Capítulo 179

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CAPÍTULO 179

*narra Mendicuti*

Subo las escaleritas, para salir de la piscina. Me envuelvo con una toalla marrón, hecho que solo consigue que esos ojos del mismo color penetren en mi mente de nuevo. ¿Qué me está pasando? ¿Por qué esta chica no sale de mis sueños? ¿Me están enviando algún mensaje que no logro descifrar? Marta me rodea por la espalda y la acojo dentro de mi toalla.

Mendicuti: Me encanta tenerte entre mis brazos. - le susurro, para intentar dejar de sentirme culpable.

Marta: Y a mí me extraña que no pares de dedicarme piropos. - me suelta. - Estás raro, Marcos. No te creas que no te lo he notado.

Mendicuti: Solo es la primavera. - me excuso.

Marta: Ya, claro. ¿Tienes algo que contarme?

Mendicuti: Que tengo una cosa para ti.

Marta finge sorprenderse. Mientras tanto, le tiro su vestido y me pongo mi camiseta. La cojo del brazo y me la llevo hasta la cocina. La suerte está de mi lado por doble partida: no hay nadie en la sala y encuentro un precioso calamar dentro de la nevera. Mi chica suelta una carcajada en cuanto observa el pescado entre mis manos. Con sumo cuidado, lo limpio y lo corto, hasta que consigo una perfecta tira redonda y la coloco en su delicada muñeca.

Marta: Eres un tonto. - murmura, rodeando mi cuello con sus brazos, notando la textura del calamar en mi hombro. Ambos empezamos a reír, risa que es ahogada por nuestros labios en contacto.

De repente, mi móvil empieza a sonar. Lo saco de mi bolsillo, sin separarme de Marta.

Mendicuti: Cocino yo. - contesto, después de que Mauro me haya explicado el plan - Calamar. Hasta luego, mi amor. - cuelgo - Esta noche tenemos cena. - le informo, acariciando su mejilla.

Marta: ¿Con Mauro y Elena? - frunce el ceño y yo junto las palmas de mi mano - Bueno, puede ser divertido. - esboza una sonrisa maliciosa - Te ayudo con la cena. ¿Quedamos aquí dentro de una hora?

Asiento. Me guiña un ojo y observo sus movimientos al salir de la cocina. La corta cortina de pelo dorado que le moja la nuca, su caminar descalzo de puntillas, la pulsera de calamar que todavía no se ha sacado de la muñeca; y sé que nunca habrá nadie que pueda competir contra ella.

En mi camino hacia la ducha diviso a Rocío sentada al pie de unas escaleras, leyendo un libro: "El universo oye lo que sientes". Eso me recuerda que le debo a mi hermano una conversación.

Mendicuti: Hola, Ro, ¿cómo estás? - le pregunto, sentándome a su lado.

Ella cierra el libro bruscamente y arruga la nariz en cuanto ve el rastro de agua que he dejado.

Rocío: Tirando, ¿y tú?

Mendicuti: Disfrutando de mi vida. - respondo, me sonríe y vuelve a abrir el libro. Me quedo callado, sin saber cómo abordar el tema.

Rocío: Esto... - murmura, al cabo de un rato - ¿Lucas está mejorando?

Intento disimular la sonrisa triunfal que se ha formado en mi cara, pensando en que esto está resultando más fácil de lo que pensaba.

Mendicuti: Sí, creemos que pronto le darán el alta. Ya puede levantarse de la cama y, poco a poco, hacer vida normal. Solo quieren asegurarse de que está completamente a salvo de cualquier susto.

Rocío me abraza con fuerza y noto su respiración irregular.

Rocío: Menos mal... - susurra, dejando soltar un sollozo. Me separo con delicadeza y le seco una lágrima.

Mendicuti: Me ha preguntado muchas veces por ti. - sonríe tímidamente.

Rocío: Y yo pienso siempre en él. ¡Pero no se lo digas! - exclama, pellizcándome el dedo.

Mendicuti: Pero... ¿Ha pasado algo para que no vuelvas al hospital?

Rocío: Lucas se merece a alguien mejor que yo. - contesta contundente, sin embargo, vislumbro una mota de tristeza en sus ojos.

Antes de que me dé tiempo a replicarle, me da un beso en la mejilla y se larga con urgencia. Me cruzo de brazos, sabiendo que nos está ocultando algo. Agacho la cabeza y me percato de que se ha dejado el libro, quizás aquí encontremos la respuesta.


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