Capítulo 46

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CAPÍTULO 46

*narra Marina*

Marina: Voy a casarme con esta "pizzeta" de anémonas... - babeo, tras haber probado uno de los platos del menú degustación del restaurante de Jordi, que ganamos Jota y yo al hacer el mejor plato en una de sus actividades de clase.

Jacobo: Lo siento, le he pedido yo antes matrimonio.

Marina: ¿Ah, sí? ¿Y cuál ha sido la respuesta?

Jacobo: Afirmativa, obviamente.

Marina: Pues yo no he oído nada. - le saco la lengua.

Jacobo: Pues no estás invitada a la boda. - le pego una patada por debajo de la mesa y él abre mucho la boca, fingiendo ofensa.

Marina: Cuidado con tus palabras, Jota, o el jabalí que nos estamos comiendo resucitará y te dará tu merecido.

Jacobo: ¿Y por qué no me lo das tú? - levanta una ceja acompañándolo con una sonrisa torcida. ¿Está insinuando algo? Siempre se me han dado fatal las indirectas. Esta situación me pone nerviosa, ya sea por lo mucho que me gusta Jota, ya sea por la romántica y divertida velada que estamos compartiendo, ya sea porque me irrita no saber cuáles son sus intenciones ni si le intereso de la manera que él sí me interesa a mí. Así que prefiero no hacerme ilusiones.

Marina: Acabo de dártelo. - y le pego otra patada, esta vez más fuerte, intentando parecer lo más tranquila posible.

Llega el simpático camarero y nos sirve, atentos que es un nombre bien largo, una infusión caliente y helada de chocolate especiado, bizcocho de maní, rocas y pieles de cacao con leche concentrada a la vainilla. Se me salen los ojos de las órbitas y el buen olor se expande por todo mi cuerpo. Estoy viviendo una experiencia gastronómica increíble.

Jota y yo disfrutamos de uno de los postres, mirándonos a los ojos, sonriéndonos, exagerando caras de placer ante tanta delicia.

Me doy cuenta de que el postre iba acompañado de una nota, la cojo e intento descifrar qué pone, pero es letra de médico.

Marina: Espero... - entrecierro los ojos, pero no logro entender nada. - ¿qué pone aquí?

Jacobo: Déjame ver... - arrastra la silla y se coloca a mi lado. Sujeta el papel con su mano, rozando así la mía, provocando que los nervios se intensifiquen. Murmura palabras y al cabo de un rato alza el brazo, victorioso. - ¡Después de un arduo trabajo conseguí resolver el enigma!

Marina: Exagerado... - chasqueo la lengua y él me mira con aires de superioridad.

Jacobo: "Espero que hayáis disfrutado del menú. Os lo merecíais. Tendré que incluir vuestro plato en la carta. Nos vemos el viernes. Jordi".

Marina: Ohhhhhhh, si es que no se puede ser más majo.

Jacobo: Vigila esa sonrisilla, Marina, te delata.

Marina: Shhh. - me pongo roja. Vale, sí, me encanta Jordi, pero el chico que tengo delante me encanta mucho más, la sonrisilla es inevitable. Aunque prefiero que piense que es por Jordi y no por él.

Él roza suavemente uno de mis mechones de pelo y me lo coloca detrás de la oreja, sin dejar de mirarme dulcemente. Esta conexión es idéntica a la que tuvimos el otro día en mi habitación, cuando parecía que iba a besarme... Y eso mismo estoy deseando que haga ahora.

- Es hora de que degusten - interrumpe el camarero - la tarta fina de frutos rojos fosilizados con chantillí de mantequilla a la vainilla, caramelo, naranjas y rosas.

Pues ya te digo yo si esta conexión era idéntica, ya que la otra vez también nos interrumpieron. Maldita sea. Jacobo vuelve a su sitio y yo intento concentrarme en disfrutar únicamente del maravilloso plato que tengo delante.

Cuando hemos terminado de cenar, nos dirigimos a la salida y un hombre nos intercepta.

- Antes de que se vayan, quería pedirles si me permiten hacerles una foto. Así nosotros tenemos un recuerdo de todos nuestros comensales y ustedes un recuerdo de esta experiencia.

Asentimos, cordiales, y nos guía hacia el jardín trasero. Nos colocamos, Jota pasa su brazo por mis riñones y yo lo imito. Le dedicamos nuestra mejor sonrisa al fotógrafo. Clic.

- Magnífico. ¿Y ahora puede ser una más natural? Mirándoos, por ejemplo.

Obedecemos sin rechistar, nos colocamos uno delante del otro y Jota me rodea la cintura con sus brazos, atrayéndome hacia él. Un huracán de nervios arrasa todo mi interior. No dejamos de mirarnos, sonriendo levemente. Nunca una mirada me había transmitido tanto como lo hace la suya. Oigo un lejano "clic", ya que hace rato que el chico que tengo delante ha conseguido transportarme a otro lugar. Me aprieta con más fuerza.

Marina: El fotógrafo ya se ha ido... - susurro, sin saber cómo reaccionar ante su cercanía.

Jacobo: No importa. Me encanta mirar lo que me gusta. Me encanta mirarte.

El huracán vuelve con más fuerza y me extraña que todavía logre mantenerme en pie. Él sigue mirándome, sin cansarse de mí. Hay un instante que desvía su mirada hacia mis labios y un segundo después posa los suyos sobre los míos, consiguiendo así que el huracán se disipe, ya que es la vez que más feliz y más a salvo me siento.

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