CAPÍTULO 153
*narra Víctor*
Víctor: Otra vez. Los dos. Víctimas del desamor. - le digo a Martina, después de que me haya contado lo que le ha sucedido.
Martina: Había dejado de creer en el amor, El Quisquilloso volvió a conseguir que lo hiciera. Me siento como una estúpida. Una estúpida a la cual le ha rebotado una maldición de Dolores Umbridge.
Víctor: Supongo que el problema habrá sido creer que podemos llegar a ser amados.
Martina: Un día serás amado, Víctor, te lo mereces más que nadie.
Víctor: Tú también, Martina.
Le acaricio la mejilla, secándole una solitaria lágrima. Nos quedamos unos segundos mirándonos hasta que nuestros labios ganan la partida. Había olvidado el poder reconfortante que tiene su boca encima de la mía. Siento que no ha pasado el tiempo, cuando por fin vuelvo a hablar.
Víctor: No viniste a verme a Berlín. - susurro.
Ella se separa un poco, nuestras narices chocan.
Martina: No lo veía oportuno.
Víctor: ¿Por qué?
Martina: Porque me pillé de ti. - sonrío.
Víctor: Entonces deberías de haber venido.
Martina: Si lo hubiera hecho, no hubieras salido con Marta.
Víctor: ¿Me ha servido de algo? - comento en tono lúgubre.
Martina: Bueno, sean por las razones que sean, volvemos a estar aquí.
Dibuja remolinos en mi nuca, yo le acaricio la sien y nuestros labios vuelven a rozarse.
Víctor: Quizás esto sea una señal.
Martina: No. - niega con la cabeza - Tú estás roto. Yo estoy rota. Nos besamos para recomponernos, no porque nos queremos. No nos engañemos.
En el fondo sé que tiene razón, pero teniéndola de nuevo entre mis brazos, me niego a separarme de ella.
Víctor: Al menos permíteme disfrutar de tu compañía.
Martina: No te vas a librar de mí tan fácilmente. - me guiña un ojo y nos tumbamos boca arriba, jugando con nuestros dedos.
*narra Lluc*
Han pasado ya varios días desde el despertar de Lucas. Va recibiendo visitas, sus heridas van cicatrizando. Y yo frecuento mucho el hospital, es la ocasión perfecta para ser feliz al lado de Ona.
Tras haber comido juntos, se despide, ya que tiene que seguir con las prácticas. Al percatarme de que se ha olvidado la chaqueta, la cojo con cautela, oliéndola e impregnándome de su ser. Para mi alegría, me dispongo a devolvérsela, así volveré a verla. Me planto delante de una puerta entreabierta, pero unas voces me impiden entrar.
- ¿Quién es ese niño con el que pasas tanto tiempo?
¿Yo? ¿Un niño? ¡Si tengo catorce años!
Ona: Ah, el pesado de Lluc. - reconozco su voz. ¿La persona más maravillosa de la Tierra acaba de llamarme pesado? - Hace unos años que estuvo ingresado por intento de suicidio. A mí me tocó hacerle ciertos cuidados, al principio congeniamos bien, pero resultó ser muy cansino. No sabes cuánto me arrepiento de haberle pasado mi número de teléfono. Me enviaba mensajes, me llamaba... ¡Incluso me inventé que tenía novio para que me dejara en paz! Pero no pilló la indirecta. Al parecer se ha enamorado de mí. Qué ingenuo. Los amores platónicos no son buenos. En cuanto vi a una de sus amigas por aquí, supe que volvería para reencontrarse conmigo y empecé a mentalizarme para la tortura de los próximos días. Ojalá el Lucas ese se recupere de una vez y él ya no tenga una excusa para aparecer por aquí tan a menudo. Deberías de ver cómo me mira, le falta un cubo para dejar todas sus babas. Qué agobio. Llevo tiempo siguiéndole el rollo, no voy a decirle lo que pienso, es un chico tan inseguro que seguro que por la más mínima incidencia volvería a suicidarse. En fin, los gajes del oficio.
Empiezo a temblar. La chaqueta cae al suelo. Necesito alejarme de aquí, lejos, muy lejos, donde nadie pueda volverme a encontrar.
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Invencibles
Teen FictionHan pasado dos años desde que Manuel se proclamó ganador de Masterchef Junior 2. Los organizadores del programa y los padres de los concursantes acabaron decidiendo que no era muy viable seguir yendo a los colegios públicos de sus respectivas ciuda...