Capítulo 130

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CAPÍTULO 130

*narra Aina*

Observo a Daniel apoyado en una barandilla, sin hacer nada, tan solo contemplar cómo escribe la chica que arrolló hace un tiempo a mi amigo, que descubrimos que se llama Sandra; sentada en el césped, con las piernas cruzadas y una libreta encima de ellas, gesticulando sin parar y sin dejar de mover el bolígrafo sobre el papel.

Me acerco por detrás, posándole mis manos en sus hombros bruscamente, dándole un susto, estaba tan concentrado en Sandra que pega un brinco.

Aina: ¿Cuándo piensas reclamarle el café al que te invitó? - le pregunto.

Daniel: Al que nos invitó. - rectifica, recalcando el "nos" - No quiero que me conozca, quizás tampoco quiera conocerme. Yo me limito a observarla desde la distancia, con eso me basta.

Aina: Bueno, he de decir que has progresado bastante este último mes, ¿será Sandra tu musa?

Daniel se pone más rojo que un tomate, intentando ocultarse su rostro con la bufanda.

Aina: No te quedes al margen, quizás hablar con ella te ayude todavía más.

Daniel: Tú sabes lo rojo que me pongo siempre y lo mucho que tartamudeo. Sería una estupidez.

Aina: ¡Una estupidez sería que ni siquiera lo intentaras! - exclamo.

Daniel: Déjalo, tú nunca lo entenderías, porque eres guapa, simpática, agradable y mil más virtudes que sería inútil enumerarlas. Yo soy un bicho raro al que prefieren perderlo de vista y que se encierre en su cuarto. Que de hecho, voy a hacerlo ahora mismo, ¡acabo de tener otra idea!

Lo agarro del brazo, para intentar contradecir su imagen sobre sí mismo, pero se zafa con habilidad y se pierde entre las columnas de la residencia. Decido aprovechar este momento para ir a hablar con Sandra.

Aina: ¿Qué tal? - le pregunto cuando ya estoy delante de ella - Espero no molestarte.

Sandra: Para nada. - me sonríe, dejando su libreta y su bolígrafo mordido en el suelo.

Aina: ¿Sabes algo de Marina? - hay que hablar sobre otras cosas antes de atacar, para disimular un poco. Sandra esboza una triste mueca.

Sandra: Estará unos días en su casa, intentando ponerlo todo en su lugar... - levanta la vista y me percato de sus enormes ojeras - Espero que vuelva pronto, pero no será nada fácil pretender que ella vuelva a la normalidad, de algo así cuesta mucho recuperarse.

Aina: Qué mal... - es lo único que se me ocurre decir, ya que en estos caso, ¿qué se supone que tienes que decir? - ¿Y Ana cómo está?

Sandra: Igual. O peor. Duermo todas las noches con ella, se despierta como cinco veces por culpa de sus pesadillas. Lo de Marina también le ha afectado.

Aina: Hace mucho tiempo que no hablo con Ana, debería de hacerlo, éramos grandes amigas... - pienso en voz alta - ¿Qué te parece si mañana por la tarde, mientras le hago compañía a Ana, Daniel y tú os tomáis el café que le debes?

Se queda un momento en silencio, seguramente porque no se debe de acordar de su fugaz encuentro.

Sandra: ¡Ah, sí! - chasquea los dedos - ¿Daniel es el chico al que le tiré todas sus cosas? ¡Ya me acuerdo! ¡Estabas con él! ¡Pues claro que sí! Yo mis promesas las cumplo.

Aina: Genial, pues mañana a las cinco en la cafetería, luego se lo digo. ¿Te importa si me siento contigo un rato?

Sandra: ¡En absoluto!

Me acomodo a su lado, ya que no tengo nada mejor que hacer, aparte, no quiero toparme con Mario. Al menos hacer de celestina me ha servido para evadirme de mis problemas.

Intento no observar qué escribe Sandra, ya que me da la sensación de que eso podriía incomodarle, así que me pongo los auriculares, concentrada en sentir las letras y su música. Pero de repente, un pelotazo rompe toda la atmósfera creada. Álvaro viene a por ella y yo se la devuelvo de mala gana, sin embargo, él se disculpa, sonriéndome caballerosamente.

*narra Rocío*

Rocío: ¡Crucio! - agito mi nueva varita, la gran varita del señor Tenebroso, señalando a un punto concreto, figurándome que le lanzo la maldición a Lucas, ya que no puedo dejar de pensar en él y no se me ocurre otra forma para sacármelo de la cabeza. Sin embargo, en cuanto me imagino sus gritos de dolor, me pongo muy nerviosa y se me cae la varita al suelo. Me arrodillo, restregándome los ojos, sabiendo que todo esto es en vano. Lucas ha vuelto a aparecer en mi vida, poniéndomela patas arriba, haciendo renacer mi amor por él que me empeñaba en enterrarlo bajo piedras pesadas. ¿Pero es que no fue ese el problema? Un Lucas tierno, que me reconfortaba, me confié, me enamoré, lo hubiera dado todo por él. No obstante, él no lo dio todo por mí. Si vuelvo a caer en sus redes cometería un gran error, dejando otra vez mis sentimientos a su merced y caería en un pozo sin fondo del que sería imposible recuperarme. La imagen de la mirada vacía de Ana aparece ante mí y sé que no soportaría terminar como ella.

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