XV

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Tal vez no tener algo que hacer en una ciudad que no conoces no es muy agradable. Se vistió de manera discreta, con unos lentes de sol oscuros, y salió por la puerta trasera del hotel, dirigiéndose con Google Maps abierto hacia el centro de Toronto.

Mientras caminaba por las calles, observó los altos edificios y el bullicio de la ciudad. Se detuvo en una tienda de discos y pasó un rato curioseando entre los vinilos, disfrutando de la música que sonaba suavemente en el fondo.

Un par de fans lo reconocieron y se acercaron emocionadas. —¿Louis? ¿Podemos tomarnos una foto contigo?— preguntaron con entusiasmo. Con las mejillas ligeramente sonrojadas, Louis sonrió y asintió, posando para las fotos y agradeciéndoles el cariño.

—Gracias por el apoyo —dijo sinceramente antes de seguir su camino.

Continuó explorando, deteniéndose en una pequeña librería que llamó su atención. Dentro, el olor a libros viejos y el crujir de las páginas al pasar le ofrecieron una sensación de calma. Encontró un libro de fotografías de la ciudad y decidió comprarlo, pensando que sería un buen recuerdo de su visita.

Más tarde, encontró un parque y se sentó en un banco, observando a las familias y a los niños jugando. El aire fresco y la tranquilidad del lugar le hicieron bien, permitiéndole relajarse y despejar su mente. Mientras se sumergía en sus pensamientos, el sonido de su teléfono lo sacó de su ensueño. Era un mensaje de su padre, recordándole que estaban pensando en él y que lo extrañaban. Sonrió, sintiéndose reconfortado por el apoyo de su familia, aunque estuvieran lejos.

Finalmente, decidió regresar al hotel. Apenas llegó a la habitación, se duchó y se puso su pijama. ¿Ya había dicho que amaba usar pijamas?

Una vez limpio y con ropa cómoda, se acomodó en la cama y prendió el televisor. Había empezado a ver nuevamente Sex and the City. Joder, amaba esa serie. Sonrió cuando la típica música sonó, pensando que probablemente debería pedir servicio a la habitación. Cuando estaba estirando su mano para tomar el teléfono, la puerta sonó.

Frunció el ceño, extrañado de recibir visitas a esta hora. Se levantó y se dirigió hacia la puerta, preguntándose quién podría ser. Al abrir, se encontró con Harry, quien sostenía una bandeja con lo que parecía ser comida y una botella de vino.

Y Dios, se veía tan apuesto —pensó Louis, observando a Harry—, con ese pijama tan bonito que hacía ver al gran alfa pequeño. Con su aroma tan fuerte, tan delicioso.

—Hola, Louis ¿cómo estas?—saludó Harry con una sonrisa amable—. Pensé que podrías querer algo de compañía y, bueno, algo de comida.—

Louis parpadeó sorprendido antes de sonreír tímidamente. —Gracias, Harry. Pasa, por favor.—

Harry entró y dejó la bandeja sobre la mesa de la habitación. Louis notó que había una variedad de platos, desde pasta hasta un pequeño postre, y su estómago gruñó en respuesta.

—¿Estabas viendo algo interesante? —preguntó Harry, señalando el televisor.

—Sí, Sex and the City. Es una de mis series favoritas —respondió Louis mientras se sentaba en la cama nuevamente, haciéndole un gesto a Harry para que se uniera a él.

Harry sonrió y se sentó a su lado, sirviendo dos copas de vino y pasando una a Louis. —Espero que te guste. Pensé que después de un día libre, podríamos relajarnos un poco juntos.—

—Yo-yo em, sí, supongo —rió—. Gracias —murmuró hacia la copa, sintiendo el calor en sus mejillas.

Harry sonrió, tomando un sorbo de su vino antes de hablar nuevamente. —Y-em, ¿cómo estás, Lou? ¿Puedo decirte Lou?—

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