentía.

—¿Qué? —gruñó Harry al contestar, sin siquiera molestarse en mirar quién llamaba, su voz áspera y cargada de irritación.

—Buenos días, Harry... ¿Dónde estás? —La voz de Rebecca sonaba preocupada, casi desesperada, al otro lado de la línea.

—Rebecca, hola —respondió Harry, con la garganta seca y la cabeza aún aturdida por el sueño. Su mal humor se suavizó ligeramente al reconocer la voz de su asistente.

—Dime dónde estás, porque te desapareciste después del show y Jeff me ha mandado a buscarte. Me estoy volviendo loca, Harry. —Había un tono de urgencia en su voz que no pudo ignorar.

—Estoy con Louis —dijo Harry, sus palabras saliendo con un suspiro, como si fuera lo más obvio del mundo, aunque sabía que para Rebecca no lo era.

—¿Louis? ¿En Londres? ¿Qué demonios? ¿Cómo que con Louis? —La incredulidad de Rebecca era palpable, casi tangible a través del teléfono.

—Aquí, en Dinamarca, en la habitación de Louis —replicó Harry, cerrando los ojos un momento, intentando aliviar el dolor de cabeza que empezaba a formarse. Se frotó los ojos, tratando de despertarse completamente, mientras procesaba lo que acababa de decir.

—¡¿Louis está aqui?! —gritó Rebecca, su sorpresa y confusión explotando en el auricular. Podía imaginarla con los ojos bien abiertos y la boca entreabierta, tratando de comprender cómo Louis había llegado hasta Dinamarca sin que nadie lo supiera.

Harry se encogió ligeramente por el volumen de la voz de Rebecca a través del teléfono, alejándolo un poco de su oído. Con los ojos entrecerrados y la mente todavía adormecida por la fiebre, suspiró profundamente antes de contestar.

—Sí, Rebecca, está aquí conmigo en Dinamarca —respondió, tratando de mantener la calma—. No es necesario que te preocupes, estamos bien.

—¡¿Cómo que no me preocupe, Harry?!— replicó ella, claramente frustrada—. estoy buscándote desde hace horas, y tú te desapareces para estar con Louis sin avisar a nadie. ¡Esto es una locura!

Harry suspiró otra vez, frotándose la frente con la mano libre. Sentía el peso del cansancio en sus huesos, y la fiebre no ayudaba en absoluto. Pero por encima de todo, estaba la necesidad de proteger a Louis, de estar con él.

—Rebecca, te lo explicaré más tarde —murmuró, con un tono más suave—. Ahora mismo no puedo. Solo... confía en mí, ¿vale?

Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea, antes de que Rebecca exhalara, más calmada.

—Está bien, Harry, pero por favor, no nos dejes en la oscuridad. Sabes cómo se pone Jeff cuando no sabe lo que está pasando. Y tú... suenas fatal, Harry. ¿Estás bien?

Harry asintió, aunque Rebecca no podía verlo.

—Estoy bien, solo un poco cansado. Ya hablaremos más tarde.

Harry colgó el teléfono y lo dejó a un lado, soltando un largo suspiro. Se volvió hacia Louis, que estaba medio despierto, observándolo con preocupación en sus ojos.

—¿Todo bien? —preguntó Louis en un murmullo, su voz aún cargada de sueño.

Harry esbozó una sonrisa débil y se acercó a él, acariciando suavemente su mejilla.

Erotic MelancholiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora