Capítulo 58

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CAPÍTULO 58

*narra Mario*

Las puertas del ascensor se cierran, le lanzo una mirada un pelín histérica a Remei y me extraña que la máquina no se mueva. Espero un momento y al no notar nada, aprieto botones a diestro y siniestro.

Mario: ¡Estamos encerrados! ¡Estamos encerrados, joder! - me estreso, aporreando la puerta.

Si ya de por sí me ponía nervioso por tener que estar encerrado con ella en un espacio tan pequeño unos segundos, imaginaos el hecho de tener que quedarme encerrado un tiempo indefinido. Empiezo a sudar, sin poder controlar mi inquietud.

Remei: Tranquilízate. - susurra ella, que se sienta en el suelo. - No tardarán en sacarnos de aquí. - ¿Por qué está tan tranquila? Eso me pone todavía más nervioso. - Uf, es cierto que siempre hace un calor infernal en los ascensores. - dice, quitándose su camiseta de manga larga y se queda únicamente con una de tirantes donde hay poco lugar para la imaginación. Madre mía. Madre mía. Me giro bruscamente y saco el móvil para intentar distraerme con algo. Me doy cuenta de que tengo un mensaje de hace unos cinco minutos, antes de entrar en el ascensor. Curiosamente es de Marta: <<Hemos sido Aina y yo las que os hemos encerrado, ella sospecha de ti. Hay micros en el ascensor, así que cuidado con lo que decís y hacéis. De nada. Me debes una.>> Esa plena desconfianza de mi pareja hace que me encienda por dentro, ahora solo deseo vengarme, pero sé que no es lo correcto. Así que voy a salvarme. Lo curioso es que Marta haya decidido avisarme, algo raro se cuece entre ellas dos.

Me siento al lado de Remei, esta vez sin temblar y vocalizo, sin emitir sonido: <<Sígueme el rollo>>. A modo de respuesta le enseño mi móvil y ella abre mucho los ojos y la boca.

Mario: Estoy fatal, hace un montón de días que quiero prepararle una sorpresa a Aina, porque ya llevamos muchísimo tiempo juntos y quiero que sepa que sigo queriéndola igual o más que el primer día. Pero no tengo ni idea de qué hacerle...

Empezamos a hablar sobre una posible sorpresa, sin dejar de alabar a Aina. Espero que esté satisfecha con estas palabras, porque te aseguro que yo no lo estoy con ella en absoluto. Ahora tengo que pensar bien qué hacer con la información que tengo. Por suerte, esta vez he salido del paso y he logrado combatir el tenso momento de estar encerrado con Remei. Quién sabe qué hubiera pasado si Marta no me hubiera avisado... Y quién sabe qué puede pasar a partir de ahora, sabiendo la emboscada que me ha tendido mi "perfecta" novia.

*narra Marta*

Marta: Bueno, tu perfecto novio te ha vuelto a demostrar que te quiere por encima de todo. Bien por ti. - sonrío maléficamente, si supiera la verdad... Qué ingenua - Creo que ya podemos sacarlos de ahí.

Aina: Esto... Gracias. - responde incómoda, no está acostumbrada a agradecerle a la reina. Pero tiene los ojos vidriosos de amor hacia Mario. Repito, menuda ingenua.

Marta: Procura que tu debilidad no gane el juego y que nunca descubra que esto ha sido obra tuya o lo fastidiarás todo. - ella asiente, si supiera que ya lo sabe... en mi rostro asoma una sonrisa de orgullo por mi buen trabajo - Recuerda que ahora te toca cumplir tu parte del trato.

Me marcho de ahí y observo desde la lejanía cómo Mario y Remei salen del cubículo y Aina lo llena de besos.

*narra Ana*

Observo cómo Manuel y Marco se matan a puñetazos, ambos tienen las manos rojas y ríos de sangre cubren el suelo. De repente, aparece el innombrable por detrás, enciende una cerilla y todo estalla en llamas.

Ahogo un grito, jadeando, y me doy cuenta de que estoy debajo de una mesa de alguna de las clases, ni siquiera sé cómo he llegado hasta aquí.

Me balanceo lentamente, con los ojos apretados y la cara manchada de lágrimas, susurrando:

Ana: Me llamo Ana Oca, me llamo Ana Oca...

El problema es que mantener los ojos cerrados provoca que vuelva a vivir la pesadilla y esta vez grito con todas mis fuerzas. Alguien no tarda en acudir y me abraza con fuerza, pero al darme cuenta de su olor lo aparto de un empujón. Marco me mira, entre afectado y decepcionado.

Ana: Márchate. - vuelvo a cerrar los ojos. Sangre y llamas. Los abro. Mirada de fuego que me consume.

Marco: No me eches de tu vida, solo he venido a ayudarte... - me toca el brazo, eso provoca que se me paralice el cuerpo y solo vea dolor, el dolor que nos hemos causado mutuamente. Empiezo a gritar desconsoladamente, sin poder controlar el ataque de pánico.

Ana: ¡QUE NO ME TOQUES! ¡MÁRCHATE! ¡MARCHAOS! ¡DEJADME EN PAZ! - él sabe perfectamente quién entra en ese plural - Yo solo quiero superar toda esta mierda... - susurro al fin, habiendo conseguido relajarme un poco. Marco abre la boca pero otra persona aparece ante mí. A ella sí que la dejo que me abrace con fuerza.

Marina: Será mejor que te vayas.

Marco: Pero...

Marina: Marco, vete, si de verdad la quieres comprenderás que ahora lo mejor es que no os veáis.

No sé si él le hace caso, solo sé que entre sus brazos me siento a salvo, que sus relajantes palabras llenan mi ser y aplacan las pesadillas, que quizás me empeñaba en arreglarlo con mi mitad, con mi pareja, pero que lo que necesito ahora es una buena amiga, aquella persona que pese a todo siempre llenará mi traumática existencia. 

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