Capítulo 177

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CAPÍTULO 177

*narra Manuel*

El sonido de mis dedos rozando las teclas inunda la estancia.

Martina3: ¿Cómo llevas el trabajo? - me pregunta, masajeándome la espalda.

Manuel: Benito Pérez Galdós me da hambre.

Martina3: Venga va, te voy a buscar algo para comer.

Manuel: ¿De verdad? - esbozo una sonrisa encantadora a la vez que le acaricio la mejilla. Ella no deja de mirarme con admiración.

Sale de la habitación sin más y susurro un grito triunfal. Todo lo que he estado planeando hasta ahora se reduce a este momento, que puede llevarme a la gloria o enterrarme en el más cálido infierno. Agarro su móvil, que reposa en la mesita de su cama, lo desbloqueo con su respectiva contraseña, hecho que antes me hubiera parecido imposible. Primero porque nunca se despegaba del móvil y segundo porque la contraseña era un verdadero misterio. Escribo con habilidad un mensaje que llevo preparando toda la semana para Iago y en cuanto estoy a punto de darle al botón para enviarlo, el corazón me da un vuelco al oír unos pasos. Lo mando rápidamente y me guardo el móvil en el bolsillo trasero de mi pantalón. Unas manos golpean la puerta y me tranquilizo, sé que no es Martina. En cuanto la abro, unos fornidos brazos me rodean el cuerpo.

Jordi: No puede ser... - se lamenta - Y pensar que no estuve pendiente de qué te podía estar pasando...

Aprieto mi nariz contra el hombro de Jordi, sintiendo por fin el respaldo de alguien. Oigo la respiración jadeante de Ana y eso es lo que me provoca zafarme de Jordi, cerrar la puerta y empezar a recoger mis cosas con urgencia.

Manuel: No hay tiempo que perder. - les informo, abriendo la maleta y metiéndolo todo lo más rápido posible. Daniel estará intentando entretener a Martina, pero tampoco tardará mucho en volver. Ellos sin decir nada, buscan por la habitación todas mis pertenencias para ir guardándolas; no sin antes haberse quedado pasmados al contemplar todas las fotografías que hay en las paredes del cuarto de la petarda. Ana y yo nos agachamos a la par para recoger el mismo libro, su mano roza la mía, un escalofrío se sitúa en la parte baja de mi espina dorsal y recorre todo mi cuerpo produciendo ramificaciones de escalofríos. No obstante, no me siento preparado para mirarla a los ojos. Miro el móvil de Martina, pero parece ser que Iago no ha visto el mensaje todavía.

Jordi: ¿Y tu móvil dónde está? - señalo una caja fuerte situada en lo alto del armario. - ¿Me lo estás diciendo en serio?

Manuel: Esa era su manera de que estuviera incomunicado. Hasta hace poco tampoco podía usar el ordenador.

Oigo que Ana murmura varias palabrotas en gallego mientras coge la caja fuerte.

Ana: Ya buscaremos la forma de abrirla. ¿Nos vamos ya?

Manuel: Un momento, - le digo, evitando mirarla de nuevo - ahora falta el espectáculo final. - como si hubiera escuchado mis palabras, el aparato empieza a sonar, recibiendo una llamada.

Ana: ¿No vas a cogerlo?

Manuel: Hasta que no llegue Martina no tiene sentido hacerlo.

Iago sigue insistiendo con varias llamadas. Empiezo a morderme las uñas, nervioso, sintiendo el tacto de Jordi y Ana, intentando tranquilizarme. Está tardando mucho. Se va a terminar fastidiando todo.

Un chirrido indica que la puerta se está abriendo, apareciendo ante nosotros una chica cargada de galletas y con un rostro que se acaba de tornar pálido.

Manuel: Hasta aquí hemos llegado. - sentencio.

Descuelgo el teléfono, dejando que la voz del chico vengativo y psicópata envuelva la estancia:

-¿SE PUEDE SABER POR QUÉ NO ME COGÍAS EL TELÉFONO? - grita, lleno de cólera - ¿ME TIENES MIEDO? ¡DESPUÉS DEL MENSAJE QUE ME HAS MANDADO DEBERÍAS DE TENERLO! ¡QUE SEPAS QUE YA NO NECESITO TU AYUDA! ¡CONTIGO O SIN TI VOY A CONSEGUIR LA DIRECCIÓN DEL MALDITO INSTITUTO Y EN CUANTO LO HAGA TENDRÁS EL PLACER DE REUNIRTE CON ANA EN EL CEMENTERIO! ¡ESTÚPIDA! ¡ME HAS HECHO PERDER EL TIEMPO!

Aprieto el botón rojo, creo que ya ha habido suficiente. Las galletas están en el suelo y la boca de Martina permanece abierta.

Manuel: ¿Te creías que iba a seguir reclutado todo el curso? ¿Te creías que acabaría resignándome a una vida de mierda? Porque eso es lo que tienes tú. Esto se te ha ido de las manos. Tus dotes para las artes de hacer el mal no han conseguido lo que pretendías. Podría decirte que te odio, pero eso significaría que siento algo por ti. Simplemente, me das pena. Mírate, eres ridícula. Analizando la vida de los de tu alrededor para descubrir cómo jodérsela. ¿Y eso por qué lo haces? Porque estás más sola que la una. A mí pudiste reclutarme durante un tiempo, quizás te pensabas que obligando a la gente mediante amenazas de muerte ibas a conseguir que me enamorara de ti. Asco. Eso es lo que me das. Pena y asco. Espero que tu consciencia te lo haga pagar. Al menos hay alguien que sigue apoyándome. - noto cómo Ana entrelaza sus dedos con los míos - ¿Y a ti quién te apoya? ¿Todas esas fotos que tienes colgadas de personas que te odian? En fin, tú no tienes la culpa de ser como tú. O quizás sí.

Presa de un impulso, arranco de la pared el cuadro de mi retrato, tirándolo al suelo y haciéndolo añicos. Extasiado por mi inminente libertad, por fastidiarle todos sus planes, por decirle de una vez lo que deseaba y por la presencia de Ana y Jordi, me desmorono entre los brazos de Ana. La voz iracunda de Jordi llega a mis oídos.

Jordi: El móvil y el ordenador me los quedo yo. - le dice a Martina - Mañana tendrás una nueva compañera de habitación. Pienso encargarme personalmente de que no vuelvas a comunicarte con este chico. Además, no sé si recuerdas que firmaste un contrato comprometiéndote a no revelar la ubicación de este lugar, si lo hicieras no tendríamos más remedio que vernos en los juzgados, además de que hubieras sido cómplice de un delito. Te diría demasiadas cosas pero estarían fuera de lugar entre profesor y alumno. Solo te recomiendo que vayas a un psiquiatra. De hecho, acabo de tomar la decisión de que yo mismo te lo buscaré. Sal ya de aquí, Manuel.

Me pongo la chaqueta y sujeto el asa de mi maleta con fuerza. Jordi abre la puerta y ellos dos van saliendo. Me planto delante de Martina y la miro fijamente a los ojos. Me devuelve la mirada, rogándome clemencia. Sin embargo, aprieto los puños, notando cómo me hierve la sangre.

Manuel: Pedirán perdón los que crean que merecen absolución.

Dicho esto, cierro la puerta en sus narices. Jordi y Ana me miran expectantes y justo en ese momento ríos y ríos de lágrimas inundan mi mundo, sintiendo al fin algo de libertad. La opresión de mi pecho me comunica que si me quedo mucho rato así voy a terminar ahogándome. Sé que ambos están deseando hablar conmigo, pero después de susurrarles un gracias, emprendo mi carrera hacia la superficie, alejándome de ellos. Ahora que me he librado de la petarda y que he descubierto que nadie había creído en mí, ¿qué sentido le encuentro a mi vida?

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