XCIV

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Pasó casi una hora cuando, finalmente, les permitieron entrar a la habitación. La espera había sido insoportable, llena de silencios tensos y miradas furtivas, pero nada podía preparar a Harry para lo que estaba a punto de ver. Apenas cruzó el umbral de la puerta, su corazón se detuvo al ver a Louis en la cama, dormido, conectado a varias máquinas que emitían suaves pitidos, regulando sus signos vitales.

Las luces frías del hospital hacían que la piel de Louis se viera pálida, casi etérea, y cada respiración que tomaba parecía un esfuerzo monumental. Harry, incapaz de contenerse, se abalanzó hacia la cama con rapidez, su cuerpo movido por una mezcla de desesperación y amor. Se arrodilló junto a él, tomando su rostro con manos temblorosas, acariciando con suavidad la piel que había memorizado tantas veces.

Inhaló profundamente, su nariz rozando el cuello de Louis, buscando con desesperación el aroma que siempre lo había reconfortado. Era el olor de su omega, un olor que podía calmar cualquier tormenta en su mente. Pero ahora, ese aroma tan familiar estaba teñido de algo diferente, algo que no era reconfortante, algo que le helaba el alma.

—Dios... —susurró Harry, cerrando los ojos mientras su frente tocaba la de Louis, tratando de contener las lágrimas que volvían a acumularse—. Lo siento tanto, Lou... Lo siento...

El silencio de la habitación solo era interrumpido por los pitidos constantes de las máquinas, mientras Harry se aferraba a la mano de Louis, entrelazando sus dedos con los de él, como si temiera que pudiera desvanecerse en cualquier momento. Sentía que se rompía por dentro. Cada segundo que pasaba en esa habitación lo hacía consciente de cuánto había fallado.

Zayn observaba desde la esquina de la habitación, manteniendo la distancia. Sabía que Harry necesitaba ese momento a solas con Louis, aunque no estaba del todo convencido de que fuera lo mejor para su amigo en ese estado emocional. Sin embargo, entendía que ambos estaban profundamente conectados, que, de alguna forma, solo el uno podía sanar al otro.

—Tienes que despertarte, Lou... —murmuró Harry, su voz cargada de dolor—. No sé qué hacer sin ti.

El silencio se hizo aún más profundo, como si las palabras de Harry se hubieran perdido en el aire, sin respuesta, sin consuelo.

El sonido de la puerta abriéndose suavemente interrumpió el silencio sepulcral de la habitación. El médico entró, revisando con su mirada entrenada cada máquina a la que Louis estaba conectado. Harry no se movió de su lugar, con la mano de Louis todavía entrelazada en la suya. Zayn, desde su rincón, observaba al doctor con una mezcla de impaciencia y temor.

—¿Cómo está? —preguntó Harry, sin apartar la vista de Louis, su voz apenas un susurro.

El médico, un hombre de mediana edad con una expresión seria pero comprensiva, miró primero las notas en la tabla al pie de la cama antes de contestar.

—Louis está estable por ahora, pero ha sido una situación complicada —respondió, su tono suave pero directo. Luego miró a Zayn—. ¿Alguno de ustedes pudo contactar al alfa?

Harry asintió, levantando la mirada por primera vez para fijarse en el médico.

—Soy yo —dijo en voz baja, su garganta apretada por la culpa—. Soy su alfa.

El doctor asintió, comprendiendo la situación con mayor claridad.

—Bien, entonces debo explicarte un par de cosas. Como ya sabrán, la conexión entre un alfa y su omega es crucial para el equilibrio físico y emocional de ambos. La desconexión que ustedes experimentaron ha afectado gravemente a Louis. El estrés emocional y la ruptura del vínculo han comenzado a manifestarse físicamente, lo que está empeorando su estado de salud. Necesitamos hacerle más estudios, pero hay algo importante que debo decirte.

Erotic MelancholiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora