Ken observó cómo la carita de Dylan se puso muy preocupada al escuchar eso último.
— No debería preocuparse tanto— dijo él un tanto nervioso—. Apuesto a que no será la gran cosa... además si Issac es la persona tan respetable y admirable de la que tanto presumen sus padres, todo estará bien. Así como usted es educado para aceptar su destino, él también lo es.
Dylan sólo pudo asentir con la cabeza. Ken se sintió terrible. Odiaba recordar que dado el momento adecuado, Dylan, el pequeño niño que cuidó en tantos años y al que quería genuinamente, se vería obligado a tener sexo con otro hombre para consumar el matrimonio y salvar al pueblo. Entendía que era por el bien de muchos pero no le parecía justo. Simplemente no lo era. Varias veces le expresó esa inquietud a Katrina pero ella siempre decía:
— Mi hijo entiende perfectamente todo lo que deberá hacer ese día y sería incapaz de lastimar a Dylan. Así que despreocúpate y enfócate en hacer bien tu trabajo. Dylan debe llegar perfectamente a ese día y es tu responsabilidad que pase.
Ken comprendía que no era su asunto pero le tenía tanto cariño a Dylan que no podía evitar sentirse angustiado.
— Todo estará bien— le dijo Ken—. Además faltan tres años para eso. Mejor dedique su tiempo a disfrutar de algunas cosas.
— ¿Qué cosas?— dijo Dylan.
— Lo que usted quiera. Recuerde que tiene una cuenta en el banco por parte de los Cassell. Podría comprarse cosas.
— Ya gasté dinero la semana pasada— dijo Dylan—. Compré un bolígrafo nuevo.
— Sí pero me refería a cosas que quisiera, no cosas que necesitara.
— No hay nada que quiera— dijo Dylan.
— Usted debería ser más ambicioso. El dinero de los Cassell es una de las pocas cosas buenas que tiene la maldición, debería aprovecharla.
— Yo no... creo que haya nada bueno en esto— dijo Dylan triste.Ken lo sabía perfectamente. La maldición no parecía tener absolutamente nada bueno. Sin embargo él no podía decirle eso a Dylan. Sólo conseguiría deprimirlo y el joven ya tenía demasiadas cosas que lo ponían así como para buscar más. El joven solía verse melancólico todo el tiempo y aunque trataba de esconderlo, muchas veces no lo lograba.
— No sé si esto ayude— le dijo—. Pero yo siempre estaré a su lado. No como su guardaespaldas sino como su amigo.
Dylan lo observó muy sorprendido. Sonrió.
— Gracias— dijo.
Ken sintió que el mundo se iluminó. Siempre lo animaba mucho ver que Dylan fuera feliz. Aunque aceptó su empleo más por deber que por otra cosa, lo cierto era que a esas alturas ya no lo consideraba un trabajo o un deber. Era una manera de ayudar y proteger a la mejor persona que había conocido en toda su vida. Para él Dylan era demasiado puro y perfecto. Lo quería como si fuera su hijo. Así que se dedicó con esmero a ayudarlo y servirle fielmente los siguientes años, deseando que la fecha de la boda nunca llegara.
Sin embargo no había fecha que no llegara. Los días pasaron más rápido de lo que cualquiera podría pensar y Dylan cumplió 18 años. Estaba a poco más de un mes de su boda. De aquel fatídico 4 de abril. Ken había pensando en organizarle una pequeña fiesta de cumpleaños sin embargo sabía que nadie iría. No porque sintieran afecto de verdad porque si él lo pedía podría ir incluso todo el pueblo. Todos trataban muy bien a Dylan no porque quisieran sino porque debían. La maldición dependía de él y nadie quería que algo saliera mal. Así que le hablaban cordialmente aunque no se acercaban mucho. Desde niño se le prohibió tener amigos o gente cercana porque temían que pudiera enamorarse y eso lo disuadiera de cumplir con su deber. Así que creció solo. La única persona que estaba para él era Ken.
Esa vida solitaria y llena de responsabilidades lo aisló bastante. Sin embargo Ken sabía que en su interior, Dylan quería tener amigos. Deseaba poder hacer cosas de adolescentes normales. Lo sabía porque Dylan solía ver con melancolía a los grupos de chicos que se reunían en sitios públicos del pueblo cuando pasaban cerca. Pero él no podía unirse a ellos. No podía siquiera caminar por las calles. Desde esa vez que se perdió, los Cassell le asignaron un chofer y un auto para que lo llevara a todas partes, además restringieron los lugares a los que podía ir. Básicamente no era libre para nada. Su vida estaba planeada y Ken temía que eso sólo empeoraría después de su boda. Por eso quería hacerlo disfrutar un poco de los últimos días en los que tendría un poco de libertad.
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El libro de los amores imposibles
Teen FictionSi tu nombre aparecía en el libro dorado junto al de otra persona, debían casarse o de lo contrario cosas terribles le pasarían a todo el pueblo. Dylan lo sabía, creció toda su vida sabiendo que un día debía casarse con Issac Cassell para salvar a s...