Capítulo 35

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CAPÍTULO 35

*narra Ana*

Estoy sorprendida por lo qué acaba de pasar en el comedor. Me levanto de mi lugar y me dirijo hacia dónde está Manuel. Estoy tan enfadada que ni me inmuto cuando tiro la bandeja de alguien al suelo. Me planto delante de él y doy un fuerte golpe a su mesa.

Ana: ¿Has tenido algo que ver con esto? - su silencio lo delata. No sé si me molesta más que se haya aliado con Marta o que haya sido partícipe de una fea humillación.

Manuel: Te llamó lunática, ¿sabes? Y eso no fue lo único. - dice al fin. Tardo un poco en comprender que se refiere a que Martina me insultaba.

Ana: Sé defenderme sola, gracias, no necesito dos guardaespaldas. - le reprocho.

Manuel: Estaba haciendo mucho daño, esto ha sido un escarmiento para detenerla.

Ana: No me puedo creer que el señorito noalaguerrasíaldiálogo esté justificando esto.

Manuel: Bueno, ¿y qué querías que hiciera? ¿Quedarme de brazos cruzados? - alza la voz, todos nos miran, sin querer perderse un solo detalle. Dichosos cotillas, que se ocupen de sus vidas.

Ana: ¿Te das cuenta de que esto está a la altura de lo que yo le hice a Marta?

Manuel: Eso, dilo más fuerte, a ver si se entera todo el instituto. - ese comentario me enciende.

Ana: PUES SÍ. - me dirijo a todos los espectadores de nuestra discusión - MANUEL ROMPIÓ CONMIGO PORQUE HUMILLÉ A SU QUERIDA MARTA. SÉ QUE ESTABAIS DESEANDO SABERLO, PUES AQUÍ LO TENÉIS.

Manuel: ¡NO CORTÉ CONTIGO POR ESO! ME DECEPCIONA QUE LO PERCIBAS ASÍ...

Ana: AH, ENTONCES FUE PORQUE TE HARTASTE DE SALIR CON UNA LUNÁTICA COMO YO.

Manuel: VETE A LA MIERDA, ANA. ¡CREÍA QUE LO ESTÁBAMOS ARREGLANDO! ¿Y AHORA ME VIENES CON ESTA ACTITUD?

Ana: SÍ, ÉCHAME TODA LA CULPA A MÍ. - Manuel va a replicar, pero suena su móvil. Lee atentamente y se distrae.

Manuel: Me voy. - me dice.

Ana: Vale, muy bien, ahora huye.

Manuel: Tengo otras cosas mejores que hacer que discutir contigo.

Ana: Claro, seguro que alabar a tu querida Marta. - me mira con desdén, un tipo de mirada que desde que nos conocemos nunca me había dirigido. Duele. Cierro los ojos y esa mirada odiosa de Manuel sigue taladrándome, hasta que su cara estalla en llamas. Abro los ojos, aturdida, dejando escapar un grito. Pero él ya no está. Varias personas recurren a mi ayuda pero las aparto bruscamente. Aunque por suerte, me topo con los brazos de Marina, que es lo que más necesitaba en este momento. Intento no volver a cerrar los ojos para que las desagradables visiones no vuelvan a atacarme. Manuel y yo acabamos retroceder muchos pasos en el camino de nuestra relación.

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