Capítulo 129

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CAPÍTULO 129

*narra Marta*

Reprimo el impulso de lanzar el lápiz contra la pizarra al frustrarme con las ecuaciones de segundo grado, ojalá Manuel estuviera aquí para explicármelas... Pero sé que estos pensamientos no me ayudarán en nada. Suspiro, apoyando la espalda en la pared y observando el aula vacía, necesitaba tranquilidad para estudiar, la biblioteca no era una opción. A estas horas las clases y los pasillos están desiertos. Hay tantas cosas pululando por mi cabeza que me resulta difícil concentrarme. No puedo creerme que Manuel esté tolerando todo esto, que en clase se dé cuenta del precario estado de Ana, siempre con los ojos vidriosos y la mirada ausente, sin esa bonita locura que la caracterizaba. Después de lo de Efrén, esto ha sido lo que la ha destruido del todo. Además, sin explicaciones. Nadie tiene explicaciones, eso es lo más frustrante. Tras el desahucio de Manuel, éste se instaló en la habitación de la petarda y ella no se despega de él ni un segundo, tan solo en las horas de clase. Él se limita a sentarse en la última fila, pasando de todo, como si nunca nos hubiese conocido, o al menos esa es la sensación que a mí me da. De hecho, tampoco nadie le ha dirigido la palabra desde entonces, excepto Daniel, ya que comparten pupitres.

Unas pisadas interrumpen mi tranquilidad, en cuanto veo quién es, me apresuro para recoger todas mis cosas y marcharme, pero hace un gesto con mi mano para que me quede quieta.

Mendicuti: No vengo a molestarte, solo quiero darte una cosa.

Se acerca a mí lentamente, su característico olor me debilita por un momento. Noto que le tiembla la mano cuando me tiende una pequeña fotografía. Nuestros dedos se ponen en contacto un microsegundo, enviando una ráfaga de viento huracanado por todo mi cuerpo. Sujeto el papel con fuerza y observo a un bebé sobre los pálidos brazos de su madre, intuyo, ya que solo se puede ver su cuello, unos despeinados pelos y sus manos. Por un momento me deja desubicada, pero advierto una pequeña mancha en el cuello del bebé de pelo rubio y recuerdo que yo tengo la misma mancha en el mismo lugar. Se me nubla la vista. No puede ser. No sabía la existencia de esta fotografía. Será porque nunca me atreví a pedirle a mi padre recuerdos sobre mi madre... Parece ser que tomaron esta foto justo antes de que ella... sí, de que ella muriera en el parto. ¿Cómo ha conseguido Marcos esta fotografía? Hay un significado encerrado tras este acto, que se haya molestado en buscar algo que me una a mi madre significa que de verdad está dispuesto a ayudarme en esto, que no va a huir, y que estará aquí para reconstruir mi vida, si se da el caso. Sé que Víctor también lo estaría, pero existe una cuerda invisible que me une a Marcos, una cuerda que, por mucho que me empeñe en romperla, es indestructible. Y justo cuando me doy cuenta de todo lo que esto comporta, levanto la cabeza, él ya está en el umbral de la puerta, dispuesto a marcharse.

Marta: ¡Marcos! - lo llamo - Espera.

Me levanto de golpe, todavía con la foto en mis manos y corro hacia él. Sin vacilar, rodeo su cuello con mis brazos y uno nuestros labios, fundiéndonos por fin. Ese viento huracanado recorre mis entrañas, convirtiéndose en una explosión de bienestar. Siento que nuestra cuerda invisible acaba de rodearnos, atándonos con un firme lazo, para que nunca más permitamos separarnos.

Marta: Tenías razón, mis intentos por alejarme de ti han fracasado. - susurro, separándome de su boca para poder respirar. De todos modos, nuestras narices chocan. No puedo, ni quiero, separarme ni un milímetro más de él.

Mendicuti: Suerte que no me he rendido.

Marta: Hubieses sido un tonto entonces. - sonreímos. Ahora es Marcos quién me besa. - ¿Cómo conseguiste la foto? - le pregunto, tras unos incontables besos, ya que no puedo resistir más la intriga.

Mendicuti: Contacté con tu padre, diciéndole que teníamos que hacer un trabajo en pareja sobre fotos de la infancia y que era importante que una foto de ti y tu madre estuviera presente en el trabajo.

Marta: Eres... - me tomo una pequeña pausa, para encontrar la palabra adecuada - impredecible.

Mendicuti: Y tú estás adorable en una de las fotos en la bañera que me envió tu padre. - me sonrojo y le estiro un mechón de su pelo. Él intercepta mi mano, colocándola en su corazón, para que sienta sus desafinados latidos. Nos fundimos en otro beso, con nuestros latidos como banda sonora. - ¿Y ahora qué? - me pregunta al fin, conscientes de que lo que acaba de pasar entre nosotros va a tener consecuencias.

Marta: Será nuestro pequeño secreto, ¿recuerdas? - creo que por ahora será lo mejor.

Mendicuti: Sí, nuestro pequeño secreto. - afirma, mirándome embobado.

Cierro los ojos, dejándome llevar, permitiéndome pensar en nuestro primer beso en el jardín de la otra residencia de Masterchef, donde iniciamos también nuestro pequeño secreto y los aspersores sellaron nuestro trato. Me permito pensar en que quizás esto es una segunda oportunidad que nos está dando la vida para poder enmendar los errores del pasado.

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