Capítulo 50

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CAPÍTULO 50

*narra Marta*

Aprieto los puños, tras haber escuchado a través de la puerta esa empalagosa conversación. No sé por qué, pero me molesta. Será porque le guardo demasiado rencor a la ropa vieja.

Me espero sentada en mi butaca, comiendo macarons, esperando que Aina llame a mi puerta y a tenerla comiendo de mi mano.

Al cabo de unos minutos, alguien la golpea. Empieza el show.

Marta: Adelante. - entra una cauta Aina. - ¿Qué quieres? - le espeto, de mal humor.

Aina: No hagas esto más difícil de lo que ya lo es... - me pide - Vengo a pedirte ayuda.

Marta: Ya, estás harta de que tu querido novio no sea perfecto y vienes a pedirle a la bruja que os haga un conjuro. Pues si buscabas a una bruja se lo podrías haber pedido a Martina.

Aina: Venga... Yo no he dicho que seas una bruja.

Marta: Pero lo piensas.

Aina: ¿Y eso qué más da? ¿Me vas a ayudar o no?

Marta: Tendré que ayudar a esta alma en infortunio, sola, triste y sin tener con quien contar...

Aina: No te mofes.

Marta: Yo admito que solía ser muy mala - empiezo a cantar la canción de Úrsula de "Pobres almas en desgracia" y sí, mofándome de Aina - no bromeaban al decir qué bruja soy. Pero ahora encontrarás que mi camino enmendé y firmemente arrepentida estoy... Cierto es. - poso mi mano en mi frente, teatralmente - Por fortuna conozco algo de magia, un talento que yo siempre poseí. Y últimamente, no te rías, lo uso en favor de miserables que sufren depresión... Patético... - Aina pone los ojos en blanco e intenta contener su rabia.

Aina: Déjalo ya. Quiero que descubras si Mario quiere a Remei.

Marta: Ajá, lo haré. Pero sabes que no se puede recibir sin dar nada a cambio.

Aina: No me esperaba menos de ti...

Marta: Yo le monto una emboscada a Mario y Remei y tú te insinúas ante Víctor.

Aina: ¿Qué? - se sorprende - No me digas que la gran Marta Álvarez duda del amor de su pareja. - en realidad no es por eso, Víctor está loco por mí, solo es una pequeña venganza por su renovada amistad hacia Mendicuti. Quiero ver cómo se humilla ella sola... Así que no digo nada a modo de respuesta, tampoco quiero que se piense que me van las cosas mal, porque no nos van. Pero no quiero que sepa que quiero humillarla. - Bueno, acepto. Pero que sepas que si intenta besarme, me apartaré.

Le tiendo la mano, ella la estrecha, nos miramos fijamente, retándonos. Qué sencillo fue, qué tonta es. Nunca debes ir a pedirle ayuda al diablo...

*narra Manuel*

Diviso a una figura acercándose a mí y el corazón me da un vuelco pensándose que es Ana. Porque aunque estemos un poco incómodos últimamente, después de nuestro casi beso, sigo anhelando su compañía igual que el primer día. Pero me llevo una enorme decepción al descubrir que la visitante es la petarda. En cuanto se acerca a mi columpio, doy media vuelta, no puedo ni verle la cara. Pero ella me agarra del brazo.

Martina3: Tengo que decirte algo. - me suelto rápidamente, asqueado.

Manuel: ¿Vienes a hacer más daño?

Martina3: Solo quiero que dejes de vivir engañado. Deberías escuchar esto.

Manuel: Márchate, no quiero saber nada de tus sucios juegos. - pero antes de que pueda echarla, aprieta el botón de su móvil y la curiosidad me asalta cuando oigo las voces de Ana y Marco. <<No parecías estar tan mal el día que nos besamos>>. El día que nos besamos. El día que nos besamos. Ana y Marco. Se besaron. El día que nos besamos. Se inicia un peligroso bucle en mi mente. El día que nos besamos. Vacío. El monstruo empieza a despertarse, se alimenta de la confusión y la rabia que estoy sintiendo. El día que nos besamos. El monstruo coge carrerilla, agarra el móvil de Martina y lo tira lo más lejos posible. Se oye un golpe sordo, pero parece que esté en otra dimensión. Yo no estoy aquí, el monstruo me ha invadido y ahora es él quien habita en el mundo real. Es él quien ignora las palabras de la petarda y se dirige en busca de Marco, sin pararse un solo momento a pensar en nada razonable. Lo único que quiere es agarrar a ese traidor y estrangularlo.

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