Capítulo 196

81 8 0
                                    

CAPÍTULO 196

*narra Ana*

Mauro, Mendicuti, Manuel y yo nos hemos cansado de inventarnos historias con los presentes. Marta ya hace rato que ha desaparecido, con algún Cosmopolitan de más.

Mendicuti: Creo que me voy a buscarla —decide su novio al fin, marchándose del grupo.

Mauro: Yo creo que me piro, Elena no deja de mirarme.

Ana: ¡Deja de estar pendiente de la giliclonc E! ¡Pesado! Si quieres le digo a Sandra que la rape mientras duerme...

Mauro: ¡Sandra! ¡Claro que sí! —y ante nuestra confusa mirada, se dirige hacia ella, sin conocer sus intenciones.

Manuel: Qué coñazo de fiesta, ¿no? —se queja Manuel— Para malos rollos, volvemos a Nunca Jamás.

Al mencionar esa palabra, una mezcla de recuerdos y sensaciones fuertes impactan contra mí, pero sobre todo me dejo llevar por la indignación cuando recuerdo en qué mano tenía mi querido capitán el garfio.

Ana: ¿Sabes que Disney nos ha timado? ¿Te acuerdas que buscamos en Internet fotos del Capitán Garfio para descubrir en qué mano se colocaba el garfio, ya que cuando estábamos en Masterchef no disponíamos del libro?

Manuel: Sí, tu garfio siempre ha estado en tu mano izquierda...

Ana: ¡Pues era mentira! —exploto— ¡Peter le cortó la mano derecha! —saco mi preciado garfio de metal y me lo coloco, imitando a mi ídolo.

Manuel: ¡Guarda eso! —se alarma— ¡Es un arma y como descubran que la has entrado en el instituto te la requisan!

Ana: Vaya aburrimiento, yo me vuelvo a Nunca Jamás... —guardo con disimulo la brillante arma y me percato de que la mirada de Manuel se ha tornado triste— En realidad estoy agotada —le digo, rodeándolo con mi brazo—. El único lugar donde me apetece estar ahora es acurrucada junto a ti —le acaricio la mejilla.

Manuel: ¿Intentas hacerme sentir bien? —contesta, un poco reacio a mis gestos.

Ana: Intento quererte a mi manera —entonces lo beso y cualquier signo suyo de rechazo se transforma en una inmensa correspondencia.

No tardamos demasiado en abandonar esta soporífera fiesta y llegar a mi habitación, sé que Marina se irá a dormir con Jacobo, así que tenemos el cuarto para nosotros dos. Ese pensamiento despierta en mí una extraña y cálida sensación. Manuel prepara la cama y se quita la camiseta. Noto cómo me suben los colores a las mejillas.

Manuel: Estás roja —afirma, acercándose a mí con una sonrisa burlona.

Ana: Será el alcohol —me excuso.

Manuel: Si no has bebido —se le escapa una carcajada.

Ana: Tú eres un chico —digo, nerviosa.

Manuel: Eso dicen —sigue con la broma.

Ana: Y yo una chica.

Manuel: Aunque cuando te pones el garfio algunas veces no lo pareces —le doy un suave golpe en el hombro.

Ana: Y somos novios.

Manuel: Aunque a ninguno de los dos nos guste esta etiqueta.

Ana: ¿En serio tú nunca has pensado en...? —decido ir al grano, con los pómulos ardiendo y demasiado avergonzada para mirarlo.

En cuanto saco el tema, abandona cualquier pose bromista y noto cómo el rubor se apodera de sus mejillas. Bastante abrumada por esta situación, me tumbo en la cama con lo puesto, obstinada en quedarme dormida lo antes posible y que esta conversación pase a la historia. Pero Manuel no tarda en tumbarse a mi lado y acariciarme el brazo. Ráfagas de aire ardiente se reparten por todo mi cuerpo.

Manuel: Tú y yo hemos pasado muchas cosas —me susurra al oído, más corrientes cálidas—. Tú y yo nos hemos querido y nos queremos mucho. Nunca había forjado una relación tan sólida con nadie —me giro para poder perderme en su mirada que desprende destellos grisáceos y azulados—. Hasta el momento nunca he sentido la necesidad de eso. No te quiero para eso. Y sé que es un paso que daremos cuando los dos lo sintamos, porque lo que tengo claro es que no quiero hacer eso con otra persona que no seas tú. Pero tampoco creo que ahora sea lo más importante, para mí ahora lo primordial es estar a tu lado y lograr que nada nos vuelva a separar.

Ana: Supongo que son dudas que surgen, pero estoy contigo, ahora no necesito nada más que sentirte junto a mí.

Dejo que me apriete con fuerza, retengo el aire unos instantes para percibirlo con más intensidad. Es verdad. No necesito nada más que esto.

Cuando los párpados me pesan como piedras y mi mente oscila entre la realidad y el sueño, su voz zumbona vuelve a atacar.

Manuel: No pensarás dormir con esta incómoda ropa, ¿verdad?

Me zafo de sus brazos y me giro, para estar frente a frente e imitar la pedorreta de Peter Pan. Él se cruza de hombros, divertido. Salgo de la cama, pero me inclino para darle un breve beso.

Ana: Vale —acepto—, pero ni se te ocurra mirarme.

Manuel: ¿Teniendo unas vistas privilegiadas acaso te crees que voy a privarme de ellas?

Ana: Esta noche podrían llover garfios —lo amenazo, adoptando la voz de James.

Manuel: No querría tener que ponerme un parche en el ojo.

Se tapa la cara con las manos y empiezo a desvestirme, divirtiéndome cuando empieza a estirar los dedos para conseguir un hueco de visión.

InvenciblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora