LXXVII

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—¿Qué piensas, omega? —preguntó Harry con suavidad mientras retiraba con cuidado las flores que le había regalado a Louis días atrás, reemplazándolas por unas nuevas, frescas y llenas de color.

Louis observaba en silencio, sus ojos siguiendo los movimientos precisos de Harry mientras colocaba el nuevo ramo en su lugar.

—Estaba pensando en nosotros... —respondió Louis, su voz suave pero cargada de emociones—. En todo lo que hemos pasado, en lo que viene.

Harry se giró para mirarlo, su ceño ligeramente fruncido por la preocupación que emanaba de su omega.

—¿Qué pasa por tu cabeza? —preguntó, acercándose a él y tomando sus manos con ternura.

Louis suspiró, dejando que sus dedos se entrelazaran con los de Harry.

—Solo quiero que estemos bien, que esto dure...

Harry lo miró intensamente, como si intentara leer más allá de las palabras, buscando la raíz de sus miedos.

—Yo también, amor... sabes que sí —murmuró Harry con devoción, arrodillándose frente a Louis. Sus manos se posaron delicadamente sobre las rodillas descubiertas de su omega, y sin dudarlo, inclinó la cabeza para dejar un suave beso sobre la piel cálida y sensible.

Louis lo miró desde arriba, con el corazón palpitando fuerte. Sentía la conexión profunda entre ellos, esa promesa silenciosa que compartían, más allá de las palabras.

—Harry... —susurró, acariciando su cabello rizado, el suave gesto cargado de ternura—. No tienes que hacer todo solo.

Harry levantó la mirada, encontrando los ojos de Louis, esos que siempre lograban calmar sus tormentas internas.

—No me importa lo que tengamos que enfrentar. Contigo a mi lado, puedo con todo —dijo Harry con un hilo de voz, pero con una convicción inquebrantable.

Louis asintió, sus ojos humedecidos. No era solo lo que Harry decía, sino cómo lo decía, como si su amor fuera el único ancla en un mar de caos.

—Alfa —susurró Louis, su voz apenas un murmullo cargado de afecto.

—Omega —murmuró Harry al mismo tiempo, como si el título fuera lo único que importara en ese instante.

Ambos soltaron una pequeña risa nerviosa, esa clase de risa que nace de la sincronía perfecta, pero también del peso de lo no dicho.

—Tú primero, omega —dijo Harry con suavidad, una sonrisa asomando en sus labios mientras observaba a Louis con una mirada que decía que lo escucharía, que siempre lo escucharía.

Louis tragó saliva, sus manos temblaban ligeramente mientras tomaba aire, buscando el valor para decir lo que había estado pensando durante días.

—Yo... bueno... tú sabes, con todo este tema de nosotros —comenzó, sus dedos jugando con el borde de su camisa, un hábito nervioso que había adoptado cada vez que se sentía vulnerable frente a Harry—. He estado pensando mucho y creo que... si tú quieres, tal vez... sería bueno que nos enlacemos.

Los ojos de Harry se abrieron un poco más, y Louis pudo sentir cómo el aire en la habitación se volvía denso, pesado.

—Quiero llevar tu mordida —añadió Louis en un susurro, sus palabras saliendo con más fuerza de lo que esperaba, pero el temblor en su voz no podía ocultar la intensidad de su deseo.

En el instante en que esas palabras salieron de sus labios, Harry pareció congelarse. Su piel, antes llena de color, palideció como si toda la sangre hubiera abandonado su rostro. Se quedó allí, inmóvil, como si el peso de lo que Louis acababa de proponer lo hubiera golpeado directamente en el pecho. Era como si, en ese segundo, Harry hubiera olvidado cómo respirar.

Erotic MelancholiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora