CAPÍTULO 183
*narrador omnisciente*
Mauro2 se separa un minuto del grupo, dirigiéndose al patio interior, ya que ha tenido un pálpito difícil de describir. Se agacha, recogiendo el diente de león más bonito que encuentra. De vuelta al ascensor, puede observar cómo Marta se muerde las uñas con impaciencia. Llegan a la última planta y suben las escaleras, Ana se encuentra en la puerta.
Ana: Lo he buscado por mil partes hasta que lo he encontrado aquí. - les dice, entreabriendo la puerta.
La rubia ahoga un grito en cuanto ve al chico del flequillo sentado, de forma despatarrada, en la repisa de la azotea, con una pierna dentro y la otra al vacío. Se puede observar una enciclopedia situada también en la repisa, a un metro de Manuel. Se dedica a lanzar una pelotita que rebota contra el enorme libro y vuelve a sus manos. El recorrido de la bola no es siempre regular.
Mendicuti: ¿Se puede saber qué hace Manuel aquí, colocado de esta forma y por qué nos has llamado?
Mauro: Está claro, ¿no? - responde el moreno, obvio, ante la confusa mirada de la pareja. Mauro pasa un brazo por el hombro de Ana - Nos hemos portado como unos cerdos, ¿verdad? - le pregunta a la gallega.
Ana: La petarda lo estaba amenazando... Y todo por mi culpa... - se lamenta, sujetándose en el madrileño - Nos necesita más que nunca. No sé cómo actuar delante de él para que no cometa ninguna locura, por eso os he llamado.
Mauro: Yo lo único que sé es que tienes que darle este diente de león. - se lo tiende y ella se lo guarda con cuidado en uno de sus bolsillos, agradeciéndoselo con un abrazo.
Finalmente, deciden entrar los cuatro en la azotea para intentar hablar con él. Manuel oye unos pasos, pero sigue jugando con la pelota, sin inmutarse.
Ana: Hola, Manuel. Tenía ganas de estar por fin contigo. - lo saluda con tacto.
Mendicuti: Nunca dejaste de ser el enamorado, lo sentimos en el alma.
Marta: Tu insistente y horroroso corte de pelo indica que siempre fuiste el mismo. - bromea.
Mauro: ¿Qué estás haciendo? - le pregunta, dando un paso más que los otros.
En ese instante es cuando por fin el chico del flequillo reacciona. Se inclina un poco hacia la izquierda, para que la pelota no caiga. A todos se les corta la respiración en cuanto todo su cuerpo se desvía, pareciendo que no vaya a sostenerse, pero en el último momento retoma la compostura. Manuel profiere un grito efímero, repleto de adrenalina. Sus espectadores se sienten confundidos al percatarse de que está disfrutando de esto.
Manuel: Se trata de jugar y de sobrevivir, como todos los juegos. - les explica.
Manuel se siente nuevamente vivo, aquel juego es un renacer, sin embargo, acaban de ponerle piedras en su camino hacia el renacimiento.
Manuel: ¿Qué queréis? - al fin se gira, bajando de un salto de la repisa - No hace falta que contestéis, entiendo que no estáis aquí para seguir ignorándome. Aprovechando la ocasión, espero que tu hermano esté mejor, no sé qué pensaste cuando te envié el mensaje, pero te lo decía de corazón, aparte de que intentaba pediros ayuda.
Los tres se quedan boquiabiertos, recordando el contenido de ese mensaje: <<Siento mucho
O que le ha pasado a lucas.
Saldrá de esta>>.
Las tres únicas letras que están en mayúsculas son SOS. Marcos se pega un palmazo en la frente, todos se sienten idiotas y mal amigos por haber desconfiado ciegamente en él.
Manuel: A ti, Marta, solo quiero agradecerte que me metieras en la boca del lobo al sacar todas mis pertinencias de mi antigua habitación que compartía con Lukas. - la rubia hace amago de replicar, pero él la corta - Y a ti no sé qué decirte, Mauro. Supongo que te diría que la chica con la que sales, Elena, no merece tanto la pena como para que te pelearas con Mendicuti. Quizás estáis alucinando con mi actitud y creéis que estoy intentando hacerme la víctima, lo siento, no puedo evitar sentirme así. Nadie en ningún momento se paró a pensar que quizás me estaban enterrando en vida y tenía mis razones para comportarme así. Nadie. Ni siquiera mis mejores amigos. Solo os limitasteis a creer que era un monstruo y a darme la espalda. Al menos todo esto me ha servido para darme cuenta de muchas cosas. Acabo de renacer, chicos. - recoge su pelota, intentando que no se le noten los acelerados latidos de su corazón, cada bombeo reparte pinchazos de diminutas agujas. - Por cierto, me alegro de que hayáis vuelto, al fin y al cabo, siempre seré Martacuti.
Se encamina hacia la salida, ante la frustrada mirada de los cuatro. Antes de que desaparezca de su vista, Ana lo alcanza, colocándole una mano en el hombro. Manuel no consigue pasar por alto este contacto, ya que se gira, atravesándola con la mirada. Ahora, las agujas en vez de repartir pinchazos, proporcionan inyecciones de limerencia. Pese a lo desorientado que se siente, nunca podrá pasar por alto el estado que experimenta cuando está con Ana. Ella saca la flor, abriendo la palma de la mano de él y colocándola ahí.
Ana: Recuerda que nuestro diente de león significa renacimiento y no destrucción. Recuerda que quiero, queremos, que renazcas a nuestro lado.
Él consigue dedicarle una sonrisa torcida antes de marcharse. La gallega se huele la mano, es una mezcla del aroma del diente de león y del olor de Manuel. Respira con profundidad para intentar empaparse de ello, para pensar en que conseguirá que todo vuelva a su cauce.
Por otro lado, Marta sigue inmóvil como una estatua, todavía sin asimilar el daño que le ha hecho a su mejor amigo.
Marta: Ya se nos puede ocurrir algo para enmendar nuestros errores. - dice al fin, dispuesta a no quedarse de brazos cruzados esta vez. Todos han echado demasiado de menos al peculiar chico del flequillo rebelde y complejo de Peter Pan.
ESTÁS LEYENDO
Invencibles
Teen FictionHan pasado dos años desde que Manuel se proclamó ganador de Masterchef Junior 2. Los organizadores del programa y los padres de los concursantes acabaron decidiendo que no era muy viable seguir yendo a los colegios públicos de sus respectivas ciuda...