CAPÍTULO 100
*narra Marina*
Marina: ¿Todavía guardas las llaves de la puerta principal del instituto? - le pregunto a mi chico, dirigiéndonos hacia la salida.
Jacobo: Hombre, esto es una de las cosas que nunca puedes perder. - responde guiñándome un ojo.
Salimos del instituto con sigilo, me da la mano y corremos hacia la playa, que está a tan solo diez minutos andando. Llegamos a la esquina de la calle, justo al lado de la pequeña cala.
Jacobo: Espérate aquí. - me venda los ojos. - Solo puedes quitártela y seguir tu camino cuando notes la vibración de un mensaje. - me da un breve beso y oigo sus pisadas alejándose.
No tardo mucho en recibir la señal, me deshago de la venda y giro la esquina, observando la pequeña cala totalmente vacía, ya sea por las fechas, estamos en invierno, y porque esta es una zona de Tarragona muy íntima, que no suele frecuentar mucha gente. Unas bonitas conchas me marcan un camino que me guía hasta la cueva. Antes de entrar, me quito los zapatos para poder poner mis pies en contacto con las suaves olas del mar, hecho que me relaja muchísimo. Finalmente, me adentro en la cueva y está iluminada por velas, ambientada con incienso y las canciones de nuestro grupo favorito: La Oreja de Van Gogh. En el suelo arenoso de la cueva hay una enorme toalla tendida y Jota se encuentra apoyado en una roca. Me acerco lentamente a él y lo beso pausadamente, él me corresponde colocando sus manos en mi cadera y volviéndome a besar muy, muy poco a poco, disfrutando de cada segundo, de cada contacto. Los besos empiezan a aumentar tanto de cantidad como de ritmo, nuestras manos recorren todo el cuerpo, le subo lentamente la camiseta hasta quitársela, hace frío, pero es imposible que nosotros ahora lo notemos. Él me quita también mi camiseta y acabamos tumbados en la toalla, llenos de besos y de caricias. Todo va bien, nuestras energías fluyen, me siento preparada, me siento diferente. Dirijo mi mano hacia su cintura para desabrocharle el botón del pantalón, pero la vibración de mi móvil nos interrumpe. Decido no hacer caso, ni siquiera mirar quién me está llamando, la vibración cesa y vuelvo a besar a Jacobo, desabrochándole el botón. Pero el teléfono vuelve a insistir, cortando ya todo lo que teníamos. Chasqueo la lengua, molesta, me meto la mano en el bolsillo y compruebo quién me está llamando.
Marina: Es Ana. - Jota levanta una ceja. - Tengo que cogérselo. - Descuelgo y tras la línea no oigo su voz, oigo unos débiles sollozos y unos dientes castañetear. - ¡Ana! ¡Ana! ¿Estás bien? - a modo de respuesta recibo un grito. - Joder. Joder. Ana, escúchame. Respira. Cierra los ojos. Piensa en tus alas. Voy para allá. - digo, levantándome y poniéndome la camiseta a toda prisa - ¿Dónde estás? - y tira de la cadena del váter para contestarme. - Vale, no te muevas de ahí. Ahora vengo. - cuelgo y le doy un beso rápido a Jota. - Lo siento, lo siento, lo siento...
Jacobo: ¿Por qué será que Ana siempre nos tiene que interrumpir?
Marina: Sabes que me necesita...
Jacobo: ¿Y Manuel?
Marina: Si me ha llamado a mí será por algo.
Jacobo: Déjalo. Ve a salvar el mundo, ya te ocuparás de tu novio en otro momento.
Marina: No empieces. - y me largo de ahí sin decirle nada más, dejándolo todo a medias, sin saber si esto nos terminará afectando... Pero mis prioridades son ahora otras. En un santiamén estoy de regreso al instituto y me meto en todos los baños hasta dar con Ana. Está en uno de los cubículos, encima de la taza del váter, con las piernas dobladas, las rodillas en la cara y balanceándose.
Ana: Miedo, miedo, miedo... - musita.
Marina: El "Me llamo Ana Oca" me gusta más. - respondo, dándole un beso en la mejilla.
Ana: Dardos...
Marina: ¿Qué?
Ana: No paro de notar dardos. - contesta, recuperando un poco la compostura. - Y Marta me los clava...
Marina: ¿Marta?
Ana: El otro día Manuel y ella se besaron accidentalmente. - recalca la última palabra simulando unas comillas con sus dedos. - Tengo miedo. Miedo a que nos separe de nuevo.
Marina: No os separó... - intento animarla.
Ana: Ya, pero fue el detonante, ya sabes. Gracias por venir, creía que la cisterna acabaría cayéndose en mi cabeza si seguía mucho más tiempo con la crisis. ¿Crees que cada día estoy más loca?
Marina: No, - hago el gesto de apartar con la mano, quitándole importancia - solo creo que estás mentalmente desorientada - bromeo y ella me sonríe, agradecida. La abrazo con fuerza y siento su magia, sé que siempre valdrá la pena dejarlo todo por salvar a mi gallega.
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Invencibles
Ficção AdolescenteHan pasado dos años desde que Manuel se proclamó ganador de Masterchef Junior 2. Los organizadores del programa y los padres de los concursantes acabaron decidiendo que no era muy viable seguir yendo a los colegios públicos de sus respectivas ciuda...