113. Despertar

50 6 5
                                    

Una vez que Matty asimiló por completo la idea de que se iría al infierno y no había nada que pudiera hacer para evitarlo, dejó de importarle si lo que hacía estaba bien. Le preguntó a Bryce si no quería hacerlo de nuevo. Bryce se levantó con dificultad y volvió a meterse entre las piernas de Matty, que las separó para él con mucho gusto. Como Matty ya estaba previamente lubricado, entrar en él no fue difícil para Bryce. Mientras lo embestía por segunda vez, Matty lo abrazó y buscó sus labios. Se besaron mientras Matty sentía cómo su interior era destrozado. Pero no quería que parara. Ese dolor era tan placentero que no quería que se detuviera nunca. Jamás antes había probado algo así pero sentía que ya no podría vivir si ello. Era increíble. Lo hacía feliz. Lo atormentaba y lo llevaba hasta lo más alto... sentía que no era suficiente.
En algún momento los dos eyacularon. Bryce se dejó caer nuevamente sobre el cuerpo de su hermano, que lo recibió con cariño y lo rodeó con sus brazos. Ambos se sentían muy cansados. Matty tenía tanto sueño y el alcohol que ingirió tenía tan adormecido su cuerpo que sólo tuvo que cerrar los ojos para quedarse dormido.

Se despertó en la mañana porque la luz era molesta. Abrió los ojos con dificultad. Iba a levantarse de golpe cuando se dio cuenta que no podía. Entonces todo a su alrededor tomó forma. Lo primero que vio fue algo muy negro sobre su pecho. Lo tocó y todos los recuerdos de la noche anterior le llegaron de golpe. Se quedó sin aliento, sintiendo un vacío en su interior. Por un momento se negó a creer que tuvo sexo con su hermano mayor. Era simplemente imposible. Pero tenía a su hermano desnudo sobre él. Sus cabellos largos se expandían por su pecho.
Entró en pánico entonces. Pero no podía moverse. Empujó un poco el cuerpo de Bryce y él simplemente se hizo a un lado sin despertarse. Matty se jaló a sí mismo y logró liberarse. Bryce quedó acostado sobre el asiento. Matty notó entonces el horrible dolor que sentía por todo su cuerpo. Como si lo hubieran golpeado. Al mismo tiempo le dolía la cabeza y sentía muchas náuseas. Consciente de que era por el alcohol, tomó su ropa como pudo y salió del vehículo. Afuera no había nadie. Se vistió como pudo y cuando estaba atándose los cordones de sus botas para nieve, sintió ganas de vomitar y ya no pudo terminar de hacerse los nudos. Corrió hasta cerca de un árbol para vomitar.

El sonido de Matty vomitando despertó a Bryce. Lo primero que hizo fue levantarse lentamente y mirar a su alrededor. Notó que estaba en un auto desconocido. No le sorprendió porque ya le había pasado que despertaba en lugares que no conocía luego de una noche de copas. Entonces notó que no tenía ropa. Eso sí era nuevo. Muy confundido, se inclinó para levantar su ropa y se la puso. Sólo le faltaban los zapatos. Los tomó cuando vio que cerca de uno estaba un condón usado. Eso lo hizo despertar por completo. No podía creer que era suyo. Buscó en sus pantalones y notó que su billetera no tenía el condón que él guardaba ahí. Eso sólo significaba que lo había usado. Al darse cuenta de eso, no pudo evitar salir del vehículo muy alterado. Entonces vio que en un árbol cercano, estaba alguien inclinado mientras parecía vomitar. Reconoció el cabello rubio de Matty. Sólo de ver eso, se giró y vomitó.
Matty escuchó el ruido de la puerta del auto. Se levantó lentamente y vio a su hermano vomitar. Su instinto le indicó que se quedara quieto. No sé movió mientras escuchaba a su corazón latir con fuerza.

Matty no podía creer lo que veía. No podía ser posible. Ni en sus sueños más locos creyó que algo así pasaría. Pero era real. El dolor de su cuerpo le indicaba que ellos dos sí habían estado juntos. No era un sueño. No era una ilusión. Era real. Y en esa terrible realidad en la que vivía, habían dos cosas de las que él si estaba seguro: Tuvo sexo con Bryce y él lo odiaba.
Consciente de eso último, se apresuró a dirigirse al auto por el otro lado, para evadir a Bryce que seguía vomitando.
Abrió la puerta con temor y entró en el asiento delantero. Recordaba que soltó su teléfono. Lo buscó por debajo de su asiento. Lo encontró y al mismo tiempo vio que el condón que usaron estaba cerca de los asientos traseros. Se acercó, lo tomó con malestar y abrió la puerta. Lo arrojó con fuerza. Luego frotó sus manos en su ropa para limpiarlas. Después volvió a su teléfono. Tenía poca batería y muchas llamadas perdidas de su madre. La llamó entonces mientras le temblaban las manos por lo nervioso que se sentía.

El libro de los amores imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora