CVIII

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El llanto del bebé resonó por la sala como un aluvión que llenaba cada rincón, pero para Harry y Louis, fue el sonido más hermoso que jamás habían escuchado. Los ojos de Harry se llenaron de lágrimas instantáneamente, un nudo en su garganta lo dejó sin palabras. Todo el miedo, la ansiedad y la tensión acumulada en esas últimas horas se desvanecieron en un instante.

Louis, todavía aturdido por la anestesia, giró la cabeza hacia donde provenía ese pequeño y potente sonido. Su corazón se aceleró, y aunque su cuerpo estaba agotado, una sonrisa temblorosa apareció en su rostro.

—Harry... —susurró débilmente, sus ojos buscando los de su alfa—. Nuestro cachorro...

Harry se inclinó hacia él, sus labios temblando por la emoción contenida. Agarró la mano de Louis con más fuerza, sin despegar la vista de esa pequeña figura que los médicos estaban envolviendo con cuidado. Su cachorro, su bebé, estaba ahí, respirando, vivo, y era lo más perfecto que había visto.

—Lo hiciste, Louis —murmuró Harry con la voz rota por la emoción—. Lo hicimos.

El médico se acercó a la pareja, con el bebé envuelto en una manta suave y cálida, ofreciéndoselo a Harry. Sus manos temblaban mientras lo recibía, sosteniéndolo con la delicadeza de quien sostiene todo su mundo. El pequeño cuerpo se movía levemente, y su llanto empezó a calmarse, como si reconociera el aroma de sus padres.

Harry miró a Louis, sus ojos brillando con lágrimas de felicidad. Lentamente, acercó al bebé hacia él, permitiendo que Louis lo viera de cerca.

—Míralo, Louis —dijo con un tono suave, casi reverente—. Es nuestro.

Louis, con el corazón desbordado de amor, extendió sus brazos temblorosos para recibir a su bebé, y cuando lo tuvo en su pecho, todas las palabras sobraron. Allí, en ese instante, el mundo entero parecía perfecto.

Louis sostuvo a su bebé contra su pecho, sus ojos llenos de lágrimas mientras acariciaba suavemente su pequeña cabeza. El calor que irradiaba ese pequeño cuerpo lo envolvió por completo, haciéndolo olvidar el dolor, el cansancio, y todo lo que había pasado antes.

—Hola, amor... soy mamá —susurró, su voz apenas audible, pero cargada de ternura. Sus dedos temblaban al acariciar la suave piel del bebé, y una sonrisa radiante, aunque agotada, se extendió por su rostro.

Harry, que aún tenía la mano de Louis entrelazada con la suya, observaba la escena con los ojos vidriosos, como si no pudiera creer que estaban viviendo ese momento. Se inclinó para besar la frente de Louis y luego la diminuta cabeza de su cachorro, su corazón latiendo a un ritmo que casi no podía controlar.

—Eres tan fuerte, Louis —murmuró Harry—. Y nuestro bebé... es perfecto.

Louis soltó una pequeña risa entre lágrimas, sus ojos nunca apartándose del pequeño rostro en su pecho. No importaba qué desafíos pudieran venir en el futuro; en ese momento, con su bebé y Harry a su lado, todo lo demás parecía desvanecerse.

El pequeño cachorro fue retirado de los brazos de Louis, con suavidad y cuidado, mientras las enfermeras lo llevaban a realizar los controles necesarios. Louis observó con los ojos pesados cómo se llevaban a su bebé, su corazón latiendo con una mezcla de orgullo y preocupación. Sabía que todo era parte del proceso, pero no podía evitar sentir una punzada al separarse de su pequeño.

Harry, aún a su lado, mantuvo su mano firmemente entrelazada con la de Louis, brindándole toda la calma que podía. Lo observaba con una mezcla de admiración y amor puro, sabiendo lo fuerte que había sido Louis durante todo el proceso. El equipo médico trabajaba con rapidez y precisión, saturando las heridas y administrándole la anestesia necesaria para que su cuerpo pudiera descansar.

Erotic MelancholiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora