Capítulo 156

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CAPÍTULO 156

*narra Ana*

Con un mechero entre mis manos, esta vez verde, me dirijo hacia la azotea, tras haber avisado a Marina y Sandra de que necesitaba tomar un poco el aire.

La fría brisa golpea mi cabello y vuelvo a sentirme un poco más libre. Hasta que me percato de la silueta que camina por la repisa de la azotea, jugando con la muerte. Me acerco con sigilo, para que no se asuste.

Ana: Lluc. - susurro.

Él se pone tieso y por poco no se resbala.

Lluc: Márchate. No me hagas esto más difícil.

Ana: Morir es fácil. Lo difícil es seguir viviendo.

Lluc: ¡Pues déjame que por una vez escoja el camino fácil! ¡Estaba jugando conmigo! ¡Burlándose de mí! ¡Todo para que no me suicidara! ¡Qué contenta se va a poner cuando vea que no lo ha conseguido! - grita, lleno de sarcasmo - ¡Esa persona que me acariciaba el alma ahora me la ha arañado sin remedio alguno!

Ana: ¿Entonces eso es lo que quieres? ¿Dejar que una persona domine tu vida hasta tal punto de querer quitártela? ¿Te crees que yo no tengo motivos para querer tirarme? Pero no. No quiero darles ese gusto. ¿Se lo vas a dar tú? Que la persona que más quería me haya engañado y humillado no va a poder conmigo. No te das cuenta de lo mucho que vale la vida hasta que alguien intenta arrebatártela. Tú eres tu mayor enemigo.

Lluc: No gastes saliva en vano. Esta vez sí que no me saldrá el tiro por la culata. Esto es una muerte segura.

Ana: ¿Y por qué no te has tirado ya? - intento cambiar de táctica.

Lluc: Porque... - empieza a temblar de arriba a abajo - quizás estaba esperando a que alguien viniera a rescatarme.

Ana: ¿Quieres que te rescate? - le tiendo mi mano y me obligo a parar mi tembleque.

Lluc: No tengo ganas de seguir viviendo.

Ana: Encontrarás un motivo para hacerlo. Siempre lo hay.

Lluc: ¿Me lo prometes?

Ana: Igual que te prometo que voy a estar a tu lado.

Se inclina para coger mi mano, pero en un gesto torpe se resbala y se cae hacia atrás. Grito. Gritamos. Muy fuerte. Invadidos por el pánico. Él se ha agarrado a la repisa y yo rápidamente le he sujetado ambas manos sudorosas. La caída en picado y su cara de horror me producen vértigo.

Ana: Te tengo. Aguanta. Te tengo. ¡SOCORRO! ¡QUE ALGUIEN NOS AYUDE! - grito a todo pulmón, evitando pensar que es prácticamente imposible que alguien nos escuche. 

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