Capítulo 95

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CAPÍTULO 95

*narra Ana*

Me balanceo con ímpetu en mis columpios favoritos, pero Manuel permanece quieto en el de al lado, pensativo y con las piernas cruzadas. No es la primera vez que está así durante esta semana, sé que le pasa algo.

Ana: ¿Has perdido a Campanilla, Pan? - sigue ausente, sin enterarse de lo que le he dicho. Así que me bajo del columpio y empiezo a despeinarlo.

Manuel: ¿Y este ataque tan gratuito? - responde, zafándose de mí.

Ana: Solo ha sido para espabilarte un poco. ¿Estás bien? - lo traspaso con la mirada, intentando encontrar algún signo no verbal que me dé la respuesta.

Manuel: Claro que estoy bien, - me dice distante - ¿cómo no voy a estar bien si estoy a tu lado?

Ana: ¿Es por tus padres? - inquiero.

Manuel: Que no, no insistas. - me sonríe y me besa suavemente, pero un zumbido llega a nuestros oídos y Manuel se separa rápidamente. Es una avispa. Les tiene pánico. Además, es alérgico a ellas. - Malditos bichos... - murmura entre dientes. Entonces, pensando en las avispas se me ocurre una idea.

Ana: Venga, vámonos dentro a ver una peli.

Manuel: ¿Cuál?

Ana: Un clásico, Mi chica. Prepara pañuelos. - entonces empiezo a correr - ¡Quién llegue último se queda sin palomitas! - exclamo. Parece que él se recupera de su atontamiento y aumenta el paso, tanto que llega a alcanzarme. Le saco la lengua y él se abalanza sobre mí, terminamos los dos en el suelo, atacándonos a cosquillas y sintiendo que es el Manuel de siempre.

Más tarde, nos encontramos delante de la televisión, tan solo se escuchan nuestros hipidos y nuestros llantos, la película se está terminando, el chico acaba de morir porque había ido a buscar el anillo de su amiga en medio de una colmena de abejas, lo atacaron y él era alérgico... Manuel está incontrolable, no puede dejar de sollozar, así que lo abrazo con fuerza.

Ana: Es solo ficción...

Manuel: Ana, no te merezco. - suelta.

Ana: ¿Pero qué estás diciendo?

Manuel: Ana, por favor, tienes que perdonarme... - suplica, envuelto en lágrimas. Entonces es cuando empiezo a asustarme.

Ana: ¿Qué has hecho, Manuel? - pregunto en tono duro.

Manuel: Sí que es cierto que llevo unos días raro, no sabía si contártelo o no, pero es que de verdad, no tuvo nada de importancia, solo fue una confusión... ¿Pero entonces por qué me siento como una mierda?

Ana: Dices que no tuvo importancia, pero parece que le estás dando mucha, ¿no?

Manuel: Escúchame. - me pone sus dos manos mojadas en mi cara y me mira fijamente - El otro día cuando me quedé a cuidar a Marta, - al oír su nombre empiezo a pensarme lo peor - estaba todo oscuro y nos íbamos a dormir, nos giramos los dos a la vez para darnos un beso de buenas noches en la mejilla, pero no fue en la mejila... - entonces baja vista, pero sus manos siguen ahí. Trago saliva, intentando comprender qué me acaba de decir.

Ana: Pero fue sin daros cuenta, ¿no?

Manuel: Sí, claro, joder. Pero no puedo dejar de sentirme muy culpable.

Ana: ¿Sentiste algo?

Manuel: ¡No! ¡Claro que no! ¡Si fue efímero! - me quedo callada, intentando controlar mis celos que nunca me han llevado a ninguna parte. - ¿Estás enfadada?

Ana: ¿Debería de estarlo? - él se encoge de hombros - Manuel, ¿tú me quieres?

Manuel: Como nunca he querido a nadie.

Ana: Pues ya está, fin del asunto. No pienso permitir que Marta vuelva a hacernos discutir. He conseguido mandar los celos al Tártaro.

Manuel me sonríe y me acaricia el pelo, ya está más tranquilo. Me alegro de que por fin lo haya soltado, de verdad que confío en él y solo hace falta ver cómo me mira, cómo nos miramos, no hay ninguna duda. Se toca la pulsera azul de cuerdas que le regalé hace años, todavía la conserva.

Manuel: Yo también me enfrentaría a un enjambre de abejas por ti, como hizo Thomas.

Ana: No te lo recomiendo. - contesto, pensando en el trágico final. Pero sé qué intenta decirme. Así que me siento encima de él y le regalo un beso que nos libra de todas nuestras inseguridades, que nos hace más fuerte como pareja, nos hace sentir invencibles, que es lo que somos cuando estamos juntos.

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