Capítulo 36

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CAPÍTULO 36

*narra Rocío*

Estoy sentada en un lugar del enorme patio, devorando el nuevo libro de Harry Potter, chicos. "Harry Potter y el legado maldito". Las páginas se pasan solas, intento absorber los detalles, pero la intriga me puede. Tendré que releérmelo. Vale, esto es obsesión, todavía no me lo he terminado y ya estoy pensando en volvérmelo a leer. Me gusta el mundo en qué Voldemort venció, no se si os acordabais, pero mi sueño es ser mortífago. Ser mortífago y darle un buen merecido a quién yo me sé...

Unos abucheos me desconcentran, levanto la vista y reparo en que Martina3 acaba de pasar por delante de mí y todos los que están a su alrededor le dedican feas palabras. Ella baja la vista y sigue su camino. Se lo tiene merecido. Por petarda. Dudo que haya alguien de su parte. Este pequeño percance no puede distraerme de mis prioridades, así que retomo mi lectura.

Pero, de golpe, noto una presencia a mi lado, me sobresalto al darme cuenta de que es Lucas y de que tiene la mirada clavada en mi cuello. Eso provoca que me suelte el pelo y me lo tape.

Lucas: Qué fuerte lo de Martina, ¿verdad? - intenta entablar conversación, pero sigue mirándome el cuello.

Rocío: ¿Qué quieres? - le espeto, de mal humor.

Lucas: Hablar contigo.

Rocío: Pues siento decirte que Albus y Scorpius han sido los primeros en pedir turno.

Lucas: ¿Quiénes son esos?

Rocío: Muggle... - murmuro.

Lucas: Ro, yo quer...

Rocío: Ro solo me lo llaman mis amigos - respondo, tajante - y tú no eres uno de ellos.

Lucas: ¿Ah, no? ¿Soy algo más? - enarca las cejas.

Rocío: Más quisieras. He estado de lujo sin ti estos dos años, agradecería no tener que volver a verte en otros dos años más. Además, - añado, cuando veo a Roger pasar por delante de nosotros. Oportunidad perfecta para fastidiarlo. Me levanto, sujetando con cariño mi preciado libro y me dirijo hacia Roger, sin dejar de mirar con odio a Lucas, paso mi brazo por los hombros de mi amigo - He encontrado a un sustituto mejor. - digo, dándole un beso en la mejilla a Roger, ante la mirada arrogante de Lucas. - Perdona - murmuro, cuando ya nos hemos alejado lo suficiente de él - solo intentaba... No tengo ni idea de lo qué intentaba... Me pone de los nervios.

Roger: No te preocupes. Somos amigos, ¿no? Dejo que me uses las veces necesarias para darle su merecido.

Rocío: Anda, tira, buenazo. - lo empujo suavemente, él pasa su brazo por mi cintura y nos vamos en busca de Martina. El trío de oro.

*narra Aina*

Llamo a la puerta delicadamente y me recibe un desquiciado Daniel. Pelo despeinado, gafas torcidas, labios agrietados, ropa desparejada... Me asomo y su habitación no está mucho mejor que su aspecto. Un penetrante hedor me taladra la cabeza. Intento contener la respiración. Yo solo iba a pedirle unos apuntes, pero no puedo pasar por alto lo que acabo de ver.

Aina: Dani... ¿estás bien?

Daniel: Yo... ¿por qué no debería de estarlo? - responde, con un tic nervioso, sin dejar de mover la cabeza a un lado y a otro. Me recuerda a Beetee.

Aina: ¿Puedo pasar? - antes de darle tiempo a responder, ya me he colado en su desastroso cuarto. Está todo lleno de papeles desperdigados, fórmulas por todos lados y un dibujo que me llama la atención, pero antes de que pueda analizarlo, Daniel ya lo ha ocultado de mi vista. Herramientas tiradas por el suelo, intento esquivarlas para no tropezarme. Hasta que poso la vista en el causante de esta mala olor: carne podrida. - ¿Se puede saber qué haces con esto en tu habitación? ¿Te has transformado en hombre lobo o qué? - Daniel deja escapar una risita nerviosa.

Daniel: Es una historia muy larga. Tengo mucha faena. - sus dedos no paran de moverse - ¿Necesitas algo importante?

Aina: Venía a pedirte si podías dejarme los apuntes de química.

Daniel: ¿Química...? - empieza a remover entre la marea de hojas. - Ah, sí, es esto. - me tiende un papel con fórmulas incomprensibles y lleno de tachones.

Aina: No. Esto no es.

Daniel: Mierda. - y me lo quita rápidamente de las manos. Abre cuatro cajones, los vacía, tirándolo todo al suelo, contribuyendo a desordenar más la habitación. - Aquí lo tienes. - lo examino y sí que es lo que quería. Me dirijo hacia la puerta, deseando salir ya para no tener que respirar más este olor, estoy a punto de marearme. Pero justo cuando poso mi mano en el pomo, una peligrosa intriga se despierta en mí, necesito saber qué le pasa, por qué está tan preocupado y si puede estar pasándolo mal o sufriendo algo muy grave. No puedo dejarlo así tras haber visto cómo es su comportamiento y en qué estado está su habitación, puede que en el mismo que está su vida. Así que decido abrirle mi corazón para intentar que después él se sienta preparado a abrírmelo a mí.

Aina: Mario está muy raro conmigo últimamente. - confieso. Él se queda callado y temo que me suelte algo del estilo "¿Y a mí qué me importa?" y quedar en ridículo. Pero su expresión cambia, se vuelve algo más tranquila y me sonríe.

Daniel: ¿Y eso? - se interesa.

Aina: Una vez respiré tan fuerte que se rompió el aire y me di cuenta que esa vez era mejor marcharse. - le explico, tomando como ayuda la letra de "Al respirar" de Vetusta Morla. Doy por supuesto que sabe que estoy refiriéndome a la guerra con Marta por Marcos. - Más tarde, encontré otra persona con quién respirar. "Al respirar propongo ser quién ponga el aire que al inhalar me traiga el mundo de esta parte" - repito una de las frases de la estrofa - Era yo quién proponía respirar cuando empecé la relación con Mario, porque no quería que nada saliera mal. "Te he dejado en el sillón las pinturas y una historia en blanco. No hay principio ni final, sólo lo que quieras ir contando". Empezamos a pintar esa historia, los dos, a nuestra perfecta manera. Todo iba genial, no me podía sentir más orgullosa de nuestra historia, respirábamos a la par, compenetrados. Pero, desde hace unos días algo cambió, no sé el qué. Solo sé que si esta vez no respiro es por no ahogarme...

Daniel: Intenta no respirar... - nos miramos y echamos a reír. La carne huele tan mal que estaría loca si intentara respirar, pero sé a qué se refiere. - Independientemente de la peste de mi habitación, - suelta otra risita - intenta no respirar y descubre si él dejaría que te ahogaras.

Aina: Gracias. - le sonrío, voy a aplicar su consejo.

Daniel: Gracias a ti, Aina. Hace mucho tiempo que no tenía una conversación normal con un ser humano y no me daba cuenta de lo mucho que lo necesitaba...

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