87. Dedos

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Dylan casi no pudo dormir esa noche. La habitación se sentía demasiado grande. Era muy diferente al lugar donde él creció toda su vida. Tampoco había nada que lo hiciera sentir como si estuviera en la casa de alguien humano. No habían ahí pinturas en las paredes siquiera. Todo estaba escasamente decorado.
Lo peor era la cama. Se sentía tan fría y vacía que aunque giró en ella muchas veces para encontrar el lugar más cómodo, no logró sentirse bien. No entendía por qué Issac no estaba ahí. La única razón que pasaba por su mente era que aún no lo perdonaba por haber escapado. Creía que aunque ya se había disculpado, eso no implicaba que lo hubieran perdonado. Sin embargo ese aspecto era lo que lo tenía tan confundido. Bryce dijo que Issac lo quería, pero si así eran las cosas, ¿Por qué parecía que no quería estar con él?

Issac tampoco pudo dormir muy bien pero para esas alturas ya se había acostumbrado. Se sentía afortunado si lograba dormir cinco horas. Trabajaba demasiado y siempre había algo por hacer. Dormir no era una prioridad.
Se levantó al día siguiente porque su teléfono sonó. Era su asistente. Le dio algunos informes que eran urgentes porque él ya se había excedido del tiempo que dijo que se tomaría. Ya no podía seguir quedándose en su casa. Sin embargo no sabía cómo debía volver. Todo era diferente. Él ya no era la misma persona de cuando se fue de su oficina. No sabía cómo debía volver a ella. Mientras lo decidía, salió de su habitación con la intención de buscar un poco de café que lo despertara. Iba a dirigirse a la cocina pero vio a Bryce cerca de la ventana de uno de los pasillos, la misma desde donde arrojó su anillo. Parecía mirar algo desde ahí. Se acercó a su hermano.

— ¿Buscas algo nuevo por pintar?— le preguntó a Bryce.
— No— le dijo su hermano mayor—, pero debes ver esto.

Issac se acercó. Vio que Dylan parecía estar inclinado en el suelo en medio de la nieve. Se movía lentamente mientras hurgaba con sus manos.

— ¿Qué hace ahí?— preguntó Issac muy confundido.
— No lo sé— dijo Bryce—. Pero ha estado ahí toda la mañana. Parece como si... buscara algo.

Entonces Issac dedujo lo que pasaba y salió corriendo de ahí. Bryce lo observó irse sin entender qué ocurría. Issac recorrió pasillos y bajó escaleras a toda velocidad. Salió afuera de la mansión y después corrió al jardín trasero. Katrina y Ken se encontraban ahí. Se detuvo en cuanto los vio, trató de recuperar el aliento.

— ¡Debería dejar de buscar!— le gritó Ken a Dylan, estaba con Katrina a un costado del jardín—, ¡En cuanto la nieve se derrita en su totalidad podrá encontrar lo que busca!

Issac no sabía cómo o por qué Dylan sabía que arrojó su anillo pero ya no le importaba. Corrió hasta donde Dylan se encontraba y se inclinó en el suelo. Sin pensarlo mucho, se puso a buscar en la nieve ante los ojos atónitos de Dylan.
El muchacho no entendía por qué Issac parecía ahora sí querer su anillo pero se sintió muy conmovido al verlo concentrado en buscar. Siguió haciendo lo mismo sin detenerse.
Ken y Katrina sólo los miraron buscar entre la nieve como locos.

— De acuerdo, esto ya es preocupante— dijo Katrina—, ¿Qué está pasando aquí?
— El joven Dylan perdió un anillo— le dijo Ken.
— ¿El anillo de bodas?— dijo Katrina asustada.
— No, ese no.
— No me digas que... ¡Perdió el anillo de compromiso de la abuela!— dijo ella horrorizada.
— No, tampoco— le dijo Ken.
— ¿Entonces qué anillo se perdió?— dijo ella.
— Sinceramente no lo sé— dijo Ken—, pero debe ser importante.

Así que él se unió a Dylan y a Issac para buscar entre la nieve. Katrina los observó hacerlo por unos segundos hasta que se cansó.

— Somos Cassell, nosotros no hacemos cosas si alguien más puede hacerlo en nuestro lugar— dijo ella—. Enviaré gente que busque ese anillo si es tan importante.
— Lo encontraré yo— dijo Issac sin dejar de buscar.
— Al menos ponte unos guantes. Te vas a enfermar— le dijo ella.

El libro de los amores imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora