Capítulo 199

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CAPÍTULO 199

*narra Laura*

Llamo con delicadeza a la puerta, tras haber leído los distintos textos que Lukas había colgado a traición, no puedo contener las lágrimas. Mi hermano me abre sin ni siquiera mirarme y se tumba en su cama. Está solo.

Hugo: Tu novio se ha lucido —me dice, mirando al techo.

Laura: Ya no es mi novio —dictamino, consiguiendo que mi voz suene firme.

Hugo: ¿Ha sido otra vez por mi culpa?

Suspiro y me tumbo a su lado, noto cómo su cuerpo se relaja.

Laura: Lo hemos hecho todo mal, H —escondo mi cabeza en su pecho, imaginándome que volvemos a ser esos niños que se refugiaban el uno en el otro cuando sus padres discutían—. Yo también eché de menos el ruido de la puerta del parking cuando llegaba papá de trabajar... —confieso, pensando en uno de sus textos.

Diez.

Hugo: Estoy ya muy harto de todo —hace tirabuzones en mi pelo con sus dedos, siempre le ha encantado—, nada me sale como yo quiero y no sé cómo vivir, me siento fuera del mundo.

Laura: Estoy aquí para traerte de vuelta. Me ha costado darme cuenta de que necesito a mi hermano mayor.

Veinte.

Hugo: Siempre serás mi zona de confort —murmura, apretándome con fuerza.

Cincuenta.

El silencio nos invade, conquistando cada rincón de esta habitación, concentrándome tan solo en ambas respiraciones, olvidándome de cualquier pensamiento. El único inconveniente es que mi mente se resiste a descansar y una nueva imagen aparece en ella: el texto de "Ver en la oscuridad".

Laura: Me gustó especialmente el relato de la vela —le cuento, incorporándome y apoyando la espalda en el cabezal de la cama. Hugo me imita.

Cien.

Hugo: Puede parecer bastante ambiguo, incluso misterioso o algo tétrico, pero para mí tiene un mensaje muy claro.

Laura: ¿Me lo explicas? —le pido con la ilusión propia de una hermana que le reclama nuevas travesuras a su hermano. Él sonríe. Hace tiempo que no contemplaba su reservada sonrisa.

Doscientos.

Demasiado poco.

Mi cuenta esta vez ha alcanzado el infinito.

Hugo: El microcuento empieza con una persona que está nerviosa, esperando a alguien y contemplando una vela encendida. Entonces, experimenta un flashback. Primero, el bienestar de las risas en la oscuridad. Dos personas se llevaban bien —aclara—, reían en la oscuridad, la oscuridad significa la paz. ¿Pero qué pasó? Que llegó la luz, ya que entre ambos encendieron una vela, iniciando un conflicto. Hubo un silencio, hasta que uno de los dos decidió que quería resolverlo, quería apagar la vela, que representa ese conflicto. Pero la otra persona no puso de su parte. Así que ambos estaban aliviados por no tener que afrontar la situación, pero la vela sigue encendida, el conflicto sigue ahí.

Me quedo callada unos instantes, asimilando sus palabras, hasta que le encuentro un sentido.

Laura: ¿Las dos personas que no se dignan a apagar la candela son nuestros padres?

Hugo: Es una válida interpretación —baja la vista.

Laura: Es una forma impresionante de explicarlo —le aprieto la mano, orgullosa de él—, ojalá ellos lo leyeran —esboza una mueca de disgusto—. Sí, sé que es algo muy íntimo, pero quizás les haría recapacitar...

Mi hermano intenta replicar, pero un sonido procedente de la puerta interrumpe nuestra charla.

*narra Juan*

El sonido del timbre que indica que es la hora de descanso se me clava en el cerebro. Salgo de clase y en el pasillo cruzo una mirada con Elena, ya puede estar satisfecha, porque la misión Cova va viento en popa. ¿De verdad merece la pena hacerla sufrir tanto? ¿Tanto miedo tienes, Juan? Chasqueo la lengua, evitando estas dos preguntas que no dejan de atenazarme. Solo me siento capaz de acatar sus órdenes para evitar la catástrofe.

Llego al punto de encuentro con mi supuesta novia, que devora una bolsa de patatas escondida detrás de un árbol.

Juan: Te vas a quedar sin aliento —le digo con dureza sin apenas saludarla, ella pega un respingo al percatarse de mi presencia y guarda las patatas con rapidez—. Así mucho mejor, sabes que comer no te sienta bien.

Joder, Juan, qué asco das.

Juan: ¿Cuándo vas a dignarte a cumplir la dieta?

Me entran ganas de auto pegarme una bofetada, pero las imágenes que tiene Elena me ayudan a seguir adelante en contra de mi voluntad.

Juan: A este paso no vas a aprobar Educación Física ni queriendo.

Cova baja la mirada, con las manos en los bolsillos, toqueteando la bolsa.

Cova: Hoy tenía prisa y este era mi desayuno... —se excusa.

Juan: No te preocupes, cariño —le paso una mano por el hombro—, vayamos a buscar una manzana. 

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