Capítulo 189

64 6 0
                                    

CAPÍTULO 189

*narra Martina2*

Rocío: ¿Cuándo voy a poder quitarme la venda? - pregunta por enésima vez.

Aimar: ¡Estamos a punto de llegar! - exclama, sin dejar de mirar por la ventanilla del autobús y sin soltarme la mano.

Aprieto al botón de solicitud de parada y ayudamos a Rocío a bajar del transporte. El imponente edificio del hospital nos recibe y en cuanto entramos en el vestíbulo, mi mejor amiga se pone tiesa.

Rocío: Un momento... Puedo reconocer este olor. - se saca la venda bruscamente y nos mira, llena de decepción. - Sellé las mirillas del deseo, por miedo a que las pisadas robaran mi serenidad. No habéis respetado mi decisión. Me largo de aquí.

Martina2: ¿Pero por qué no quieres verlo? ¡Por fin te dijo que te quería! ¡Y tú nunca lo olvidaste!

Rocío: Hice un pacto con el universo, ¿vale? Y nunca llegó a decírmelo, será mejor así...

Aimar: Ten cuidado no lo vayas a romper, el universo es muy caprichoso.

Martina2: Ahora no estamos de broma. - le dirijo una severa mirada - ¿De qué hablas, Ro?

Rocío: Lo pongo en peligro, casi se muere dos veces por mi culpa... Le prometí al Universo que me marcharía de su lado y así él mejoraría. ¡Y se está recuperando! Así que yo no pinto nada aquí.

Antes de que pueda replicar, da media vuelta, acelerando el paso. Y yo me quedo observando la venda tirada en el suelo, que se ha quedado sola y desamparada. Una voz a mis espaldas me hace emerger de mi ensimismamiento.

Lucas: ¿Cómo? ¿Era por eso que no ha vuelto a venir a verme? - pregunta confuso, luce un buen aspecto, aunque lleva un pijama horroroso, el de los pacientes, supongo.

Martina2: ¡Pero tú no puedes salir del hospital! - lo aviso, cuando echa a correr tras ella, notando el esfuerzo excesivo que está llevando a cabo.

Aimar: Déjalo, a ver si lo aclaran de una vez.

Me siento al pie de las escaleras, el lugar de dónde ha surgido Lucas. Aimar me imita.

Martina: Supongo que siempre recorro de memoria el guión, intentando evitar las excepciones. Hasta que, buscando de puerta en puerta, me encontré a un funambulista imbatible.

Aimar: Todavía no te has atrevido a seguir mis pasos.

Martina: No tengo equilibrio.

Aimar: Estoy convencido de que si te lo propusieras, conseguirías hacer piruetas en la cuerda. - me susurra - No te creas que me fijé en ti solo por lo bella que eres. - me sonrojo.

Martina: Solo si tú me sujetas con fuerza. - me acaricia la mejilla.

Intento erradicar cualquier miedo que pueda evocarme la libertad que me produce mi funambulista de la vida.

*narra Lucas*

La cabeza empieza a darme vueltas a causa de mi determinante ahínco. Me detengo en la parada del autobús, ¿habrá logrado irse tan rápido? Harto de mi mala suerte, me dirijo al parque que rodea la clínica, a un paso más pausado. Pero mi tranquilidad se desvanece cuando diviso a Rocío sentada en la base de un tobogán. Me acerco con sigilo, olvidándome de los tremendos latidos de mi corazón y me limito a agacharme en frente de ella. Levanta la vista y esboza una mueca caracterizada por la sorpresa. Ella tampoco dice nada. Con manos temblorosas, me atrevo a secarle las lágrimas. Una minúscula sonrisa surge de sus labios.

Rocío: ¿Dónde vas saliendo a la calle con este trapo más cateto que los que se quedan en casa para las ferias, quillo? - bromea, exagerando su acento gaditano. Ese vuelco que acaba de dar mi estómago indica cuánto añoraba su presencia.

Lucas: No podía desaprovechar esta oportunidad.

Me da la mano, impulsándome para ponernos de pie.

Rocío: Me alegro de verte, pero ahora será mejor que me vaya, solo le faltan tres minutos al autobús.

Hace amago de girarse, pero le sostengo la mano con fuerza.

Lucas: Creo que ya va siendo hora de que ceses tu comunicación con el universo.

Rocío: No deberías de haberte enterado.

Lucas: Pero ahora que lo he hecho, déjame que te diga que estoy convencido de que si hubieses estado a mi lado mi recuperación habría sido más ágil.

Rocío: ¿Todavía no te has dado cuenta? ¡Soy perjudicial para ti!

Lucas: Quizás hace unos años creía eso. Pero ahora sé que eres mi snitch dorada.

Rocío: No sigas. - me frena con un gesto, pero me empeño a centrar mi mirada en sus ojos.

Lucas: La más difícil de atrapar, pero una vez en mis manos se termina el partido, no necesito seguir buscando, no necesito nada más, solo sentir tu aletear a mi alrededor. Quítatelo ya de la cabeza, vamos a conseguir ser felices de una vez.

Rocío: Tengo miedo a herirte.

Lucas: Sin miedo a nada, ¿recuerdas? Crear, soñar, dejar todo surgir...

Rocío: Apartando el miedo a sufrir... - me sigue.

Envuelvo su cara con mis manos, inclinándome, mediendo cada centímetro que eliminamos, hasta reducir la distancia a cenizas. Tantos años temiendo al amor, tantos años echando de menos aquello que rechacé, tantos meses pensando en recuperarla. ¿Y qué más da que yo haya tenido un accidente? Vuelve a estar a mi lado, con eso me basta y me sobra. Me separo con delicadeza, aunque nuestras narices siguen chocando. Sonrío, tímido, y me pierdo en su mirada, preparándome para mi confesión.

Lucas: Por cierto, te quiero.

Me envuelve en un cálido abrazo y, embriagado por la sensación de bienestar, me maldigo por haber sido tan cateto, tal como dice ella, de haberme negado a experimentar esto mucho tiempo antes.

InvenciblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora