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Harry había llegado a la puerta del departamento de Louis un par de horas después, su rostro pálido y lleno de culpa. Sabía que había cometido un error, uno del que quizás no hubiera vuelta atrás. Tocó la puerta repetidamente, primero con suavidad, luego con más insistencia, rogando por una respuesta. Pero no la hubo. Pasaron los minutos y luego casi media hora, pero Louis no abrió. Harry continuó tocando, su ansiedad creciendo con cada segundo de silencio, temiendo lo que ese silencio significaba.

Dentro del departamento, Louis no lo escuchaba. Su cuerpo, agotado por las lágrimas y el dolor, había colapsado finalmente, cayendo en un profundo sueño o, más bien, en un estado de inconsciencia. Estaba desmayado contra el nido que él mismo había construido, su refugio, el lugar donde una vez se había sentido seguro y protegido. Ahora, ese mismo nido era testigo de su angustia, impregnado del aroma de Harry, pero vacío de su presencia.

Las horas pasaron lentamente. La noche se extendió y Louis permaneció inmóvil, su cuerpo ajeno a lo que ocurría a su alrededor. Estaba atrapado en un sueño profundo y desolado, uno del que no quería despertar, porque despertar significaba enfrentar la realidad, y la realidad era demasiado dolorosa.

Finalmente, un día completo pasó. El sol de la mañana comenzó a asomarse por la ventana, inundando la habitación con su luz cálida. Los rayos iluminaron el departamento, golpeando suavemente el rostro de Louis, obligándolo a moverse ligeramente. Los primeros destellos de consciencia empezaron a regresar, su cuerpo sintiendo el peso del día anterior, el dolor latente en su pecho.

Pero incluso bajo la luz del sol, la oscuridad dentro de él no desaparecía.

Se estiró con torpeza, sintiendo el peso del cansancio en cada músculo mientras se dirigía al baño. Sus pies arrastraban por el suelo, como si cada paso fuera una lucha interna. Al entrar, se detuvo frente al espejo y, por un momento, contempló su reflejo. Sus ojos estaban hinchados, enrojecidos por las lágrimas y el agotamiento. Su rostro, normalmente vibrante y lleno de vida, ahora estaba demacrado, con sombras oscuras bajo sus ojos y un rastro de tristeza marcado en cada línea de su expresión.

Desvió la mirada rápidamente, incapaz de enfrentarse a la realidad de lo que veía. No quería reconocer cuánto lo había afectado todo, cuánto había cambiado en tan solo un día. El dolor aún era demasiado fresco, demasiado real.

Se inclinó sobre el lavabo, apoyando las manos sobre la fría porcelana mientras intentaba estabilizar su respiración. Cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación de estar solo, en ese pequeño espacio donde podía esconderse de todo. Después de un momento, se obligó a moverse. Hizo sus necesidades mecánicamente, sin pensar demasiado, y luego se dirigió a la ducha.

El agua tibia golpeó su piel, y por un instante, el calor fue un pequeño alivio. Dejó que el agua corriera sobre él, esperando que se llevara todo lo que sentía, toda la tristeza y la desesperación. Pero, aunque el agua limpiaba su cuerpo, no podía lavar el dolor que sentía por dentro.

Cuando salió de la ducha, su cuerpo todavía sentía el calor del agua, pero su mente seguía nublada, sumida en una tristeza profunda. Caminó lentamente hacia el armario, buscando algo cómodo para ponerse. Al abrirlo, su mirada se detuvo en una camisa que no había usado en mucho tiempo. Era la de Zayn. La cual había quedado olvidada en el fondo del armario, reemplazada por las camisetas de Harry que solía usar a diario.

Sentir la tela entre sus dedos le provocó una oleada de nostalgia. Al menos, con esa camisa, no tendría que cargar con el peso de los recuerdos recientes. No olería a Harry, no le recordaría los momentos que habían compartido. Era una pequeña forma de distanciarse, aunque fuera temporalmente.

Se la puso, sintiendo cómo el algodón suave cubría su piel, diferente a la textura de las prendas de Harry que habían invadido su vida en los últimos meses. Se miró en el espejo nuevamente, con la camisa de Zayn suelta y arrugada sobre su cuerpo aún húmedo. A pesar de todo, se sintió un poco más como él mismo, aunque el dolor seguía presente, latente bajo la superficie.

Con un suspiro, se dejó caer en el sofá, abrazando sus rodillas mientras intentaba procesar todo.

El teléfono vibró debajo de él, recordándole su existencia. Louis lo tomó con desgano, sin esperar nada que pudiera mejorar su estado de ánimo. Al desbloquearlo, sus ojos se encontraron con una serie de notificaciones que no había visto. Casi cincuenta llamadas perdidas de Harry, cinco de Zayn, y un par de sus hermanas. No tenía la energía para responder a ninguna, pero sin querer abrió una notificación que lo llevaría a romperse aún más.

Era una noticia. Sus dedos se detuvieron temblando sobre la pantalla al ver las imágenes. Eran nuevas, recientes, de apenas cinco minutos atrás. Fotos claras, nítidas. Fotos de Harry. De su alfa.

Allí estaba él, en plena luz del día, en un café. Pero no estaba solo. Olivia estaba a su lado, y la imagen que lo destrozó fue la de la mano de Harry, su mano, firmemente posada en el trasero de ella, mientras la besaba. No era un beso cualquiera; era un beso apasionado, con su lengua invadiendo la boca de la otra omega.

Louis sintió como si el aire se hubiera escapado de sus pulmones. El teléfono cayó de sus manos, golpeando el suelo con un ruido sordo, pero él ni siquiera lo notó. Su corazón se quebró en mil pedazos, la imagen de Harry con Olivia repitiéndose una y otra vez en su cabeza como una pesadilla que no podía detener.

Su alfa, el que le había prometido que nada sucedería con ella, estaba allí, besando a otra omega en público, en medio de un café, sin importarle nada. La traición quemaba profundamente dentro de él, y su pecho dolía tanto que apenas podía respirar.

Las lágrimas volvieron a caer, pero esta vez no eran silenciosas. Louis sollozó abiertamente, su lobo aullando en su interior, roto y desolado.

1020 palabras

Erotic MelancholiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora