CXII

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Oliver ya tenía ocho meses, y definitivamente habían sido unos meses complicados. Tanto Harry como Louis se habían preparado mentalmente para lo que implicaba la paternidad, pero vivirlo día a día era otra cosa completamente distinta. No mentirían diciendo que fueron meses "increíbles" porque, aunque había momentos de pura felicidad, también existían las noches interminables y la fatiga que los invadía cuando debían despertarse cada tres horas para alimentar a Oli o cambiarle el pañal.

Harry recordaba las primeras semanas como un torbellino. Oliver lloraba a todas horas, y aunque ambos se turnaban, ninguno podía descansar adecuadamente. Louis solía quedarse despierto, alimentándolo, y Harry, aunque cansado, no podía evitar quedarse despierto junto a ellos, incapaz de cerrar los ojos cuando veía el esfuerzo que hacía su omega.

—Lo estamos logrando, ¿verdad? —Harry le preguntaba a Louis en la oscuridad de la habitación, mientras intentaba mecer a Oliver que se removía inquieto entre sus brazos.

Louis le sonreía cansadamente, con el cabello despeinado y los ojos medio cerrados por el sueño—. Sí, lo estamos logrando... aunque apenas —respondía con una risa suave.

No se arrepentían ni por un segundo, pero los desafíos de ser padres primerizos eran abrumadores. Había días en los que las pequeñas sonrisas de Oliver eran lo único que les daba energía para seguir adelante, pero también estaban las noches donde la falta de sueño los hacía sentir al borde de sus fuerzas.

—No puedo creer que estemos sobreviviendo a esto —dijo Harry una madrugada mientras veía a Louis alimentar a Oli. El bebé ya había crecido lo suficiente como para ser más activo y curioso, lo que significaba más tiempo despierto durante el día también.

—No es sobrevivir —contestó Louis, apoyando su cabeza en el hombro de Harry—. Estamos viviendo esto. Y aunque sea difícil, no cambiaría ni un segundo de todo lo que hemos pasado.

Harry lo abrazó por detrás, besando la parte superior de su cabeza, agradecido de tener a Louis a su lado en esta travesía. Sabía que los momentos difíciles eran temporales y que los momentos de felicidad, como ver a Oliver reír, lo hacían todo valioso.

—Vamos a superarlo —dijo Harry, convencido—. Y cuando Oli crezca, podremos reírnos de estas noches.

—Oli tendrá que escucharlas cada vez que haga algo travieso —bromeó Louis, aunque el cansancio estaba presente en su voz.

Así que, aunque las cosas no siempre eran fáciles, Harry y Louis se apoyaban mutuamente. Eran una familia, y esa conexión les daba la fuerza para seguir adelante, incluso en los días más difíciles.

Pero ahora estaban allí, de pie frente a la puerta, a punto de volver a Londres después de un año y un par de meses en su encantada villa. Ese lugar se había convertido en su refugio, el sitio donde habían criado a Oliver en paz, lejos del ruido del mundo y de las expectativas ajenas. Volver a la sociedad no era lo que querían, al menos no permanentemente. No aún. Pero había cosas que Harry no podía postergar más, por mucho que quisiera.

No iban a regresar para quedarse. Era una visita rápida, necesaria solo para firmar algunos contratos y finalmente desligarse por completo de la discografía con Jeff. Harry lo había estado postergando durante semanas, pero sabía que ya no podía hacerlo más. Era el momento de cerrar ese capítulo de su vida.

—Estás seguro de que esto es lo que quieres, ¿verdad? —preguntó Louis suavemente mientras ajustaba la gorra de Oliver, quien estaba emocionado por su primera gran aventura fuera de la villa.

Harry lo miró, tomándose un momento para dejar que las palabras calaran. Sabía que era lo correcto, pero el simple hecho de pensar en enfrentarse nuevamente a ese mundo le causaba una mezcla de nerviosismo y anticipación.

Erotic MelancholiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora