Capítulo 178

80 7 0
                                    


CAPÍTULO 178

*narra Mauro2*

Entreabro la ventana, dejando que la suave brisa de primavera acaricie mi rostro. Observo el descampado que rodea el instituto, lleno de dientes de león que acaban de florecer. Inevitablemente mi mente me transmite imágenes de Manuel recogiendo estas flores para llevárselas a Ana. ¿Fue todo ficción? Es difícil ver a Manuel cada día en clase y pensar que nos ha engañado a todos. Al menos me refugio pensando en que Mendi nunca me haría esto.

Unos juguetones besos en el cuello provocan que mi cerebro se concentre tan solo en disfrutar de este contacto. Me giro, sujetándola por la cintura y devolviéndole los besos. El sonido de la puerta nos corta todo el rollo, hecho que provoca que Elena mire con cara de asco a la intrusa.

Sandra: Solo vengo a buscar una cosa. - responde de mala gana. - No os preocupéis, podréis seguir dándoos el lote.

Elena: No disimules, has entrado porque querías aprender a besar a un chico, seguro que ni el friki se atreve a hacerlo.

Me giro bruscamente, mirándola de forma acusadora. Sandra se ajusta las gafas, dispuesta a atacar, pero justo en ese momento entra Daniel, que habrá estado esperándola fuera.

Mauro: Ey, hola, Daniel. - lo saludo incómodo, debido a la actitud de Elena, él apenas me mira.

Daniel: ¿No te cansas de creerte la mejor? - espeta.

Elena: No me lo creo, soy divina y todos lo sabéis. - le contesta con petulancia.

Sandra: Sigo teniendo mis serias dudas sobre si mi querida compañera de habitación te ha hechizado con un Amortentia. - ahora se dirige a mí, a la vez que coge su bufanda de Hufflepuff.

La torre que ha creado Elena con sus actos de prepotencia y falta de respeto hacia los demás empieza a alcanzar la cumbre, temblando por culpa del peso.

Daniel: Seguramente muchos se sentirán atraídos por ese aspecto que tanto cuidas, provocándolos intentando parecer irresistible. Pero nadie te besará por quererte con tus imperfecciones, porque estoy seguro de que nunca muestras tu verdadera personalidad. Querer a alguien por lo que es y ser correspondido es lo más bonito que existe y eso es algo que nunca conseguirás. - acto seguido, besa a Sandra con ternura, para hacerle tragar sus palabras a Elena.

Noto el intenso rubor en las mejillas de ambos cuando salen por la puerta.

Elena: Qué mal gusto tienen. - es lo primero que dice cuando volvemos a quedarnos solos.

Mauro: ¿Ni siquiera este comentario consigue frenarte? ¿Sabes qué te digo? ¡Estoy harto! ¡Me prometiste que ibas a cambiar! ¡Decidí creerte! ¡Pero desde entonces solo he presenciado actitudes de superioridad! ¡Una tras otra! ¡Sin fin! ¡Les caes mal a todos! ¡Muchos han dejado de hablarme! ¡Nunca te esfuerzas en caerles bien a mis amigos para poder pasar tiempo con ellos! ¡Siempre tenemos que vernos a solas! ¡Ni siquiera Claudia quiere pasar tiempo con nosotros!

Elena: ¡Pero eso es porque a Claudia le gustas!

Mauro: ¿Te das cuenta? Te digo todo esto y lo único que te importa es que a Claudia le guste... Cada vez estoy más convencido de que solo eres una cara bonita... - me siento en la cama, con la cabeza gacha. Noto su presencia a mi lado.

Elena: No puedo controlarlo... Con la gente que no me cae bien, - traga saliva - simplemente no me sale ser amable...

Mauro: No puedo más, creo que será mejor que lo dejemos, al menos hasta que cambies de actitud... - hago amago de levantarme, pero me sostiene con firmeza.

Elena: Para. Vale. Cambio el chip. Nunca había estado tan bien con un chico. Estoy dispuesta a reprimir esa parte de mí.

Mauro: No sé si creerte...

Elena: ¿Cómo puedo demostrártelo? - adopta una expresión pensativa - ¡Ya lo tengo! ¡Cenemos esta noche con Mendicuti! ¡Para que veas que puedo llevarme bien con tus amigos! No quiero que vuelvas a sentirte excluído por mi culpa.

Mauro: Mendi no quiere verte ni en pintura...

Elena: Bueno, podría hacer un esfuerzo por su mejor amigo... Prometo arreglar la que armé cuando llegué...

Mauro: Última oportunidad. - le advierto.

Elena: La última y la definitiva.

Se abalanza sobre mí y dejo que sus labios vuelvan a rozarme, convenciéndome de que si esta vez la torre finalmente se desmorona tendré que alejarme de ella por completo.

InvenciblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora